Por Félix Cortés Camarillo
Dice nuestra conseja popular que cuando uno los obtiene, el amor y el dinero son imposibles de ocultar. Debo añadir a esos dos el enojo iracundo de los mexicanos.
Lopitos está muy encabronado.
El presidente López no se esperaba el revés que la Suprema Corte de la Justicia de la nación –a la que ayer llamó podrida– a una de sus múltiples iniciativas de ley para afianzarse en el poder omnímodo. ¿No impuso ahí a la plagiaria licenciada Esquivel para que votara lo que le mandaran decir de Palacio Nacional? ¿No había mantenido largas tenidas con el ministro Zaldívar? ¿No nos quedó claro de que no podemos venirle a él con el cuento de que la ley es la ley? ¿Creen los mexicanos la telenovela aquella de la división de los poderes en tres ramas iguales en autoridad y privilegios?
Así no funciona este juego del poder. Por lo menos durante os próximos 18 meses.
Fuera máscaras. El presidente López dejo muy en claro en su Mañanera de ayer que, si el pueblo bueno va a votar por el candidato, candidata o candidat@ que él designe de aquí a tres meses, se queda corto en las expectativas. Yo todavía me acuerdo que le llamábamos carro completo: deben votar además por los candidatos de su ralea a las diputaciones federales y las senadurías. El objetivo, perfectamente definido por Lopitos, es tener, así lo dijo, 376 diputaciones en su buchaca; las dos terceras partes de la Cámara de Diputados y las dos terceras partes de las senadurías. Y, si se puede, una pizcacha más. Para pasearse los principios y leyes de la Constitución por la entrepierna y concentrar en el poder ejecutivo todas las autoridades imaginables.
Debo reconocer que en la política, especialmente la mexicana, no es frecuente este tipo de confesiones abiertas y sinceras. Con esa misma honestidad, el presidente López reconoció que su plan B había sido rechazado. Por eso se sacó de la manga el plan C: apoderarse del Congreso en las próximas elecciones. Sigue la letra de y luego dos docenas de letras más. Hay abecedario para rato. No sé si tiempo y paciencia civil.
Inmediatamente después, con la mayoría calificada, modificar la Constitución para que los ministros de la Suprema Corte, los jueces y los funcionarios electorales sean designado por el voto popular. Ese que, en nuestra juventud se cantaba con los acordes de “amor de la calle”. Con su carita pintada y su corazón herido.
Amor que se compra con dinero.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): No quiero imaginarme que la Suprema Corte de Justicia –el máximo órgano jurídico de nuestro país– se pronunciara hoy y afirmara que el presidente del país es una persona podrida y corrupta. Eso es exactamente lo que hizo el presidente Lopitos. Insultar, agredir, descalificar no a un ente respetable y legal: desconocer el principio de la separación, y desde luego respeto, de los tres poderes. Es un pene.
Perdón, es una pena.
felixcortescama@gmail.com