Por Félix Cortés Camarillo
El espectáculo callejero desarrollado a las puertas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no es solamente un vulgar acto de circo callejero: es indudablemente una advertencia de que México se encuentra a un paso de transformarse en un Estado fascista sin el menor respeto a la ley, el derecho de individuos y la estructura de división de poderes.
Si no lo estamos ya de plano, México será en cuestión de semanas, en una dictadura bananera del modelo de la Nicaragua o la Venezuela actual, que se gobiernan por laudos o decretos, decisiones unipersonales nacidas de las vísceras más bajas, expresadas con el lenguaje más agresivo y los insultos más mordaces.
Yo no puedo afirmar que la marcha con ataúdes para simbolizar la muerte de la presidente de la SCJN Norma Piña o que las mentadas de madre a Ciro, Joaquín, Azucena y otros compañeros periodistas hayan seguido un libreto escrito en Palacio Nacional. Pero la evidencia está ahí: los agresivos manifestantes –no puedo calcular su número, pero no me parece mayor– están simplemente interpretando a su modo y manera el discurso del presidente López que cotidianamente insulta a los mismos periodistas y al mismo Poder Judicial, al que no solamente no respeta como lo marca la Constitución, sino que abiertamente pide su desaparición por la vía de una “transformación” en una entidad dócil a los deseos y mandatos del Ejecutivo.
La indolente pasividad del gobierno federal y del de la Ciudad de México, cuyos jefes tienen sus oficinas a escasos metros de donde se han venido dando estos actos de circo y maroma, obligan ciertamente a pensar que si los protestantes callejeros no reciben órdenes, materiales y emolumentos en Palacio Nacional u otra oficina pública del Cuatrote, gozan de una evidente simpatía desde ahí.
Las agresiones verbales y físicas a los compañeros reporteros de los medios para los que trabajan los insultados comunicadores resultan, por ahora, solamente la cereza de un nauseabundo pastel de mierda.
La cacería de brujas que estamos presenciando no cesa. Puedo asegurar, por el contrario, que se intensificará y que las dos docenas de borregos fanáticos mentando madres a las puertas de la Suprema Corte se irán incrementando hasta integrar batallones de disciplinados soldados como aquellos que en los años treinta del siglo pasado desfilaban con la mano en alto gritándole “Heil Hitler” a su líder omnisapiente, intocable, todopoderoso e intolerante al extremo del exterminio de sus “adversarios”. Expresiones y conductas que suenan demasiado familiares a la realidad del México de nuestros días.
La crisis política es muy seria y conforme avance el final del sexenio será peor. Es indispensable que la sociedad exprese una molestia creciente pero silenciosa. De otra manera acabaremos como el cuentecillo aquel de Bertolt Brecht, en el que los ciudadanaos de la Alemania capturada por Hitler no se preocuparon porque los perseguidos de entonces eran los judíos, los comunistas, los homosexuales…y como los pacíficos ciudadanos no eran judíos, comunistas ni homosexuales, no se sintieron amenazados.
Hasta que vinieron por ellos.
¿Vamos a esperar a que vengan a por nosotros para empezar a protestar? Va a ser demasiado tarde.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Para una minoría de mexicanos, la debilidad del dólar en la tasa de cambio es motivo de regocijo patriotero porque tenemos un “superpeso” la falsa oportunidad de comprar dólares baratos para en el futuro venderlos más caros. No piensan, ni el gobierno federal piensa, en el daño que está causando este movimiento cambiario a los mexicanos pobres que reciben las remesas que les mandan nuestros paisanos que trabajan en el extranjero, cinco mil millones de dólares al mes. Esos dólares llegan ahora mermados en un veinte por ciento de lo que valían hace dos años. Y eso no es poco.
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