Tras la captura de Ovidio, sus hermanos dieron la instrucción de que quedaba prohibido comerciar con el opioide. Testigos revelan que al menos una decena de dealers han sido asesinados con una marca escarlata: pastillas regadas al derredor.
Entre el 15 y el 20 de septiembre pasado, vendedores de droga en Culiacán y Mazatlán, Sinaloa, recibieron en sus teléfonos una misma instrucción proveniente de distintos abastecedores. En su pantalla se anunciaba un cambio en el “menú” para los clientes: queda prohibido el fentanilo como mezclador para potenciar los efectos de la cocaína, marihuana y otras drogas sintéticas; publica MILENIO.
“La decisión viene desde arriba, de los hermanos, y cualquier persona que sea sorprendida desobedeciendo será castigada”, se lee en la cadena de Whatsapp que uno de los destinatarios compartió con MILENIO. El mensaje no era explícito en la sanción, pero no hacía falta: el castigo es la muerte.
En enero de este año, 20 días después de la exitosa detención de Ovidio Guzmán, una llamada anónima al 911 llevó a policías estatales hasta dos hombres esposados sobre un camino de tierra en el Libramiento Benito Juárez. Uno ya había muerto, el otro falleció minutos después. Para que no quedara duda sobre la razón de los balazos, los asesinos dejaron pastillas de fentanilo junto a sus víctimas torturadas con alambre de púas.
“Todo cambió cuando agarraron al Ratón”, cuenta el dealer que compartió los mensajes, un joven de 29 años que durante la pandemia se unió a la tropa de los hijos del Chapo Guzmán entusiasmado por las ganancias de sus amigos con el fentanilo como condimento para otras drogas. Gracias a ese poderoso opioide compró su primera motocicleta, un Play Station 5 y pagó sus deudas.
“De pronto, se desautorizó el fentanilo y Los Chapitos empezaron a dar de baja hasta a sus propios vendedores (que no hicieron caso)”.
Aquel homicidio doble del 26 de enero arrancó una cacería letal contra presuntos dealers de fentanilo que trabajaban para Iván Archivaldo, Jesús Alfredo y Joaquín Guzmán. Según la fuente, ya van al menos 10 asesinatos o desapariciones. La marca escarlata son pastillas de fentanilo cerca de los cuerpos o billetes que le recuerdan a los “puchadores” que no hay monto que valga su vida.
El homicidio más sonado de esta racha ocurrió en septiembre pasado, cuando también en Culiacán fue hallado el cuerpo de Luis Javier, un traficante de opioide de alto perfil y por quien el gobierno de Estados Unidos ofrecía una recompensa de un millón de dólares. Antes de que pudiera ser arrestado, extraditado y orillado a delatar a Los Chapitos a cambio de un beneficio carcelario, alguien silenció a Luis Javier para siempre.
La cadena de Whatsapp que recorrió en secreto los celulares de los vendedores de drogas finalizaba con emoticones: cuatro cráneos, uno por cada Chapito que los observaría desde algún escondite para asegurarse que todos estén alineados con la nueva política de la empresa criminal.
“Aténganse a las consecuencias”: Los Chapitos
Esa guerra privada de Los Chapitos contra el fentanilo se volvió pública este lunes 2 de octubre. En la capital sinaloense aparecieron, al menos, tres mantas en las que los también llamados Menores prohibieron la venta, fabricación, transporte o cualquier negocio en Sinaloa que involucre al fentanilo. “Aténganse a las consecuencias”, finalizaba el mensaje.
En las mantas se leía que la decisión fue tomada por Los Chapitos ante dos escenarios: una supuesta campaña de desinformación de los medios de comunicación y la omisión del gobierno al no investigar y perseguir “a los verdaderos culpables de esta epidemia”.
Los mensajes fueron colgados en tres momentos cruciales. El primero: a menos de un mes de que Ovidio Guzmán haya sido extraditado hacia Estados Unidos, donde las autoridades podrían convencerlo de violar el código de silencio de la mafia y acusar a sus hermanos a cambio de evitar pasar el resto de su vida en una celda.
El segundo: a menos de una semana de la circulación en redes sociales de videos sobre un fuerte operativo militar en Badiraguato, Sinaloa, la cuna del Cártel de Sinaloa y donde se rumora que se guarecen Los Chapitos de una orden de extradición.
Hasta el momento, las Fuerzas Armadas no han informado si el operativo tenía como objetivo detener a algún capo acusado de traficar fentanilo o de establecer lineamientos de protección para una próxima visita del presidente Andrés Manuel López Obrador para inaugurar la carretera Badiraguato – Guadalupe y Calvo.
Y el tercero: a menos de un día de que el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, aseguró en un conferencia de prensa que el gobierno de Estados Unidos quiere ver más capturas de narcotraficantes y más laboratorios de fentanilo desmantelados en México como prueba de que la colaboración binacional en contra del tráfico de drogas está funcionando.
