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“Quieren poder sin pueblo: ¡al carajo con eso!”

Por Carlos Díaz Barriga

A las ocho de la mañana ya hay ríos de gente en ruta. Afuera de Bellas Artes se oye a todo volumen a Pedro Infante cantando la de ‘Los gavilanes’… Vuelen vuelen gavilanes / y no dejen de pelear / que la suerte de los pobres / en sus manos va a quedar. Grabación de hace casi 70 años, que si la oye el Presidente, la sube a su ‘playlist’ mañanera.

Para las nueve, Zócalo lleno. Junto a Catedral, un ‘cura Hidalgo’ porta en su mano derecha un teléfono celular y en su mano izquierda un estandarte, que en lugar de la Guadalupana, trae estampados los rostros de Hidalgo, Morelos, Zapata, Villa, Madero, Flores Magón y López Obrador, plasmados sobre la bandera nacional. Cerca, una manta que sostienen dos hombres en huaraches de cuero, dice: “Hasta siempre, camarada Presidente. Revolución”.

Las 25 mil sillas ya están ocupadas. Todas las del costado izquierdo, junto a Catedral, por los del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Son miles, sus siglas en playeras blancas los identifican. No hubo acarreo… en camiones. Llegaron por sus propios medios. Los citaron a las cinco de la mañana.

Crónicas del adiós | Carlos Díaz Barriga
Crónicas del adiós | Carlos Díaz Barriga

A las 10, les siguen pasando lista. Arriba, en las atiborradas terrazas del Gran Hotel de la Ciudad de México o del Zócalo Central, la izquierda elite, con buffet a la sombra. Abajo, los de abajo, con hambre, al sol. Los unos no le cambiarían su lugar a los otros. Entran contingentes de Azcapotzalco y otros con banderines de un diputado cualquiera y otros de otro. 

Detrás de cada banderín, hay un costo. Pero también va mucha gente libre, el pueblo. Ancianas y ancianos, en sillas de ruedas o con bastones, familias con niños, obreros y gente joven, treintona. Llevan muchas sombrillas, muchas gorras y mucha paciencia. Las tres cosas que les pidió el Presidente, “porque me voy a tardar”.

La convocatoria se hizo desde ‘la mañanera’. Su único promotor, fue el mandatario mismo. Suena la jarana, con espectáculo en vivo al pie de Palacio. Se les ve a través de las pantallas colocadas en todo el perímetro de la plaza. Ahora suena el clarín. A las 10.35, adelantándose a la hora acordada, el Presidente -tomado de la mano con esposa Beatriz, sale por la Puerta de Honor de Palacio Nacional y camina hacia el elevado templete. Ella se queda abajo con los invitados VIP (familiares, gabinete, funcionarios) a nivel de calle. Él tiene que subir dos metros en una escalerilla tomado del barandal.

Crónicas del adiós | Carlos Díaz Barriga
Crónicas del adiós | Carlos Díaz Barriga

Únicamente está el podio al centro, debajo de balcón central que está debajo de la campana de Dolores que está debajo de otra bandera. A un costado, como escenografía de obra de teatro inglesa, un sillón de ‘cierto pelo’ rojo (que nunca se usa). Y al otro lado, una mesita del siglo XIX – que a lo mejor era el buró de Benito Juárez, vayan ustedes a saber- sobre la cual está una caja dentro de la cual se supone que está formalmente el Sexto Informe de Gobierno. Camina de lado a lado del escenario. Saluda a la gente. Y cuando se le rinden “los honores al Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”, e inicia el Himno, es un hombre solo de frente a la multitud, constatando su poder. Todo el poder.

Vinieron todos a su llamado. A verlo, a corearlo, a agradecerle algo, a despedirlo, a escucharlo diga lo que diga o simplemente a apoyarlo. A mostrar el músculo. Algunos esperaban un mensaje político emotivo. Fue más bien un informe con datos, cifras, obras… algo árido; con algunas pinceladas de conferencia mañanera… como una votación a mano alzada para lo la elección de jueces, magistrados y ministros por voto popular, etc. O una alusión al tema Ayotzinapa: “esa es una asignatura pendiente, pero todavía no termino mi mandato como presidente y vamos a seguirlos buscando a los jóvenes”.

Dos horas y cinco minutos. Sobre advertencia, no hay engaño. Mientras habla, un inflable gigante con su imagen, lo contempla. Y lo contemplan, a 120 metros en línea recta, también las madres y padres buscadores de desaparecidos, que tienen tomada el Asta Bandera hace dos semanas, en espera a que los reciba. A un mismo tiempo, en una cartulina blanca tan cercana como para que él la alcance a ver, dice con plumón negro, “ AMLO: te nombro la octava maravilla del mundo”. Una chava de mando bordar una gorra que dice ‘Te AMLO’ y una anciana ondea una bandera tricolor, que lugar de un águila devorando a la serpiente, trae un ‘amlito’, a manera de escudo nacional. Una chava escribe en una cartulina amarilla: “Presidente, terminamos las licenciatura. Soy docente gracias a tu beca”; cerca, otra jovencita porta otra que dice “Viejón, eres cabrón. Triunfamos en la revolución de las conciencias”.

Sus invitados especiales lo tienen que ver como quien va al teatro a la primera fila. La más especial de los especiales, es Claudia Sheinbaum. Tres veces inicia la arenga de Presidenta. Presidenta, Presidenta. La menciona por su nombre cinco veces. Dos de ellas, para comprometerla a finalizar obras o acciones… va a estar listo esto o lo otro, “¿Verdad, Claudia?”.

El calor ya cala a todos. Reporteros, camarógrafos, fotógrafos, pueblo voluntario, acarreados, gabinete, familia. El sol es bien parejero. Los de las nieves de limón van pasando entre la multitud. Hacen ‘su agosto’, ya en septiembre. Casi termina. El momento donde más ‘prende’ a la gente, cuando dice “lo que quieren los oligarcas es Kratos sin Demos, quieren poder sin pueblo. ¡Al carajo con eso!”. Retiembla en sus centros la tierra. Se desabrocha el saco, levanta la mano derecha para despedirse. Va ante la escolta. La bandera le hace honores a él. Se mete a Palacio. La gente le hace honores a las congeladas. De rompope o de limón. “¡De a 10 varos, de a 10!”

@diazbarriga1

Fuente:

// Con información de MILENIO

Vía / Autor:

// Carlos Díaz Barriga

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Autor: lostubos
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