Por Francisco Tijerina Elguezabal
El que cuatro nuevos partidos se sumen a los siete ya existentes en Nuevo León con miras a las elecciones del 2024 no es, ni por asomo, un logro de la democracia, sino una catastrófica falla del sistema que permite que con suma facilidad y algo de dinero, cualquier individuo pueda constituir una organización política.
Por eso no es extraño que detrás de estas “nuevas” cuatro organizaciones aparezcan los nombres de los políticos de siempre.
Y es que para muchos el jueguito de crear un partido se ha convertido no en el ideal de llegar al poder para servir, sino el simular que se compite en las elecciones para servirse, y con la cuchara grande.
No llegan con ofertas claras de solución a nuestros problemas comunes, sino con la mirada puesta en los recursos públicos que puedan conseguir para el proceso eleccionario y, sobre todo, con el propósito de ver a qué partido grandote le ofrecen su nombre y emblema (a cambio obvio de una corta feria, sencilla pero valedora), y con ello la posibilidad de que puedan colar o colarse en algún cargo en las siguientes administraciones.
No le van a invertir más dinero del necesario y a los ingenuos que consigan para postularlos en el siguiente proceso les pedirán que se rasquen como puedan, porque lo único que les pueden dar es una memoria USB con el logotipo y colores y chance y ni eso, si se los pueden mandar por mail.
Existen, sí, pequeñas diferencias, mínimas. Las de aquellos que trabajan para sí mismos como el ex alcalde Adalberto Madero que crea su propio partido porque ya les dio vuelta a todos y necesita una plataforma para volver a ser candidato y claro, como siempre, volver a perder.
Porque ni modo que Maderito vaya a postular al Pato Zambrano (otro que ya le dio la vuelta completa a todos) o a Kike Barrios (que ya casi los alcanza). Madero es él, él y después él.
Otros como Jorge Antonio Ruiz Velasco, que ya ha perdido en dos ocasiones el registro del PES, son el colmo de la terquedad al no entender que su oferta, colores, nombre y demás, no convence a nadie, pero como el sistema lo permite, ahí te vamos de nuevo a cantar y contar las mismas historias.
No entiendo, lo digo en serio, a qué le tira Pedro Díaz Delgado, el hermano de la superdelegada Judith Díaz, creando un partido, aunque en el fondo su intentona es comprensible dado que en Morena no le dejarán ser candidato ni a la mesa directiva de un Jardín de Niños.
Lejos de enriquecer la vida democrática de Nuevo León, la aparición de estas nuevas opciones atomiza y degrada la vida pública de nuestra entidad.
La realidad es que debería endurecerse el sistema y de paso hacer una limpieza de todos los satélites que no tienen razón de ser pero que han encontrado ahí una forma sencilla de tener ingresos que ni por error podrían generar si, como el resto de los mexicanos, tuviesen que enfrentar una vida laboral.
Como diría Juan Gabriel: “En la misma ciudad y con la misma gente”.