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Por José Jaime Ruiz

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“No tiene remedio, el Poder Judicial está podrido. Están actuando de manera facciosa, imagínense componerle la plana al Poder Legislativo, es de sentido común, de juicio práctico”, comentó el presidente Andrés Manuel López Obrador en la Mañanera del martes 9 de mayo. Los defensores a ultranza de la Suprema Corte de Justicia no pueden refutar la declaración de López Obrador sobre la podredumbre del Poder Judicial.

El Poder Judicial, ciertamente, es autónomo, pero no es independiente. Poderes fácticos lo compran, ya sea la oligarquía o el crimen organizado. La desigualdad no sólo se manifiesta en lo económico, en la distancia abisal entre ricos y pobres, también en lo judicial porque la justicia no alcanza a los pobres, a los desposeídos. Ver a un rico encarcelado es la excepción; a un pobre, la cotidianeidad que se prolonga por años, por lustros y a veces por decenios. Amparar a los delincuentes de cuello blanco y a los miembros del crimen organizado es una práctica común; culpabilizar a los jodidos, también.

El Poder Judicial está podrido y sirve a los intereses oligárquicos, no a los intereses de los ciudadanos. No se trata de la división de poderes, se trata, no en la forma, en el fondo, del uso judicialmente lucrativo de jueces y magistrados: no hay juez ni magistrado pobre porque todos tienen su precio. El Poder Judicial es el mayor poder institucional del antiguo régimen, lo que se llamó sistema político mexicano antes de la irrupción de la 4T.

En efecto, el Poder Judicial, la Suprema Corte de Justicia, arrastran los mayores vicios de ese sistema político mexicano en decadencia: la corrupción, la procuración y administración de la impunidad, la connivencia con el poder económico, con la oligarquía. Pueden ser autónomos, pero no son neutrales ni formalmente puros. La justicia en México no es ciega sino que está enceguecida por el dinero, el cochupo judicial, la marmaja.

El sociólogo Pierre Bordieu escribió sobre “la alternativa que domina el debate científico a propósito del derecho, entre el formalismo, que afirma la autonomía absoluta de la forma jurídica en relación al mundo social, y el instrumentalismo, que concibe el derecho como un reflejo o una herramienta al servicio de los dominantes” (Poder, derecho y clases sociales. Editorial Desclée de Brouwer, 2001).

La Suprema Corte se quiere formalista, es decir, neutral y pura, y eso no existe. En realidad son un instrumento, una herramienta al servicio de los dominantes, de la oligarquía, del crimen organizado, de los delincuentes de cuello blanco. Andrés Manuel asegura que el Poder Judicial no tiene remedio, en efecto, son incorregibles.

El Poder Judicial no experimentará un cambio desde dentro, al contrario, seguirá degradándose, pudriéndose. Su transformación tiene que venir desde afuera porque su democratización será una decisión ciudadana. Para avanzar en la Cuarta Transformación, tendrá que disminuir el voto cruzado y darle a Morena el poder legislativo para cambiar las leyes y hacer que los ciudadanos puedan elegir a los ministros del Poder Judicial. Ese es el remedio. Sólo así se cumpliría, para la 4T, no un cambio EN el régimen, sino un cambio DE régimen.

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// José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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