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Por José Francisco Villarreal

Nunca he estado ni estaré en Roma. Sí sé que la Columna de Trajano está en una plaza, frente a Santa María de Loreto. Lo sé porque alguna vez discutía con un amigo muy versado en arte sobre un francés que esculpió la estatua de Santa Susana, que está en ese edificio. La discusión era por esa manía humana de materializar los mitos. La escultura quedó al final como un bello adorno en el templo, porque el papa Paulo VI sacó a la presunta santa del calendario litúrgico, por improbable. Así es la santidad, un tema de fe. Con y sin reformas litúrgicas, seguimos rezando a santidades improbables y hasta imposibles, sobre todo en política. Trajano “Dácico” no tuvo mucha suerte. Su estatua coronaba la columna que celebraba su triunfo en Dacia, hoy Rumanía. A pesar de tanta “gloria”, Senatus Populusque Romanus agotaron su fe en el imperio, así que tumbaron la estatua de Trajano y pusieron la de San Pedro. La columna está ilustrada con relieves de las grandes victorias de Trajano que, tan sólo con los ahorros que le birló al rey dacio Decébalo, engordó al tesoro romano. Los relieves son una marcha magnífica, victoriosa, deslumbrante, apoteósica. No son avaros en mostrar la dignidad de los guerreros ni las riquezas que “embargaron” a los pueblos que derrotaron. Si le quitamos los títulos imperiales y la legitimación política, la columna de Trajano acaba siendo un desfile de ladrones y asesinos.

No es por comparar, porque sé que mi mente dañada por la edad y los excesos funciona cada vez peor, pero no pude evitar que la marcha F18 me remitiera a la columna de Trajano. Imagino que en caso de que Bertha Xóchitl ganara las elecciones o que Estados Unidos la impusiera como presidenta, su por ahora arcano proyecto de gobierno incluiría como primer punto reubicar el astabandera del Zócalo en un lugar más discreto y levantar ahí, sobre los simbólicos viejos cimientos del patriotismo, una columna semejante a la de Trajano, con relieves que describan todas las marchas de los “intocables” que han desplegado en CDMX y el país. En la cima habría debate entre una estatua de Claudio X o de Lorenzo. Si me lo preguntan, yo preferiría a Lorenzo; Claudio sería anodino e impresentable hasta en estatua. Además, tendríamos que añadirle una banderita con 51 estrellas y trece barras.

Si alguien supone que quiero minimizar la marcha F18, está muy equivocado. No sé las cifras del contingente capitalino ni nacional. Como sea, fue numerosa y sí ha sido una marcha por la democracia. Para empezar, porque demostró que en este régimen no hay ni represión, ni autoritarismo, ni dictadura, ni mordaza a la libertad de expresión. La marcha rosa fue un éxito, y no hay que confundirla con la “fuerza rosa” de Bertha, ¡de ninguna manera!, pero si alguien se confunde tampoco hay que coartar su Libertad de Confusión, sería antidemocrático. Son casualidades de la democracia como aquella campaña por las coordinaciones de dos frentes políticos que muchos malpensados confundieron con campaña electoral. Finalmente fueron “precampañas” muy positivas, porque cada una demostró el tipo de democracia que ofrecen: una elección que fue muy reñida y cuestionada entre candidatos, o un reparto de candidaturas entre líderes de partidos y un empresario (verbigracia: Acuerdos en Coahuila).

Respecto al Decálogo de los marchantes rosáceos, estoy de acuerdo en lo general. El gobierno no debe meter las manos en las elecciones, ni el de México, ni el de Estados Unidos, ni algún otro. Enfatizaría la advertencia sobre Estados Unidos, que siempre lo hace; y ejemplificaría con todos los sexenios anteriores del PRI y el PAN, que siempre lo hicieron. De acuerdísimo con no desviar recursos públicos a las campañas, especialmente para el excesivo financiamiento de partidos. ¿No han notado que durante cada proceso electoral aparecen partidos de la nada, y regresan a la nada al día siguiente de las elecciones? Parece buen negocio. Sí me parece bobo que señalen que los programas sociales son un derecho constitucional. Pero eso no es garantía. Los derechos constitucionales se han limitado y hasta eliminado durante los sexenios anteriores. Eso es lo que teme la gente. Le soplamos al jocoque por puro instinto.

Ni hablar del trabajo autónomo e independencia del INE y el TRIFE; es necesario. Habría que añadir que esa autonomía e independencia debe serlo también frente a partidos políticos, empresarios, y cualquier poder fáctico o táctico, pero sobre todo libre de cualquier filia o fobia de magistrados y consejeros.

Acerca del financiamiento del narco en campañas, nadie podría aprobarlo. Pero antes de acusar al gobierno actual, deberían preguntar a funcionarios de gobiernos anteriores acerca de cómo funciona ese negocito.

