Por Obed Campos
Si acaso usted tiene la curiosidad de saber lo que es un municipio fallido, no batalle: voltee al oriente del área metropolitana y ahí, a espaldas del Cerro de la Silla, se encuentra Cadereyta Jiménez, Nuevo León.
En la localidad no existe más ley que la de las bandas de delincuentes dizque organizados, que se dedican a sembrar el terror entre la población y entre los infortunados que crucen por la localidad.
Acuérdese del valor estratégico de Cadereyta: conecta directamente con Reynosa, Tamaulipas, pero tiene salidas también a Miguel Alemán y Nuevo Laredo, lo cual lo convierte en refugio natural y temporal para las parvadas de migrantes indocumentados. Por eso es que han abundado las detenciones masivas de esa pobre gente.
Pero en resumidas cuentas, a un mes de que arrancó la administración del alcalde panista Cosme Leal Cantú, al frente de alrededor de 125 mil jimenences, lo único que el albiazul ha demostrado es que le está quedando grande la yegua.
Aunque Cosme llegó como todos los políticos, con grandes promesas de cambio…
Y muestras de esto, por ejemplo: Roberto Julián Sáenz Garza, no cumplió ni un día como coordinador de Seguridad Pública, en el municipio cuando fue ejecutado en su casa frente a sus hijos. Esto a menos de 24 horas de que arrancó la administración de Cosme.
Este fin de semana, como si la cosa no pudiera estar peor, se dio la renuncia el director de Policía José Benigno Trejo Sánchez “por motivos personales”, aunque trascendió que se debió a presiones de los delincuentes.
Para colmo el secretario de Seguridad, Juan Carlos Galván Benavides, goza de una incapacidad médica, por lo que la corporación se parece a un pollo: pero a un pollo descabezado.
Claro que ante esta situación ya hay varios “valientes” que levantan la mano en espera de quedarse como mandos de la corporación, como Gamaliel Meza Gómez y Antonio Pilar.
En tanto, nada más el sábado los malandros asaltaron una gasolinera y despojaron a dos familias de sus vehículos, con toda la impunidad posible.
OJALÁ Y SOLO FUERA CADEREYTA
En tanto, uno mira a nivel nacional y quisiera, no por mal, que el infierno que significa el reinado de los delincuentes se limitara a una zona definida, como el infortunado municipio petrolero de Nuevo León, pero la trágica realidad nacional recorre, ahora sí, que de costa a costa y de frontera a frontera hechos que componen puras notas rojas.
Trascendieron de la semana pasada los asesinatos y violencia que parecían sacadas de alguna película febril en las otrora paradisiacas playas del Caribe mexicano; crímenes impunes contra periodistas que también abarcan todo el territorio nacional; el drama horrible de los elementos de la Guardia Nacional matando migrantes y la respuesta violenta de esos infortunados devolviendo los golpes y la masacre de niños y jóvenes en estados como Michoacán.
Y aunque ya se vio que la estrategia de los abrazos contra los balazos no funciona y que se registran muchos más crímenes homicidios que en el sexenio ¿fallido? del panista Felipe Calderón, las plañideras de AMLO no quieren ver esta realidad roja y amarga.
Pero lo que sí es cierto es que si los mexicanos somos algún ejemplo a nivel internacional, es nuestra concha para aguantar delincuentes, trajeados y en tenis.
Si no, hay que preguntarle a Mario Delgado, el diputado líder de Morena qué contenían las dos maletas con las cuales salió muy orondo de Palacio Nacional.