Nicolás Maduro es uno de los ejemplos más decantados de la explotación de las debilidades ideológicas de las naciones latinoamericanas, que con gran facilidad se adhieren a las teorías de conspiraciones imperiales para explicar todos sus males.
La táctica discursiva más socorrida por los malos gobiernos que han azotado a todos los países de América Latina es asumirse como víctimas de algún tipo de poder superior inmisericorde, extranjero o no, vecino o contemporáneo, poco importa, como método para unir a una nación en torno a un líder.
La historia oficial de los países de América Latina ha sido escrita en términos de sujeción y sometimiento por alguna fuerza explotadora y los pueblos han sido convencidos por sus gobiernos de que ese destino es manifiesto y sin salida, excepto la confrontación y el agrupamiento de todos los que sufren de los mismo.
Los imperios, así como las asimetrías, siempre han existido y existirán, y el proceso histórico también se verá afectado por los desequilibrios en la distribución del poder y el concurso de cada nación en su entorno geopolítico.
Algo que no encaja en el discurso vindicatorio de las izquierdas latinoamericanas es ¿cómo explicar el éxito de un país dentro de otro? Por ejemplo, viven más de 20 millones de mexicanos y descendientes de mexicanos dentro de los EEUU, son un verdadero país, que además son algo muy molesto pero necesario para los gobiernos mexicanos, pues aportan a la estabilidad de la economía tanto como las exportaciones de petróleo.
Los imperios no pueden subsistir por sí solos. El bloque que forman las 8 economías más fuertes del mundo dependen entre sí y del mercado que forman todas las naciones del mundo.
Noruega, Dinamarca, Finlandia, Hungría, Polonia, Lituania, Viet Nam, Corea del Sur, Singapur, y decenas de más países no están dentro de los más poderosos líderes, sin embargo, sus poblaciones tienen, incluso mejores niveles de vida que los países imperialistas y ya son líderes globales en campos específicos, como la salud o la educación.
Carecen de los recursos y potencialidades naturales que muchos de los países de América Latina tienen en abundancia, pero no se asumen a sí mismos como súbditos de nadie ni se inferiorizan ante los retos, mucho menos se aíslan formando grupos de acobardados defendiéndose de un enemigo que existe solo dentro de sus propias sociedades y es su incapacidad real para sacudirse a sus gobiernos corruptos.
Los imperios no se van a ir a ninguna parte, ahí seguirán buscando su beneficio a como dé lugar, mientras tanto en Latinoamérica seguimos esperando a los gobiernos salvadores de la patria mitológica, esos gobiernos que esperan que nunca se acaben los pobres pues son la excusa perfecta para perpetuar su presencia que todo lo envilece.