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Por José Francisco Villarreal

No sé si lo soñé o se trató de una reminiscencia, pero iba yo muy campante caminando por Vicus Tuscus. Venía del Forum Magnum, de compras, pero todo estaba carísimo. Mejor no compré nada y me fui al mercadito que se pone en el Forum Boarium, a comprar pescado, chácharas y un vinito griego que sabe a rayos, pero ya diluido, caliente y especiado queda muy sabroso. Ni en sueños ni en vidas anteriores soy muy sociable, así que iba solo, pensando en ocurrencias, como la limpieza en la avenida. Entonces me abofeteó la realidad, porque sobre la pulcritud de la vía, estaba caminando sobre la Cloaca Máxima, con la que Tarquino (Prisco, no Superbus), el quinto rey de Roma, inició las obras hidráulicas para sacar de la ciudad toda la porquería que se acumulaba en las calles y en los intestinos de los romanos. Un poco de asquito sí me dio. La Cloaca Máxima se expone a la superficie en algunos lugares, pero afortunadamente el resto está oculto en bóvedas talladas en granito. Pensé, ya fuera del delirio y en esta realidad electorera, que la historia de la humanidad sería más precisa si siguiéramos nuestro rastro de basura e inmundicias. Sería un retrato más fiel de cada momento. Tarquino Prisco, además de ser exageradamente mamón, también fue un extraordinario urbanista. Tan bueno que prohibió nuevos “fraccionamientos” si no tenían conexión con la Cloaca Máxima. Así aseguraba que los nuevos asentamientos tuvieran abasto de agua y que no acabaran pudriéndose entre sus propias heces y basura. Ya quisiéramos munícipes y gobernadores así, aunque fueran muy mamones. Pero sospecho que en el fondo Tarquino sólo quería borrar el rastro del detritus de la civilización, que es mayor entre más civilizados seamos.

Es curioso que la Real Academia Española equipare inmundicia con deshonestidad. Es un fastidio innecesario entender cómo la Academia convierte una afinidad en un sinónimo. El hecho es que hay ocasiones en las que se confirma esa alquimia semántica. Lo constaté cuando vi varias publicaciones burlándose del accidente que sucedió en San Pedro, cuando el viento derribó el escenario de un acto de campaña de Movimiento Ciudadano. Omito pormenores y detalles, que ya han sido bastante difundidos y manoseados, y es muy probable que seguirán siéndolo. Cada tragedia, incluso las que involucran a la naturaleza, debe revisarse meticulosamente para encontrar o descartar responsabilidades humanas. No se trata de enmendar la tragedia, porque de haber responsables el castigo no resucita muertos ni cura lesionados, se trata de entender el incidente para luego poder prevenir que se repita. Por supuesto, esta indagatoria está a cargo de expertos. El problema es que las redes sociales encumbran a cualquier pelagatos como “experto”, y en tiempos electorales esta “expertise” se sublima y especializa para desacreditar al “enemigo”. Este género de bichos es el resultado de la evolución natural: un pelagatos dentro de una cloaca muta en un ente asqueroso y lovecraftiano. Cuentan que el Gran Cthulhu fue diputado plurinominal en la república de R’lyeh por la coalición Fuerza y Corazón por el Caos.

