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Por Carlos Chavarría

Alguna vez cuestionaron al expresidente López Portillo sobre el “dedazo” y el “tapado”, aquel método para dictar “la línea” en la selección de candidatos que siempre usó el PRI para determinar a los elegidos, que no electos.

Hábil en la retórica y sofista como siempre fue, López Portillo, tratando de que no se desprestigiase más su persona y el partido que lo había llevado al poder, hablo de las consultas necesarias que debía hacer el Ejecutivo entre distintos líderes de los sectores del partido así como entre los del sector privado y con esa auscultación, finalmente, el presidente se convertía en “el fiel de la balanza” que dictaba quienes serían los elegidos.

Ahora el presidente López Obrador ha modernizado el método del “dedazo” para escoger a quien habrá de sucederlo como candidato de MORENA a la Presidencia de la República, y será Claudia Sheinbaum. El papel de fiel de la balanza continúa tan vigente como siempre sin cargo de conciencia alguno, al fin como dijo Gonzalo N. Santos: “…en política, la moral es un árbol que da moras…”.

Al final Ebrard, el derrotado por la Paradoja de Condorcet, tendrá que hacer lo mismo que hicieron Gilberto Flores Muñoz, el Pollo aquel que dejo vestido y alborotado Ruiz Cortines. Igual como les ocurrió a Moya Palencia, Silva Herzog, Reyes Heroles, Ortiz Mena, y otros más que, siempre fieles a los formas de la política mexicana, asimilaron su desencanto al no ser los elegidos por el gran dedo elector.

La gran ironía es que tuvieron que pasar 40 años desperdiciados para terminar reconociendo que el dinosaurio siempre estuvo ahí agazapado en las entrañas del sistema, y que la democracia es solo un requisito formal para que todo parezca decente. Bien decía Cantinflas: “… compadre, usted dirá, ¿nos portamos como caballeros, o como lo que somos?”.

Las ruindades del viejo régimen que con tanta insistencia evidenciaron los mexicanos y que sembraron la raíz de un cambio, al final demostraron que todo era ocultamiento en el sistema. Al decir de Carlos Monsiváis: “…el disfraz de ‘política informativa de clase’ que mal oculta el acatamiento de las normas; el chovinismo; la indignación moral actuada de la mitología liberal; la inconsistencia ideológica”.

Esos vicios bien descritos por Monsiváis, también se reviven y así como López Portillo en su último informe de gobierno derramó sus falsas lágrimas, pidiendo perdón a los pobres, por no haber podido sacarlos de su triste condición, hoy esos mismos pobres son de nuevo la bandera de la mala política, esa que no pretende acabar con las condiciones que dan origen a los atrasos endémicos para el desarrollo, sino perpetuarlas como la energía de la maquinaria electoral del mismo sistema.

Cuando la justicia social es administrada mediante tarjetas de débito, ni es justicia ni es social, pues para lograr niveles mínimos de calidad de vida para todos en nuestra sociedad debe ser producida orgánica y estructuralmente por el sistema económico en su conjunto sin medrar con las necesidades de las personas.

Lo mismo que pudrió al viejo PRI, ocurrirá con cualquier partido que se pretenda hegemónico. Un sistema nació ordenado por clubes privados, complicados entre sí por la simbiosis circunstancial de la distribución del poder público con la economía, no construye conciencia unitaria necesaria para algún proyecto de nación, sino ciclos de auge y crisis, que solo benefician a unos pocos elegidos al juego del poder.

En un país donde más del 50% muy apenas comprenden lo que leen, más si de política se trata, ahora será la compleja ciencia estadística será la herramienta idónea, interpretada desde el gobierno en turno, la que vaya a legitimarlo todo, eso y un gobierno por aclamación son lo mismo. Como Caifás recargado, volveríamos a soltar a Barrabás, crucificando al Nazareno y todo por una encuesta elaborada a modo.

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// Carlos Chavarría

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Autor: stafflostubos
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