Por Félix Cortés Camarillo
Santiago Creel puso el proceso de la sucesión presidencial en unos rieles que pueden llevar a buen fin. El aspirante a la candidatura de la Alianza abdicó de un reinado tan improbable como deseado por él en favor de Xóchitl Gálvez en un acto que era, como él mismo reconoce, inevitable pero no necesariamente el mejor.
La estrategia de Palacio Nacional está diseñada y ejecutada por técnicos de la vieja escuela. Ella establece que en un país de desigualdades sociales tan profundas, el voto de los pobres es mercancía sujeta a las leyes simples de la oferta y la demanda. Simultáneamente, que unas siglas garantizan cierto volumen de voluntades y sufragios que junto a los anteriores se llaman el voto duro. Con esta lógica, Morena se habría acercado al PRI para fortalecer a su pre-pre candidata para debilitar a Xóchitll Gálvez y a Santiago Creel.
Es bien sabido que el votante panista está convencido; el votante priísta tiene varios motores. Dividiendo el voto anti-AMLO, quitándole a Xóchitl el capital de Beatriz Paredes y el de los panistas de Creel, Claudia Sheinbaum tendría las puertas de Palacio Nacional abiertas y con alfombra roja. La única opción era abrir otra posibilidad, lógica.
Los estrategas tradicionales me dicen: El voto duro del PRI es para Beatriz. El voto duro del PRD tan escuálido, será de Xóchitl. El votante panista tendrá que dilucidar entre su tradicional convicción o un pragmático uso del sufragio.
De una manera a otra nos acercamos a la posibilidad de que la silla presidencial reciba en 2024 asentaderas de mujer. Pero, si las cosas salen como yo pienso y quiero, Marcelo será presidente. Si salen como no pienso, pero quiero, será Xóchitl Gálvez. Si las cosas salen como ni quiero ni pienso, será Claudia.
Si las cosas salen como no quiero imaginarme, Lopitos se sacará un naipe de la manga en una semana.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Nadie puede estar a favor, si no es dirigente nacional del PAN, con la quema de cualquier libro, así sea Mein Kampf, de Adolf Hitler, o a arrancar las páginas que nos disgusten de cualquier libro supuestamente escrito por Lopitos. La lucha en contra de los libros de texto maleados por el supuesto marxista Marx debió haberse dado antes. Los libros terminarán distribuyéndose en las escuelas públicas, a pesar de todos los pesares. Los padres tenemos la obligación de tener muy en claro que en las escuelas los niños reciben instrucción; la educación –y esto incluye los valores cívicos y éticos- se mama en casa. No habrá mentira, diatriba, historia desvirtuada que esté en los libros y que no pueda ser descifrada y explicada por padres cuidadosos. La hoguera del pensamiento tiene un fuego más intenso.
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