Todo el santo día del jueves (23 de mayo), mientras me sofocaba con un ventilador viejo que arroja menos viento que un suspiro, estuve encontrando las más desafortunadas declaraciones de diferentes políticos y comentócratas, discursos que serían más pulcros si se fermentaran en una cloaca. La galería de insensatos y carroñeros es breve, deliberadamente ya no seguí el hilo de sus comentarios en X (antes Twitter); hubiera hallado más mutantes de esta calaña, tan repulsivos como los anfibios que imaginó Lovecraft en Innsmouth, e igual de anfibios. No me sorprendió que Lilly Téllez aprovechara las circunstancias para hacer su chamba de reventadora “libertaria”. Ha sido capaz de cosas peores. Sí me sorprendió el “Monero del bombín”, que se lanza con todo ahora, pero hace algunos años aseguraba que “la gran bronca es tener las vísceras en su lugar, el caricaturista debe tener la cabeza bien fría y dejar del lado el ánimo carroñero”. ¡No, pos sí! Luego estuvo Pedro Ferriz H que con la boca chorreando sacrilegio invoca a Dios para defenestrar a un grupo político. Bertha X, con todo y que fue excesiva, fue más mesurada al cuestionar la “falda guadalupana” de Claudia S. Laisha Wilkins no se quedó atrás, y de politizar la tragedia, insistió en confirmar metiendo más inmundicia al comentario. La entiendo. En las cloacas sólo hay esa materia prima. Y la inevitable Luz Elena, la “reina” del “cash”, que se invistió de jueza y le atribuyó nueve muertos al dizque “esquirol” de Álvarez Máynez. Nada más por no dejar, vi varias veces el video del hecho, y jamás vi al candidato de MC, soplar y soplar para derribar la estructura. ¿Cobarde por correr ante el peligro? No señora. Siglos de condicionamiento social patriarcal también han deformado nuestro instinto de conservación. Al hombre se le ha convencido de que su integridad garantiza la de su núcleo social, y así reacciona ya por instinto; Máynes no hubiera “corrido” si a su lado estuviese alguien de su familia. Cobardes somos los que pretendemos hacer política, o grilla, o escribimos estupideces en redes sociales desde la comodidad de un escritorio o de un teléfono móvil. 

De Mauleón fue lacónico y cáustico con su “¡Sálvense quien pueda!”. El laconismo es muy útil, porque entre menos rollo, más posibilidades hay de parapetarse en la ambigüedad. Podría quedar como una broma inoportuna aislada del contexto trágico del evento. Quisiera pensar que así fue, pero luego dudo por el hecho de que el “burlado” es un candidato al que el frente cardiaco y sus voceros atacan coordinada y sistemáticamente. Si De Mauleón fue poco cuidadoso, el antes defensor de Derechos Humanos, hoy sólo derechista y devenido en perredista por conveniencia “apolítica”, Emilio Álvarez Icaza, se llevó las palmas a la ignominia. Coreando a De Mauleón escribió en X: “¡Hasta la naturaleza les marca la ruta!”. ¡Por lo menos Emilio no invocó a Dios! Al darse cuenta de su “imprudencia” (los zopilotes le llaman “comida”), corrigió: “De mi equipo de redes, hubo un mensaje tremendamente desafortunado sobre la caída del templete en un evento de #MC en Nuevo León. Ofrezco las disculpas que la gravedad amerita. Bajé de inmediato el mensaje, y tomaré las medidas que correspondan. Lamento profundamente los hechos. Mi solidaridad y respeto con las familias de las víctimas, personas afectadas, a los equipos de campaña, personas candidatas y militancia de #MC”. En otras palabras, es algo así como “Yo no fui, fue Teté”. Me recordó tanto a las “Honoradas Matres” en la maravillosa saga “Dune”, de Frank Herbert. Un gobierno aristocrático organizado como una inflexible burocracia donde hasta el menor error se castiga; no importa si se castiga al culpable o a un inocente, pero el castigo debe hacer que se olvide el error. Ni modo, Teté, sufrirás “las medidas que correspondan” por esa publicación.

Cuando era niño, viví a unos cien metros del arroyo Topo Chico. Toda proporción guardada, el arroyo era parte de la cloaca máxima metropolitana de Monterrey. El agua arrastraba todo tipo de porquerías, desperdicios y sustancias alarmantes. Una cloaca a cielo abierto, donde el peligro tóxico no se conjuraba, se distribuía sobre la inocente fertilidad del campo. Así las redes y los medios han lucrado políticamente con esta tragedia, y con la del niño tabasqueño, y con los desaparecidos, y con las víctimas de la inseguridad, y con los óbitos de la pandemia, y con otras, y otras, y otras. ¡Qué horror y qué asco! Mejor vuelvo a mi sueño o reminiscencia, y en ese estado onírico creo haber ido alguna vez a Beneventum. Ahí, tal vez en una tumba o en una vieja pared, leí: “Mientras viví, lo hice como corresponde a un hombre de bien. Lo que comí y bebí es lo único que tengo”. Y me pregunté: ¿Qué obituario merecerán los carroñeros?

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// José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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