Por José Jaime Ruiz
Para algunos los viajes deslustran, es el caso de Xóchitl Gálvez: cada vez fracasa mejor. La candidata del Frente Amplio no aprende, se regocija en el error, su pedacería electoral la disemina en Nueva York, Washington y Madrid con sus imágenes digitales (the crack up).
Los negativos la siguen arrastrando hacia abajo. No se puede danzar sobre el abismo cuando todo tira en su contra, consensuado o no.
Los mensajes como pésimos mensajes. En Nueva York propició el voto inmigrante, pero en su contra. Estrafalaria escapista, quiso burlar a los manifestantes y lo suyo fue múltiples burlas, memes, en redes sociales; un compañero de ruta, Rafael Elías, mostró todo lo que los patrocinadores de Xóchitl (Claudio X. González y secuaces) son: racistas, clasistas, supremacistas, unidimensionales. El voto inmigrante emigró del PRIAN.
En Washington fue el hazmerreír bilateral por su pronunciación del idioma inglés. Su seria propuesta de regresión neoliberal fracasó ante la evidencia de su candidatura cómica. Quiso impulsar la narrativa de un presidente narco (Andrés Manuel López Obrador) y una narcocandidata (Claudia Sheinbaum) aprovechando el nado sincronizado de una investigación cancelada de la campaña de López Obrador en 2006. En Washington quiso vender la patria como si vendiera gelatinas.
Si se quiere construir una campaña negra en contra de la 4T no basta con pagar millones de bots en las redes sociales, también se trata de persuadir y cuando se trata de persuasión no hay que imponer únicamente la narrativa, también hay que lograr que la percepción supla a la realidad.
La estafa llamada Xóchitl puede ser muchas cosas, menos estadista. Su imagen, sus actos, su gesticulación, su torpe coreografía la traicionan. “Forjándose en virtud de ‘prohibiciones, construyéndose mediante anulación de actos, mediante neutralización de trayectorias, de censuras de gestos y posturas’ (Veron, 1987), el personaje parece fundar su legitimidad para gobernar la sociedad mostrando primero que sabe gobernar su cuerpo” (Política y medios. Jean Mouchon). Xóchitl, a diferencia de la cuasi estoica Sheinbaum, no sabe gobernar su dilatado cuerpo, sus gestos, sus emociones, su saltarina imprudencia. Menos, mucho menos, sabe gobernar la propaganda que le imponen las fotografías públicas.
Al atemperar el enorme error de nombrar a Francisco Cienfuegos como su delegado o coordinador de campaña en Nuevo León, la bolita la avienta a otro lado. La culpa es de Alejandro Moreno; el desliz, de Santiago Creel. Francisco Cienfuegos le llegó a los aparejos. Cienfuegos es un personaje siniestro en Nuevo León, viene de perder la alcaldía de Monterrey contra Luis Donaldo Colosio; el PRIAN también fue derrotado por Samuel García en la competencia por la gubernatura.
Cienfuegos se suma a la sustracción de esta campaña que ya tuvo su alto nivel de corrupción en las negociaciones hechas públicas por Marko Cortés para repartirse el pastel de Coahuila. Cienfuegos es investigado por evasión fiscal, lavado de dinero, enriquecimiento ilícito. Xóchitl no sólo defendió, también solapó al priista al asegurar que las indagatorias eran un ataque del gobierno de AMLO y que ella no tenía evidencias en contra de su protegido.
Al presentarse jocosamente con los impresentables (Francisco García Cabeza de Vaca, Felipe Calderón, Francisco Cienfuegos), Xóchitl se hunde más o, para decirlo desde el pesimismo de Samuel Beckett: “Lo intentaste, fracasaste, no importa. Inténtalo de nuevo. Fracasa mejor”. Experta en el fracaso, Xóchitl Gálvez.