Por José Jaime Ruiz
“La particularidad que presenta el sentimiento de inseguridad consiste en que se fundamenta, especialmente, en la proliferación de pequeños desórdenes”
Reflexiones de Jaume Curbet, quien fue entrevistado por Marcelo Corti, el gran animador del sitio Café de las ciudades:
“(…) el ladrón o el agresor son figuras perfectamente identificables, individualizables, perseguibles, que pueden ser juzgadas y castigadas. Correspondientemente, un robo o una agresión es un hecho concreto, tangible, visualizable, registrable, que permite ser contabilizado y tratado estadísticamente.
“El miedo a la delincuencia parece, pues, inventado para facilitar la imprescindible cristalización en un objeto concreto, cercano y visible de este conjunto de incertidumbres e inseguridades que amenazan tan gravemente la cohesión social.
“(…) en la sociedad del riesgo, el notable incremento de la actividad delictiva, particularmente en sus formas depredativas (hurtos y robos), ha venido acompañando el desarrollo del consumo masivo de bienes semidurables de alto valor económico y simbólico (carros, celulares, accesorios personales, etcétera).
“Ciertamente, la particularidad que presenta el sentimiento de inseguridad consiste en que se fundamenta, especialmente, en la proliferación de pequeños desórdenes, actos de incivismo y, aún más, en la incapacidad para evitarlos. Se trata de una sensación de malestar difuso, aunque basado en una realidad: las incivilidades son la primera forma visible, y a su vez anónima, de la delincuencia urbana. A este malestar difuso se le añade la impotencia, generada por la sensación que estos desórdenes constituyen un problema sin solución evidente. Sin embargo, una lectura atenta de la ‘teoría de las ventanas rotas’ permite advertir que este diagnóstico acerca del aumento de la inseguridad ciudadana no reduce las causas, en absoluto, a la expansión de un vandalismo incomprensible que no recibe el castigo adecuado. Bien al contrario, enfatiza la importancia de la negligencia en la gestión urbana. Entonces, la responsabilidad inicial del problema parece recaer en la negligencia, cuando no en la simple inexistencia, de las políticas públicas requeridas para garantizar el orden social tanto como el orden físico en determinados territorios urbanos. Este es el sentido inicial de la ‘teoría de las ventanas rotas’, que en la perspectiva de la ‘tolerancia cero’ pasa a ser reducida interesadamente a una simple cuestión de ‘mano dura’ policial indiscriminada contra una amalgama –unas veces irrisoria y otras inquietante– de diversos comportamientos urbanos conflictivos. Resulta, pues, imprescindible retomar la intuición inicial –contenida en la ‘teoría de las ventanas rotas’– y considerar conjuntamente tanto la extensión del vandalismo como la negligencia en la gestión urbana. De manera que la mala gestión de la seguridad urbana, en definitiva, constituye un elemento clave para comprender debidamente el proceso de producción de la inseguridad ciudadana.
“(…) La lucha contra una criminalidad de altos vuelos, en una dimensión crecientemente transnacional, parece encajar mejor con el anhelo moderno de profesionalización policial y, a su vez, con una determinada imagen del trabajo policial –asociado al peligro constante en el enfrentamiento con criminales poderosos (crimen organizado)– incesantemente alimentada por los medios de comunicación. Por consiguiente, la vinculación de la imagen policial a la lucha contra la gran criminalidad permite sostener, mediante la indudable visibilidad mediática de las actuaciones reactivas esporádicas, pero espectaculares, la reivindicación constante de mayores dotaciones presupuestarias, de más poderes de actuación, de mejores condiciones laborales y de mayores medios tecnológicos.
“Resulta fácil advertir una inquietante coincidencia entre opinión pública, medios de comunicación y autoridades gubernamentales en el escaso aprecio manifestado por el análisis de las causas (económicas, sociales, culturales) que nos informarían sobre el origen de las diversas manifestaciones delictivas y, por consiguiente, también en la escasa atención a la necesidad de disponer de indicadores mucho más fiables que los actuales (predominantemente de origen policial). Lo cual nos precipita, ineludiblemente, a persistir en políticas de seguridad”.