Por José Jaime Ruiz
“No sé quién inventó la receta electoral del arroz cocido, pero en México funciona muy bien. La receta consiste en sembrar la idea de que una elección está decidida mucho antes de que suceda. Y no sólo decidida, sino por mucho margen”, escribió hace meses Héctor Aguilar Camín en Milenio. También descalificó: “Las encuestas no se mandan solas, desde luego. Se han convertido de hecho en un instrumento de los estrategas políticos para repartir arroz cocido”.
Aguilar Camín no se manda solo, es un instrumento de Claudio X. González y la oligarquía, aunque el medio de comunicación por excelencia de la derecha, el diario Reforma, indique este martes 19 de marzo que el arroz de la elección ya se coció. “La receta del arroz cocido tiene una larga historia de fracasos, pero sigue siendo plato favorito en nuestra fonda de política ficción”, escribió Héctor y, sin embargo, la gastronomía demoscópica, en el aquí y ahora, lo contradice. En la fonda de la política real, con el desfonde de su candidata –y con el arroz ya cocido–, Aguilar Camín se quemó el hocico.
Miembro del coro de Claudio X./óchitl, el ex canciller de Vicente Fox, Jorge Castañeda, apuntó en El Universal: “Por fortuna, la falsa tesis del arroz cocido, tan justamente detestada por Aguilar Camín, vuelve a ser desmentida, quizás de manera un poco precipitada, por el evento de la oposición el domingo pasado en la Arena de la Ciudad de México. La organización, la logística, el lleno, el entusiasmo, el discurso de Xóchitl y la ‘buena vibra’, colocan de nuevo a la contienda presidencial donde siempre debió estar: competitiva, polarizada, desigual pero imprevisible”.
Por fortuna para la izquierda, el periódico de derecha, Reforma, coloca de nuevo a la contienda presidencial donde siempre ha estado: sin competencia real, con guerra sucia por parte de la oposición –y recomendada por el mismo Castañeda–, desigual pero previsible; en efecto, es Claudia. Y ante la tormenta de mierda diseñada desde la DEA y sus brazos mediáticos como ProPublica y The New York Times, que devino en una explosión de bots inútiles de “narcopresidente” y “narcocandidata”, Andrés Manuel López Obrador sube en su nivel de aprobación… lo que el viento a Juárez.
Otro corifeo, Enrique Krauze, quiso erigirse en “Master-Chef” intelectualoide. Recientemente escribió en Reforma: “Hoy no hay motivo para que la oposición decrete la quiebra de su campaña. Los debates serán decisivos. También los post-debates, que deben promoverse en diversos foros. Las redes sociales juegan ya un papel central. Hay una ciudadanía movilizada y alerta, una franja amplia de votantes indecisos y un público joven al que hay que apelar con respeto y claridad: llamarlos a votar sin ‘tirarles rollo’. El voto es la cifra de su destino. (…) ‘Este arroz no se cuece hasta que se cuece’. Si el ciudadano opositor responde con fe a la fe de su candidata, se correrá la voz y podría ganar”.
Tiene razón Krauze, los debates serán decisivos, pero para sepultar a Xóchitl. Es cierto que las redes sociales juegan un papel central, pero en contra de la oposición, como se vio con el efecto búmeran con la tormenta de mierda de los robots. También existe una ciudadanía movilizada y alerta que, como se demostró en un Zócalo desbordado por Claudia Sheinbaum, apoya sin restricciones a la 4T.
Precisamente lo que sigue para la 4T es atajar el golpe de Estado técnico o blando, desmoralizar al adversario, que desde su estado de decepción inventen un Estado de excepción imposible. Desactivar la tercera etapa del golpe blando, la de “inquietud social” (conflictos y movilizaciones callejeras, protestas por demandas no relacionadas) para blindarse de la cuarta etapa (“desestabilización”) y quinta (“fractura institucional”).
Los conflictos y las contradicciones internas entre el PRI y el PAN desmoronan la candidatura de Claudio X./óchitl. La 4T requiere convencer a los electores de la necesidad del voto útil, del voto razonado, del Plan C. La encuesta de Reforma muestra esta voluntad ciudadana de un Poder Legislativo coherente con el Ejecutivo para democratizar al Poder Judicial.
Claudio, Xóchitl, Aguilar Camín, Castañeda, Krauze y miembros desafinados de la orquesta del Titanic, entiendan, este arroz ya se coció: es Sheinbaum.