Por Carlos Chavarría
Si los que se autonombran como oposición nos representan, entonces no somos sino una tribu sin conciencia acerca de nada. Desde que se implantó la democracia electoral, que inauguró la etapa de las transiciones de personajes, lemas y colores en el poder público, estamos atorados por los mecanismos de esa misma democracia tan anhelada; pero al parecer, resulta inútil para resolver nuestros problemas.
Tan es así, que más de la mitad de los electores están dispuestos a volver a las rancias simulaciones construidas sobre un glorioso pasado caudillista y pseudo revolucionario que nos gobernó por 70 años, y cuyo éxito es el reconocimiento expreso de que en el 2000 nó gano la democracia sino la veleidad de unos cuantos.
Estos últimos 5 años hemos sido testigos de una competencia de sandeces entre malos actores, que a fuerza de repetirse y fastidiar, han anulado nuestra capacidad crítica.
Son la misma suerte de pecadores en el poder y en la oposición, en ambos frentes han suplido su estulticia con las mismas falacias y falsos dilemas, pretendiendo crear el espejismo de que son diferentes y en consecuencia el resultado final será distinto. Absurdo.
Nada se ha hecho desde el poder que pueda proclamarse como rasgo rupturista, pero tampoco el discurso opositor ha lanzado una visión que sea tan innovadora que acabe con la ominosa inclinación que siempre ha mostrado nuestro mundo político, para manipular el poder en beneficio solo de sus asociados.
Ahora organizan un espectáculo tragicómico, se lanzan en una carrera para elevar los ratings de popularidad de todos los actores secundarios que siguen las ocurrencias de un muy ocurrente Presidente en turno, que desnuda sin querer cómo es que en realidad se puede la manipular la democracia, sin violar las leyes que la regulan.
Si nos guiásemos por la abundancia de soluciones, promesas y compromisos que están haciendo candidatos, ahora amigos y enemigos de ocasión, no van a quedar problemas en el país y nos espera el paraíso en el futuro inmediato. Todo estará bien y resuelto, ¡¿Cómo no lo vimos antes?! ¡Qué ciegos estábamos!
Con el perdón de sus mercedes, me perdí de nuevo, estábamos en la mente crítica y la oposición por contraste, como única vía para mejorar, ahora nada más se requiere la proclama pública y todo se resuelve, porque ya no es necesaria la conciencia opositora para nada.
Ya no tiene importancia quién encabece la oposición o que tenga que buscarse la tesis que contraste con la realidad del poder, y se convierta en una nueva visión, que estimule y multiplique la energía humana para conformar un nuevo y mejor futuro.
No tiene peso alguno porque a base de trivialidades que se repiten hasta el cansancio, todas las mañanas perdimos la conciencia, aceptamos con pasmosa docilidad que la ley ya no es la norma, sino la excepción a modo de la circunstancia. Para nada importa que ya solamente exista un soñador que dicta todas las esperanzas.
Creemos que sin conciencia estamos exceptuados de toda responsabilidad, ante la deformación de la convivencia auténtica, a manos de las emociones enfermizas que nos dividen. Ya olvidamos que la espacio y el tiempo que nos prestó la naturaleza la debemos cuidar nosotros mismos.
Mientras los políticos están repartiéndose los papeles para el gran teatro electoral de 2024, ahí están subyacentes y acumulándose, las presiones en las entrañas del volcán social que solo esperan una chispa para encenderse.
Ahí están las familias que han perdido hijos en la convulsión de la violencia, los jóvenes que en 5 años se han sumado a las filas del subempleo. Ahí está la triste asimilación de la caída en el nivel de vida en las clases medias y bajas. Así como todas las asíntotas que acotan las posibilidades futuras donde las promesas coloridas ya no hacen sentido.
Insistiré en que lo que debemos cambiar es el modelo de gobernanza que rige en este país, sobre el que se ha construido un sistema perfecto de andamiajes para que nada cambie, nada mejore.