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Crónicas del Chapeados: “Don Nati”

Por Francisco Tijerina Elguezabal

“El vino siembra poesía en los corazones.” // Dante Alighieri

Como casi todos los vecinos del barrio del Mediterráneo, don José Natividad González González fue cliente durante muchísimos años del Bar Progreso, mejor conocido como “El Chapeados”, a donde acudía al mediodía a tomar unas cervezas y un tequila y departir con los amigos.

Hombre de gran cultura y amena charla, fue padre del ex gobernador José Natividad González Parás y en su honor algún parroquiano llevó y colgó un retrato del político en la pared cercana a la punta de la barra que regularmente ocupaba el padre.

Bromista y bohemio, cantaba y contaba chistes, pero su mayor virtud era contar con el respeto y la estima de todos los clientes.

Viudo, “Don Nati” como le decían, era proclive a coquetear un poco con las meseras de los restaurantes y cafés que frecuentaba, haciéndolo siempre con respeto y de una forma simpática que evitaba que nadie se ofendiera de sus halagos.

Cierto día se quedó tomando café en el Palax de la calle Hidalgo y le llegó el mediodía, de manera que se le antojó un tequila y lo pidió a la mesera que, como la de la canción, “estaba requete tres piedras”; la mujer lo sirvió y Don Nati, sin quitarle la vista de encima, tomó del centro de la mesa lo que él creyó era una salero pero en realidad era un pimientero y le echó con singular alegría a su bebida para luego, de golpe, tomarse el shoot sin mirar el contenido, lo que le provocó un intenso ardor de garganta y un ataque de tos.

Apenado o enojado, vaya usted a saber, Don Nati se fue del lugar y le pidió a su chofer lo llevara al Chapeados donde llegó urgiendo le sirvieran una cerveza para quitarse el mal sabor del tequila con pimienta que aún traía en la garganta y tras dos largos sorbos se puso a platicar a quienes ahí se encontraban lo que le acababa de suceder.

Fue entonces que se corrió la voz en “El Chapeados” y desde ese día a cada bebida que pedía “Don Nati” no faltaba parroquiano que le preguntara: “¿lo quiere con pimienta Don Nati?”, a lo que el viejón respondía refunfuñando y alzando el brazo en forma de escuadra con el puño cerrado, aunque también se reía al recordar la anécdota.

Finísima persona, un hombre para recordar, que forjó una hermosa familia y que disfrutó de sus últimos años acudiendo diariamente a la punta de la barra del Chapeados.

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// Francisco Tijerina

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Autor: stafflostubos
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