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Por Félix Cortés Camarillo

«Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía ahí.»

En esa frase, Tito Monterroso, un guatemalteco que nació en Honduras, resumió el formato de un cuento, una historia o un poema, como otros lo habían hecho antes con “una rosa, es una rosa.” o “en lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme” o luego, el más reciente célebre “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…”

La verba nueva ha trocado el ciego testimonio de Monterroso, la desbocada imaginación de don Miguel y la imaginería febril de Gabo, en la simpleza de “yo tengo otros datos”.

La evolución de nuestro idioma le lleva a su destrucción. Así sucedió, afortunadamente, con el latín, de cuya vulgata nacen –entre otros– el italiano, francés, rumano y el español. Así, de las lenguas latinoamericanas han emergido vocablos y modismos que nos enriquecen y nos hacen valiosos.

En el principio fue el verbo, decimos los que en ello creemos.

Estamos aprendiendo a entender que en México, en el gobierno “aquí digo porque digo” y mi palaba es la ley. Yo tengo otros datos.

Al final, estará la palabra. El único enigma que no sabremos descifrar es lo que pasará la mañana siguiente, cuando el dinosaurio ya no esté.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Lean nuevamente lo que dijo el ingeniero Carlos Slim. Ahí hay futuro para este jodido país.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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