El mensaje a tres bandas —al interior del cártel, para el gobierno de México y para el de Estados Unidos— mantiene en vilo a los vendedores de droga del Pacífico mexicano: ¿pueden darse el lujo de renunciar al fentanilo?
“Mucha gente se acostumbró a las ganancias”
El negocio del fentanilo está calculado en mil millones de dólares anuales para el crimen organizado, según la Comisión Bicameral del Congreso de Estados Unidos para Combatir el Tráfico de Opioides Sintéticos. Es una cifra histórica en las ganancias de cualquier cártel y aún así los autores del reporte publicado en febrero de 2022 reconocen que es un cálculo conservador.
El número se agranda considerando que el fentanilo no es una droga que se venda pura. Es un mezclador que detona euforia y alivio, así que puede combinarse con casi cualquier narcótico. Si se mezcla con cocaína, marihuana, heroína o metanfetaminas, la ganancia puede ser de hasta 150 mil millones de dólares, como ocurrió en 2016, según las cuentas hechas en el Senado estadounidense.
Además de las ganancias asociadas a la venta, el fentanilo produce ahorros en la elaboración y tráfico: no necesita de áreas verdes para su cultivo, los precursores químicos son baratos, los abastecedores chinos son reemplazables si son asesinados o detenidos, no se necesitan especialistas para cocinarlo, no se requieren grandes laboratorios y por su potencia puede ser enviado en discretas cantidades lo que reduce la merma en caso de incautación. Todo es lucro, lucro y lucro.
Por eso, algunos dealers en Sinaloa no parecen estar de acuerdo en el veto levantado por Los Chapitos. Otto, amigo de la fuente que habló con este diario, se siente traicionado: recuerda que en 2016 apareció el fentanilo en el “menú” a los clientes y los primeros ganadores de millones de dólares fueron las cabezas del cártel.
Pasaron varios años hasta que las utilidades del fentanilo llegaran a las manos de los vendedores de colonias populares y ahora que parecía que las ganancias comenzaban a democratizarse, Los Chapitos han frenado en seco todo lo que tenga que ver con ese opioide. No está de acuerdo, pero tampoco va a rebelarse.
“El problema es que mucha gente se acostumbró a las buenas ganancias. Uno podía vender coca barata a precio de ‘lavada’, si le echabas un poco de fentanilo porque lo hace todo más potente y el cliente piensa que le estás dando algo de buena calidad.
“Yo no dudo de que muchos ya dejaron de vender o van a dejar de vender. Tampoco dudo que muchos se van a ir por la libre, pero esa es cuestión de ellos. Yo no me voy a arriesgar”, narra el joven dealer. “Voy a obedecer”.
“Llegan como un inspector cualquiera”
Perseguidos por el gobierno de Estados Unidos que ha intensificado las presiones contra autoridades mexicanas para detener a Los Chapitos y llevarlos a cortes foráneas, los hijos de Guzmán Loera han trasladado esa presión a los vendedores de sus bastiones y han comenzado una serie de supervisiones aleatorias en sus “puntos”, es decir, casas donde se ofrecen dosis personales a usuarios de drogas, según los dos dealers.
Las supervisiones están a cargo de los jefes de colonia o región, quienes tienen el encargo de avisar a sus superiores si alguien está usando fentanilo. Es el mismo método que usó el Cártel de Sinaloa en la pandemia, cuando auditaban a las tiendas de abarrotes o “aguajes” que vendían clandestinamente cerveza y destilados para asegurarse que el sobreprecio en las latas y botellas diera suficiente margen de ganancias al crimen organizado.
MILENIO buscó a autoridades locales en la Guardia Nacional y la Secretaría De Seguridad Pública para saber si estaban al tanto de estos movimientos y su postura al respecto, pero no hubo comunicación de regreso.
“Llegan así como un inspector cualquiera y te dicen ‘a ver tu producto’ y si sales bien, pues no hay problema. Pero si traes bronca, pues… ya te imaginas lo que pasa”, cuenta.
El 4 de mayo pasado, una carta firmada por Los Chapitos llegó hasta la redacción de MILENIO. En la misiva, los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán aseguraron que no son cabezas en el Cártel de Sinaloa, que su nombre lo usan narcotraficantes independientes de su árbol genealógico y que nunca han trabajado con “fentanilo”, aunque reconocen que en Sinaloa sí hay quienes lo fabrican y comercializan.
Aquel mensaje ya dejaba ver lo que pasa ahora en Sinaloa: en público y en privado, Los Chapitos le han declarado la guerra a la droga que los ha convertido en el villano número uno de Estados Unidos.
Imagen portada: Ariel Ojeda | MILENIO