Por Obed Campos
Los que aún leen periódicos impresos en Nuevo León, tendrán que atenerse a la vieja máxima de hacerlo con mucho cuidado que la sangre que les escurre a las notas no les vayan a manchar los zapatos.
Y no porque los diarios de Nuevo León se hayan convertido de la noche a la mañana en pasquines de nota roja (esos ya se acabaron) sino porque no se puede tapar el sol con un dedo, y los hechos violentos hacen que corran ríos de sangre por las calles de la entidad.
Nada más un dato que publica hoy ABC, el cual dirige mi compadre Toño Martínez: “Homicidios dolosos en Nuevo León suman 738 de enero a agosto del 2021, cifra que supera por más del doble los 289 reportados en igual periodo de 2015”.
En tanto, ayer se celebró con más pena que gloria el primer décimo aniversario de Fuerza Civil, esa corporación que nació modelo de virtudes y ahora es una verdadera piltrafa.
La corrupción y la indisciplina, pese a los mandos militares que la componen, es el orden del día en las filas de ese cuerpo policíaco, pero Jaime Rodríguez no pudo dejar de presumir que le hereda a la próxima administración estatal 5,600 elementos.
En la deslucida ceremonia de celebración, a la cual casi no invitaron a nadie, el gobernador dijo que en 2015 recibió a la corporación con 3,600 uniformados, pero no habló del repunte en la violencia de un 155 por ciento en su sexenio.
¿Proteger y servir? ¿A quién protege y a quién sirve Fuerza Civil, que dirige Aldo Fasci Zuazua?
Lo cierto es que las calles, las avenidas, los caminos y las veredas en el estado tienen dueños y son los delincuentes los que medran.
Por cierto, mal oyó la tropa el discurso del jefe policiaco quien emuló aquello de “abrazos y no balazos”: “…tampoco queremos que haya enfrentamientos delante de todos. Nosotros venimos a mantener la paz, no a provocar guerra”, advirtió Fasci no sé si en su discurso o en las entrevistas posteriores.
¿Le harían su pastel y le cantarían las mañanitas al elefante blanco llamado Fuerza Civil?