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Sheinbaum/Xóchitl… nocaut

Por José Jaime Ruiz

@ruizjosejaime

@lostubosmty

El ascenso de Vicente Fox a la Presidencia de la República no significó una transición ya que fue un cambio en el régimen, no un cambio de régimen. Lo suyo no fue oxigenación, fue degeneración. Con Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo el sistema político mexicano (privatización de la banca, Fobaproa, rescate carretero) fue absorbido por el poder económico trasnacional y nativo (TLC) y el poder político se supeditó al poder económico. Fox, Felipe Calderón (la industria del crimen organizado como sociedad poco anónima: Genaro García Luna) y Enrique Peña Nieto (las reformas estructurales, el cogobierno a través de la partidocracia), llevaron al límite el proceso degenerativo.

Sólo la democracia devolvió el empoderamiento ciudadano a través de Andrés Manuel López Obrador y la Cuarta Transformación. Para volver a ser República, debieron restaurarse los poderes: el poder económico acotado, el poder político en ascenso y el poder ideológico democratizado a través de las redes sociales.

Un golpe (o tiro) de discurso jamás abolirá la realidad. El problema del mediocre discurso de cierre de precampaña de Xóchitl Gálvez son sus propuestas intangibles: el valor de la vida, el valor de la verdad y el valor de la libertad. Contrario sensu, el discurso del cierre de precampaña de Claudia Sheinbaum enumeró tangibles de la 4T y de su jefatura de gobierno en la Ciudad de México.

La forma también es fondo: Xóchitl encerró su discurso en la Arena de la Ciudad de México (lugar de espectáculos) mientras que Claudia lo abrió en el simbólico Monumento a la Revolución (lugar de la vida pública). La Ciudad de México proyecta cosmopolitismo, globalización, multiculturalidad, inclusión; Acámbaro, provincianismo, monoculturalidad, exclusión. Guanajuato, inseguridad; CDMX, seguridad. Sheinbaum, pluralidad (hasta Marcelo Ebrard asisitió); Gálvez, la singularidad del pleito entre Marko Cortés y Alejandro Moreno (ni el PRD ni el PRI asistieron al cierre de Xóchitl).

Después de cinco años de gobierno obradorista la oposición ha entendido nada. Oponerse no es necesariamente resistir. El poder económico que importa (Carlos Slim, Larry Fink / BlackRock) está a favor de la 4T: se enriquecen sin problema. El poder ideológico que detentaban los grandes medios televisivos, radiofónicos y de prensa, disminuyó en ese sexenio, sobre todo por el ejercicio pedagógico de las mañaneras y la horizontalidad democrática de las redes sociales.

La infame turba digital que acompaña a Xóchitl Gálvez tiene como líderes de opinión a personajes sin crédito. No se trata de “matar” al mensajero sino que el propio mensajero (Carlos Loret de Mola, por ejemplo) se inmoló históricamente con sus montajes; dar por verídicos sus “reportajes” es un auto de fe, nunca de razón o raciocinio.

No hay confianza sin credibilidad o el irracionalismo declarado (“la destrucción de la razón”, Lukács). Frente a la horda digital, López Obrador construyó la “revolución de las conciencias”, no la irracionalidad políticamente emotiva sino, más allá de este conocimiento ordinario (Gramsci), la conciencia social que hace al sujeto un sujeto político.

En la narrativa de estas elecciones la “novela siempre gana por puntos, mientras que el cuento debe ganar por nocaut” (Julio Cortázar). Ni aduana ni mero trámite ni el abstencionismo como verdadero adversario (Mario Delgado). Ganar por nocaut la precampaña no significa que se cumpla el Plan C en las urnas. Hacen falta los puntos, el sujeto político y su voto. Al final, la pregunta pesimista no es si la izquierda sobrevivirá a AMLO sino, desde el optimismo, cómo la izquierda trascenderá a Andrés Manuel López Obrador. En efecto: no un cambio en el régimen, un cambio de régimen.

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// José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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