Por Carlos Chavarría
La opinión de casi todos los analistas económicos del mundo coincide en que a nuestro país le espera a la vuelta de la esquina un gran futuro para convertirse, ahora sí, en un jugador de clase mundial que podría empezar a marcar tendencias. Así nos ven desde fuera.
¿Cómo nos vemos nosotros? En las conversaciones corrientes que sostengo, siete de cada 10 personas están preocupados por la incertidumbre de lo que va a ocurrir. La inflación continua su curso, la violencia no cede, y el poco crecimiento económico se sostiene en el gasto público y la inversión extranjera. Hay miedo y este no es buen consejero, ni produce confianza.
La razón de esta condición tan opuesta en las visiones es la mala política que practicamos y las elecciones en 2024. Los políticos están mostrando su peor lado y ensuciándolo todo. Desde los escalones más altos del poder de cada región del país se está inspirando el ensuciar las elecciones y prepararse para no aceptar los resultados que sean. La movilización confrontataria.
De las redes sociales ni hablar, ya están demasiado contaminadas por un proceso electoral que empezó en 2018, que continuó todos los años que lleva esta administración y muy seguramente no concluirá nunca, pues la democracia está ensuciada por las excrecencias y badomías deformantes que se le han insertado desde el poder presidencial.
El perifoneo electrónico de los medios, usado como táctica por todos los actores políticos es tan ensordecedor que hasta el mismo presidente no deja escuchar la débiles arengas de su candidata, haciéndola parecer tímida y maniatada. No se sabe cómo es que sin conocer siquiera su mortecina voz hay tantas encuestas que la señalan con una enorme ventaja, misterios al fin.
Si es verdad que la política es sucia, pero hay que hacerla al menos con decoro, por ello, la vida en democracia implica riesgos, porque si su mantenimiento depende de medios políticos hay lugar para que se produzcan equivocaciones que si no son corregidas pueden provocar el quiebre de todo el sistema-nación y su futuro, incluso uno de los motivos que hacen necesaria a la política es la enorme capacidad de equivocación inherente a lo humano. Por eso la democracia requiere instituciones para protegerla y preservarla.
Pero si se atenta desde el poder político o económico contra las instituciones en medio de un proceso electoral, se estaría ante el caso de buscar a como de lugar la ruptura en caso de perder la elección. Así de sucia es nuestra democracia, que se balancea entre volver al pasado autoritario al estilo del viejo PRI y concentrar todo el poder en el dinero.
Nuestra democracia por definición genera gobiernos de minoría, pero con todo el poder concentrado en las manos de una sola persona, y siempre como residuo una sociedad dividida que recela y conspira calladamente para no dar su apoyo comprometido a nadie. Cuando los ciudadanos se manifiestan o forman parte de una organización sin conocer los objetivos de su participación, entonces ésta probablemente servirá más al líder que a ellos.
Debido al diseño del proceso electoral mexicano, que lo fragmenta todo, será muy difícil que el que gane tenga el apoyo de la mayoría de los mexicanos y la prudencia indica que lo mejor sería que la presidencia saque sus manos del proceso e invite, aunque no crea en ello, a la unidad y la concordia, respetando al menos reglas mínimas de etiqueta política y electoral.