Francisco Tijerina Elguezabal
Menos de un mes tardó Poncho Robledo, el ex panista ahora convertido de la religión naranja en enseñar el cobre y demostrar el por qué no podía ser designado como “Director de Enlace y Fortalecimiento Municipal del Estado”, cargo que nunca debieron de otorgarle.
Ernesto Alfonso, su nombre de pila, está obsesionado con la alcaldía de Guadalupe y una vez que ha perdido en dos ocasiones la contienda para llegar al cargo bajo los colores del PAN y sabedor de que no llegaría una tercera, se cambió de chaqueta por una anaranjada.
Pero no bastaba con el camaleónico cambio de piel, había que darle un puesto para que tuviese reflectores y así lo ubicaron en el menos idóneo, porque es evidente que Robledo no puede, dado su enorme conflicto de interés, ser Director de Enlace y Fortalecimiento Municipal, ya que tiene un odio exacerbado contra la administración de Guadalupe.
Y fue él mismo quien lo demostró al pagar una publicidad en redes sociales en donde critica al municipio porque asegura el nivel máximo de estudios que se imparte ahí es el de secundaria.
Primero, Poncho miente porque hay preparatorias y universidades en Guadalupe y segundo, Poncho termina escupiendo para arriba porque esa no es responsabilidad del municipio, sino del estado y la federación.
Robledo tendría, en un ejercicio ético que ningún emecista le ha recomendado, que definirse y decidir ser o servidor público SIN fobias ni rencores, o eterno candidato ahora pintado de naranja, porque no puede, ni debe, ser las dos cosas al mismo tiempo.
De cualquier forma, Poncho no alcanzará su sueño porque hay otros en la fila que le ganan en tiempo y derechos. Héctor García no se lo permitirá, de manera que si acaso alcanzará a ser candidato a diputado (ya fue local y federal sin grandes logros).