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‘Halcones’ de Guerrero lanzan grito de auxilio a través de videos de golpizas

Rolando cuenta con calma los huesos rotos que le dejó el cártel de Los Rusos. Uno, dos, tres y cuatro: pómulo izquierdo, codo derecho, muñeca derecha y un dedo anular. Las primeras dos fracturas fueron a puñetazos, las otras con un palo que los criminales en Acapulco llaman tabla domadora porque, dicen, hasta los más leones se amansan con sus golpes; Publicó MILENIO.

“Estuve casi tres semanas sin trabajar, tirado en la cama por el dolor”, cuenta Rolando, checador de una compañía de taxis en la zona de Caleta. “Me dieron porque no avisé a tiempo que había militares en la zona. Les dije que fue porque mi teléfono es viejo y no tiene para WhatsApp. Se los enseñé, no me alcanza para un buen teléfono, pero ni así”.

Cuatro checadores en bases de transporte público en Guerrero conversaron con MILENIO a cambio de anonimato para contar cómo ha sido sobrevivir en ese oficio en los últimos meses, cuando han circulado videos en redes sociales de contadores de pasajeros siendo torturados, mientras el estado atraviesa una crisis de seguridad pública que ha provocado que obispos negocien treguas con el crimen organizado para que camiones, combis y taxis vuelvan a circular por las calles y regrese algún sentido de normalidad a la entidad.

Los habitantes sufren la violancia | Cuartoscuro

Los checadores —dos en Acapulco y dos en Chilpancingo— coinciden en que, contrario a lo que piensa la mayoría de la gente fuera del estado, no sólo son amenazados, golpeados y asesinados por omisiones o errores en sus reportes como “halcones forzados”, sino que hay un amplio catálogo de acciones a las que están obligados y eventuales faltas a los reglamentos del crimen organizado que los ponen en riesgo todos los días.

“Se hicieron virales dos videos y por ahí andan circulando otros más en internet, pero eso es sólo una pequeña muestra de lo que nos hacen: te dan con la (tabla) domadora, te madrean con las llaves de cruz, te dan toques con los cables para pasar corriente. Y todo eso lo graban y lo mandan a otros compañeros para que sepan que van en serio.

“Esos videos de golpizas que andan circulando en internet no los suelta la maña. Los sacan los propios compañeros como un grito de auxilio al país: para que entiendan que acá en Guerrero estamos totalmente indefensos”, dice Rolando, cuyo sueldo mensual ronda apenas los 6 mil pesos.

“Somos sus soldaditos”

Misael, checador de otra base en el puerto, ahora cercana a la colonia popular Emiliano Zapata, no pudo caminar sin dolor entre enero y febrero pasado: un jefe del CIDA o Cártel Independiente de Acapulco le dejó caer a los pies un bote con cemento que le fracturó dos dedos. Su falta fue haberse presentado a trabajar con sandalias, el calzado más común en el caluroso municipio.

“Ya ni eso te permiten, porque te revisan hasta el uniforme. Según ellos, una vez que te cobran, ya eres de su ‘empresa’ y los huaraches no están bien vistos porque ‘son de indio’. Te obligan a traer tenis o zapatos por si hay que salir a bloquear la carretera por uno de ellos. Dicen que hay que estar listos siempre, como sus soldaditos”, se queja Misael.

La Secretaría de Seguridad Pública (SSP) reportó la reactivación del transporte público | Cuartoscuro

El CIDA también impone su propio código de comportamientos para los checadores que bajo su dominio son vigilantes y bloqueadores de caminos: no pueden beber alcohol ni ingerir drogas, tampoco comer acompañados para no distraerse y, si alguien falta por una enfermedad, debe ser por causa grave —a consideración del jefe de plaza— y estar respaldada por un comprobante médico oficial. Un incumplimiento puede ocasionar desde un hueso roto hasta ser asesinado con saña.

Hombres armados incendiaron un camión urbano de transporte público | Especial

A esos grupos hay que agregar 10 más que están repartidos por todo el estado, según un informe elaborado el año pasado por la Secretaría de la Defensa Nacional y consultado por MILENIO. En total, 16 grupos criminales que incluyen a Los Tlacos,Los Ardillos , La Nueva Familia Michoacanael Cártel Jalisco Nueva Generación y más.

En Chilpancingo, Jaime está bajo la bota de Los Ardillos, liderados por el clan Ortega Jiménez. “Yo, por ejemplo, soy de los transportistas del llamado Circuito Azul. Y ahí yo reporto a cada pollo (migrante). Si la cuenta no corresponde con lo que tiene otro checador al final de la ruta, le dan una golpiza al chofer porque creen que se está quedando el dinero del ‘pollo’ o me torturan a mi por contar mal. Esto se volvió de vida o muerte”.

La policía estableció un cerco perimetral en Guerero | Cuartoscuro

“Te graban y te humillan frente a todos. Le mandan tu video a tus compañeros, a tu esposa, tus hijos. Eso es lo que más me duele. La cabeza como sea, pero que mis hijos hayan visto cómo me hablaban, cómo me hacían que bajara las manos para que me pegaran a gusto, los insultos… eso duele más que cualquier golpe”, dice Jaime.

Bonos condicionados

Del otro lado de la línea telefónica está Rigoberto, checador en un lugar de Chilpancingo que no quiere decir, pero bajo control de Los Tlacos. Además de halcón de militares, vigilante de policías, contador de pasajeros y migrantes, bloqueador de calles y vendedor de drogas, el cártel que engendró la autodenominada Policía Comunitaria General Heliodoro Castillo lo obliga a ser acosador de desplazados por la violencia, líderes ambientalistas, periodistas y sacerdotes.

“Si veo uno, aviso. Y si sospecho, aviso también. Y me pesa, ¡cómo no! Sí, yo sé que hay gente inocente a la que le estoy aventando a los malos, pero no me dejan de otra”.

Los cuatro —Rolando, Misael, Jaime y Rigoberto— son parte de un esquema particular de pagos y castigos que han implementado los grupos criminales en Guerrero, según la Canaco-Servytur en Acapulco: después de ser reclutados forzosamente, todos reciben un bono que va entre los 2 y 4 mil pesos por un trabajo bien hecho y para garantizar su lealtad con los jefes.

A veces se les paga puntualmente en el último día del mes, pero a veces el efectivo escasea y los pagos pueden retrasarse hasta tres meses y sin derecho a quejarse. Lo que nunca se retrasa es la tortura: esa llega puntual cada vez que un checador desesperado comete un error, a veces tan simple como llevar el calzado equivocado.

Imagen portada: Juan Carlos Fleicer | MILENIO

Fuente:

// Con información de Milenio

Vía / Autor:

// Staff

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Autor: lostubos
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