Por Félix Cortés Camarillo
A pesar de haberse convertido en celebridad por su ejercicio profesional como periodista, político como diputado en el parlamento de la Unión Europea, y por su espectacular modo de conducirse, difícilmente pudo imaginar Carles Puigdemont que iba a ser, como lo es hoy, pieza decisiva para el futuro político de España.
Por lo menos para el destino de Pedro Sánchez, presidente del gobierno español en funciones por confirmar, quien aspira a quedarse en el puesto. En ello se juega también el peso específico del Partido Socialista Obrero Español y de paso a su principal opositor, el Partido Popular, segundo en el escalafón de poder de España, encabezado por el señor Nuñez Feijóo.
Puidgemont, quien tiene sesenta años, fue presidente de la Generalitat de Cataluña de 2016 a 2017, en que fue cesado iniciándole un proceso a él y a cuatro de sus ministros por rebelión y malversación de fondos. Oculto en la cuela de un carro huyó a Marsella y de ahí se fue a Bruselas, desde donde ganó la diputación europea y fama continental por las órdenes repetidas de arresto que lo han llevado a conocer, así fuere momentáneamente, cárceles en Alemania e Italia. Para la autoridad española es un prófugo de la justicia; para él y sus seguidores un perseguido político.
Pues el señor Sánchez, en sus negociaciones con el catalán está empeñado en promover una reforma legal para otorgarle la amnistía, cosa a la que se opone el Partido Popular. De darse, sentaría un precedente peligroso porque hay del pasado terroristas especialmente de la Euzkadi, con procesos pendientes por terrorismo y asesinatos. Lo que vale para uno tendría que valer para todos.
En ese dilema en estos días tiene que resolverse el asunto, en el que la palabra clave es amnistía: perdón y olvido. De ello depende que Pedro Sánchez siga en el poder, o lo ceda al derechista Partido Popular.
Los españoles, que tienen fama de ser dispersos y rijosos entre sí, enfrentan una radical división de opiniones que no admite medias tintas. Perdonar a un presunto delincuente que lo menos que de él se ha dicho es que cometió alta traición. O es baba de perico. Especialmente porque la amnistía concedida a Puigdemont implicaría el tácito reconocimiento del aparato político español a las ansias separatistas –digamos independentistas- de los catalanes. Y de los vascos y de otras autonomías menos beligerantes, profundizando la desunión nacional que tanto necesitan los españoles. Parecería un conflicto ético y político fundamental pero absolutamente anacrónico en estos tiempos que se llaman de globalización y abandono de las corrientes nacionalistas heredadas de siglos atrás.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): A un año de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, que deben ser el primer martes de noviembre del 2024, el Partido Demócrata no tiene ni por asomo un candidato firme y fuerte para competirle a Donald Trump, con un presidente Biden con popularidad demeritada: qué Dios nos coja confesados, pero más del cincuenta por ciento de los ciudadanos estadunidenses verían con agrado el regreso del pelipintado a la Casa Blanca. Y entonces sí vamos a saber lo que es canela fina.
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