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Por Félix Cortés Camarillo

Yo no sé con certeza cuando se estableció el adagio de que en el amor y la guerra todo se vale; pero de que es cierto, es cierto. Cuando el ser humano se involucra en cualquiera de esas dos conductas evidentemente irracionales, la primera barrera en caer es la ética: el fin justifica los medios y uno puede acudir a los recursos que le venga en gana a fin de obtener el triunfo.

La guerra de esta semana es el conflicto entre el grupo terrorista Hamas y el estado de Israel. Lo único de lo que podemos tener certeza es de que un lao y del otro ha habido muertos, heridos y destrucción. Todo lo demás se hunde en el lodo de las ideologías y los partidarismos. Eso no es nada nuevo: cada quien mira la realidad según el cristal que tiene ante sus ojos. Lo que hace esa vieja realidad una circunstancia muy preocupante es la incursión de la nueva tecnología en las artes de la propaganda.

Entre muchos juicios, opiniones, proclamas, insultos y otras aberraciones, llegaron a mis sitios de contacto de redes dos grabaciones dramáticamente inquietantes. En una se veía niños de, aparentemente, 3 a 5 años de edad. La leyenda que acompañaba las imágenes en movimiento afirmaba que eran niños en poder de los terroristas de Hamas. No había remitente identificable ni datos adicionales que sustentaran lo ahí escrito. Casi al mismo tiempo pude ver una grabación en video del primer ministro de Israel, Nethanyaju, hablando en escenario de conferencia de prensa, supuestamente en hebreo. Los subtítulos de la supuesta traducción decían que el gobierno de Israel había tomado la decisión de desarrollar, armar y utilizar en las 48 horas siguientes armas nucleares en la franja de Gaza.

Ambos mensajes resultaron apócrifos, lógicamente. Aayer se sumó a estos fenómenos otro de suma gravedad: en conferencia de prensa, el presidente de los  Estados Unidos asumió como cierta y propia, la versión dada por medios israelíes partidarios de un lado, de la decapitación de niños por parte de los milicianos de Hamas. Joe Biden dio por cierta la noticia y casi aseguró haber visto las imágenes de la barbaridad. La misma Casa Blanca tuvo que corregir la metida de pata de su jefe, que no es la primera vez que cae en la tentación.

Sin embargo, en el subconsciente colectivo habían dejado al menos vestigios de una posible conducta inmensamente cruel y una decisión potencialmente letal. Y de que ¡el mismo presidente de los Estados Unidos! había sido testigo de tal crueldad. 

Con mucha frecuencia, las llamadas redes sociales han sido aprovechadas para difundir toda suerte de mensajes falsos y tendenciosos en torno a temas probablemente menos candentes que este, y por lo general ligados a la política local o nacional.

La facilidad con la que se pueden enviar mensajes noticiosos hoy en día ha sido un avance tecnológico y social de grandísima importancia. De hecho, ha democratizado el proceso informativo, al ponerlo al alcance de cualquier persona que tenga acceso a la telefonía móvil. Al mismo tiempo, sin embargo, está enviando una advertencia que a veces nos pasa inadvertida: no todos los contenidos que se difunden por internet son necesariamente ciertos. Si nos ponemos a reenviarlos de manera automática e irreflexiva, les estamos concediendo una verosimilitud que no meecen y que abona en nuestro propio desprestigio.

Sí, todo se vale; pero no tanto.

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Nos aterran las imágenes de muertos y escombros por la guerra, pero nos dejan sin emoción las noticias de que las acciones de las empresas fabricantes de armas y explotadoras de petróleo suben en la Bolsa.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Por Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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