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Por Félix Cortés Camarillo

La poca difundida historia cuenta que Fernán Gómez de Guzmán, comendador de la orden de Calatrava, por allá cuando Isabel y Fernando estaban consolidando España y Don Cristóbal acababa reordenar el planeta, hace seis siglos vamos, fue muerto a manos de la chusma del poblado de Fuenteobejuna, (también se puede escribir con v, no mamen) allá muy cerca de Córdoba, en Andalucía.

            Lo menos difundido es que su rival –no en amores, sino en poderes- Don Rodrigo Téllez Girón, Gran Maestre, incitó al poblado a la lapidación y apuñalamiento del comendador, que eran las tradiciones de esos tiempos. El poder es el poder.

            Haiga sido como haiga sido, para citar a clásicos de nuestro tiempo, lo que nos ha dejado la leyenda es la respuesta que da la comunidad de Fuenteovejuna (¿ahora sí?) a la autoridad: “¿Quién mató al Comendador? Fuente Ovejuna, Señor”. La frase equivale a la legitimación del linchamiento, que se ampara en el anonimato implícito de los que ejecutan. No hay más culpable que el colectivo. Especialmente, cuando la autoridad es incapaz de perseguir los delitos evidentes.

            No es la primera vez, pero en Taxco, Guerrero, la niña Camila salió a jugar con una niña su amiga y cercana vecina. Resulta que la niña Camila apareció estrangulada y sus restos despedazados. Las grabaciones de seguridad revelaron que, supuestamente, el cuerpo de Camila salió de la casa a la que iba y –supuestamente- su cuerpo en una bolsa negra de plástico fue metido en la cajuela de un taxi.

            Suponiendo, del verbo supositorio, que todo esto es cierto y que es claro quiénes mataron a Camila. La realidad es que un colectivo anónimo y multitudinario tomó las calles, entró a la casa de los sospechosos y a macanazos mató a una mujer y dejó en el hospital a su marido e hijo. Justicia por mano propia.

            Justicia indebida, desde luego.

            Si tenemos por lo menos trescientos años de vivir en una sociedad democrática, organizada y regida por leyes, la venganza no puede substituir a la justicia. Por más que el rencor y el odio impulse a nuestra acción.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Para información del presidente López –que no habla inglés- le informo que un dime es la moneda de diez centavos de dólar; su amigo el próximo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, le mandó decir el domingo en cadena FOX, que no dará ni diez centavos a la propuesta de Lopitos de que dedique el país del norte veinte mil millones de dólares al desarrollo económico de los países de donde se nutre el trabajo allá en el norte,

‎felixcortescama@gmail.com

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// Por Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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