Los documentos públicos del proceso de Genaro García Luna podrían ilustrar mejor el tema, o aquellas declaraciones del ex líder “Templario” Servando Gómez, “La Tuta”, donde señala el intento de negociación con él por parte de Luisa María de Guadalupe Calderón Hinojosa, “Cocoa”, la hermana de Felipe de Jesús. 

En este decálogo rosado se exige que la cobertura mediática de las elecciones sea pareja. ¿Es en serio? No importa tanto la cobertura sino el matiz. Si algo ha sido evidente es la cobertura de hasta un estornudo de una candidata como si fuera un nuevo derecho social. La cobertura para el frente cardiaco, ahora también rosado, ha sido normalmente nutrida y positiva; para el frente oficialista es generalmente negativa directamente, o indirectamente en campañas orquestadas desde la “oposición”. Algunos diarios y noticieros ya son hasta predecibles. Si hablan de detener las noticias que pronostican un triunfo, supongo que se refieren a un triunfo oficialista. En todo caso deberían pedir que se prohíban las encuestas, o demostrar que son parciales. Algo que, por cierto, es más probable que acabe perjudicando a la señora de la Fuerza Rosa. 

Sí tienen razón, debe haber observadores, además de los de cada partido en contienda. Esos deben ser seleccionados e invitados por el propio INE, como atinadamente informó Luis Almagro a la despistada Bertha X. Los partidos ya tienen sus observadores, ni les corresponde ni tienen que ir a pedirlos ni a Estados Unidos o a España. Eso sería una invitación a la injerencia extranjera. Ahora que, respecto a la importancia del voto de los legisladores, es indudable. El problema no es ese, sino el voto orquestado desde afuera del recinto legislativo, desde afuera de la obligación de cada legislador con sus electores, y sobre todo desde afuera de la conciencia de cada cual. Puede justificarse en los plurinominales, sean mercenarios o prófugos, porque no representan a un solo ciudadano. Ya son sólo parásitos.

Al final está la joya de este decálogo rosado. “Que todas las mexicanas y todos los mexicanos estén conscientes de salir a votar para defender democracia y libertad”. ¿Se puede ser más tonto?

Aunque a veces se equivoquen, o sean traicionados por gobiernos y autoridades electorales, los ciudadanos no salen a votar para defender la democracia y la libertad, salimos a votar para ejercerlas. La democracia y la libertad no están en peligro en México por culpa de los electores. Lo estuvieron y sufrieron cuando los electores eran desanimados, forzados, engañados, coartados, comprados, intimidados… Así fue durante años. La marcha F18, curiosamente, reúne varios de esos factores que nos hicieron desconfiar de nuestro voto. Es sólo cuestión de ver quiénes han convocado a la marcha y cuál ha sido su actividad política y mediática en los recientes seis años. Sin contar con que quienes han invocado al narco han sido precisamente esos convocantes, y que la inestabilidad y el miedo que causan por eso despeja el camino para una posible intervención de Estados Unidos. Tal vez exagero un poco, pero no me equivoco: la derecha está enloquecida, hace campaña hasta en el extranjero.

En resumidas cuentas, esta marcha F18 ha sido una marcha democrática pero no para defenderla, ni a las instituciones, ni a la libertad, sino a favor de un frente de partidos sin más proyecto que la sedición y cuya candidata es la más torpe en campaña de las que he visto en mis más de seis décadas de vida. Si le hubieran preguntado por quiénes van a votar a cada uno de los marchantes, la respuesta es obvia: voto rosa masivo y a ciegas. Hay algo que no me cuadra en la anterior elección presidencial y puede ser un demérito en esta. Para que don Andrés fuera presidente, tuvo que haber un voto masivo irrebatible, único antídoto contra las transas del INE y el TRIFE. Durante años el ciudadano comprobó que no valía la pena analizar candidatos, era lo mismo con todos, así se llegó al voto masivo por uno solo; no resultó por campañas sino en legítima defensa. Eso disminuye a otras opciones políticas y está a punto de desaparecer partidos. Entre menos opciones hay, la democracia se hace más dependiente de la honestidad de unas pocas, y eso no es sano. Pero Morena y sus aliados no tuvieron la culpa sino esos que ahora exigen defender una democracia que ellos mismos estaban destruyendo. ¡Felicidades marchantes de F18! Gracias por mostrarnos en el Zócalo y en otras ciudades, quiénes son los verdaderos enemigos de la democracia, unos deliberados, otros ingenuos. Sean 90 mil o 700 mil; eso no importa. Noventa y tantos millones de electores están tan agradecidos por la exhibición que hasta podrían proponer una columna como la de Trajano celebrando la marcha. Eso sí, en un lugar más discreto y adecuado… ¿New York, Washington, Madrid? Ahí sí podrían poner a Claudio X en la cima, al cabo ni lo conocen. Si confunden el 5 de mayo con la Independencia, podrían hasta creer que es Miguel Hidalgo.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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