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Por Francisco Tijerina Elguezabal

El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar. // Winston Churchill

Recibir la herencia de un negocio exitoso y consolidado es una bendición, como también lo es el echar a andar un proyecto, pegar en el clavo y llegar a la cima; pero como dijo el sabio José Alfredo, “no hay que llegar primero, hay que saber llegar”.

A lo largo de la vida he visto cómo negocios exitosos han caído en el precipicio con el paso del tiempo. Falta de atención, descuido, voracidad, pueden ser muchos los factores que hagan que una marca triunfadora pase en muy poco tiempo al olvido.

Me tocó conocer los “Tacos Milo” cuando eran atendidos por su creador, en aquel puesto de madera ubicado en Ruiz Cortines y Edison. Pocos años antes, recién se había instalado don Milo en el sitio, mi padre iba con frecuencia y compraba barbacoa por kilos que luego llevaba y compartía con sus compañeros de trabajo de FAMA.

Cliente fiel, seguí acudiendo y al pasar de los años fui de los primeros en ir a la sucursal que su hija, junto con su esposo, abrió en el Contry. Esmerada atención, sensacional comida…

Pero, de un tiempo a la fecha las cosas han cambiado; sin la supervisión de los dueños aquello ya no es igual, ni en el sabor, ni en los detalles y menos en la atención. Barbacoa fría, llena de pellejos, sin las tortillas recién hechas sino de tortillería y para colmo a punto de echarse a perder, lo único más o menos rescatable era la salsa y una bolsita de cilantro, mucho cilantro, con poquita cebolla que parecía habían cortado con un machete por el tamaño.

No fue una, han sido ya varias las ocasiones en que he podido constatar que las cosas han cambiado y la verdad es una pena. Siguen teniendo clientela, pero de seguir así pronto se irán a buscar otras opciones, si no más baratas, por lo menos con mejor sabor y atención.

Otro caso: hace poco abrió en la entrada de la colonia un carrito de “Rico Panecito” una marca que prepara sus productos en el lugar y cuyas conchas no tienen progenitora.

Con todo y que en Monterrey son contados los días en que la temperatura está fresca y se antoja una pieza de pan, resulta que el domingo, a las 4:00 de la tarde fuimos a comprar y el encargado nos dijo que ya no tenía y que no volverían a cocinar más conchas ese día.

Pues anda, a buscar otra opción que en un santiamén hallamos, más baratas e igual de buenas.

¿Cómo es posible que conociendo el pronóstico del tiempo y sabiendo que se incrementará la demanda los dueños no se preparen no sólo para ganar más dinero sino para atender a sus clientes?

El gusto y preferencia de los públicos son excesivamente celosos y veleidosos, basta un detalle para hacer cambiar de opinión a un cliente y por más fiel que haya sido, una vez que voltea la vista a otro lugar, difícilmente volverá.

¡Que pena!

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Vía / Autor:

// Francisco Tijerina

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Autor: stafflostubos
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