Por Félix Cortés Camarillo
No sé si el mundo entero se haya portado tan mal, ni quién pueda erigirse en calificador de conductas globales. De lo que no tengo duda es que el mundo no se merece el regalito que el propagandista mayor de la Coca Cola nos está dosificando desde los primeros días de noviembre y que llegará a su clímax el 20 de enero próximo.Se llama el fenómeno Trump.
Constitucionalmente es imposible que después de un segundo cuatrienio en la Casa Blanca pueda Donald Trump alterar de tal forma las leyes, esructuras, instituciones y mentalidad de los norteamericanos, para volverlo a ejercer cuatro años más. O cinco, diez o los que se le dé la gana. Porque a semejanza de Lopitos, en una actitud de elogios mutos, se ratifica como el mandatario que está dispuesto a ejercer el poder total como un orgasmo permanente de sus opiniones convertidas en disposiciones y órdenes inatacables.
Las versión corregida y aumentada de los caprichos de López Obrador alcanzan en los Estados Unidos de Trump una dimensión explosiva y brutal.Lo que en nuestro país resultó un aeropuerto moderno, bien, diseñado y en obra negra derribado a costosos mazazos de indemnización y un elefante gris, lejano, impráctico pero de muy buen ver; o un Tren Maya que opera con pérdidas acumulativas, ocultas por el secreto de los misterios del Estaado mediante edictos emitidos a la velocidad de mimeografo militar.
Pues todo eso, que a los mexicanos nos parece ridículo, en los Estados Unidos toma dimensión trágica.
Los mexicanos pensamos que somos la piñata favorita de Donald Trump quien ya se ganó su pesebre en su muy particular posada. No estamos muy alejados de la realidad. Si el inicio de este tobogán de medidas draconianas amenazan con liquidar el T-MEC, a partir de la obcecación del gobierno mexicano por bloquear el maíz transgénico, en la continuación de este manicomio, Trump pretende recuperar la soberanía, y el cobro del peaje, del Canal de Panamá, una de las primeras piezas de la rebelión de los vencidos de nuestros tiempos.
Pero aún hay más, como decía el clásico: la soberanía nacional mexicana ya está sujeta a los caprichos y chiflazones de Donald Trump, ese regalito navideño que tendremos que soportar al menos cuatro años. Al decretar que los grupos de criminales narcos califican para el mote de grupo terrorista, Trump le está entregando al Ejecutivo el super poder para perseguirlos, por cualquier medio, forma o legión que le dé su gana.
Nada nuevo; pregúntenle a Osama Bin Laden o al comandante Noriega, por cierto panameño.
La expulsión de once millones de inmigrantes indocumentados, para usar un tema muy manido; o el cierre de la frontera con México. La lista es larga y conocida.
La única esperanza que nos queda es que la experiencia nos ha dejado en claro que Trump es un hocicón. Aunque quisiera, no puede hacer lo que promete. Tendría que estar absolutamente idiota para creer que su vapuleado presupuesto que andaba paralizando la administración una vez más tendrá el dinero necesario para expulsar tantos millones de seres humanos, incluyendo famiias enteras. O que puede acabar con todos los narcopolíticos que siguen cobrando en la nómina gubernamental.
Feliz Navidad.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no me dejan entrar sin tapabocas):Estoy en Sinaloa y sí: la gente está molesta y asustada. No tanto por la inseguridad y la violencia. Especialmente por la evidente complicidad desde el muy morenista y muy protegido por doña Claudia y su padrino, gobierno del estado. Que tiene en la mira a García Harfuch par asesinarloo en su primer descuido. Pra que quede claro quien es el que gobierna en México. El crimen.