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Demasiada historia sin resolver

Por Carlos Chavarría

El recién iniciado conflicto bélico entre la Federación Rusa y Ucrania es una reedición de las turbulencias de 1200 años de historia de toda Europa del Este, que por una parte, siempre han girado sobre los mismos ciclos políticos y económicos, inspirados en las autocracias como forma imperante de gobierno; autocracias que también han orientado su cultura y pensamiento, y por la otra, de haber dejado infinidad de cuestiones sin resolver en total acuerdo y  conformidad de todos los actores participantes.

Todos los países de la Europa Oriental comparten raíces ancestrales y se han alternado en el control de los destinos de esa muy rica región  de nuestro planeta [A Concise History of Russia, Paul Bushkovitch, Cambridge Press, repositorio: Z-Library], pero en especial, Ucrania es el lugar donde nace el pueblo que conocemos como ruso.

Poco representa Ucrania en términos materiales para Rusia si no es que el deseo de volver a ser un solo cuerpo de países eslovacos que compartan las tareas de defensa y sinergia por las razones que siempre han esgrimido sus autócratas de ser un solo pueblo, y de alguna  manera volver a la unidad, aunque forzada, que representaba la antigua URSS, que terminó por desmembrarse al fracasar el experimento colectivista iniciado por Stalin y que concluyó con la caída del Muro de Berlín; dejando múltiples temas e intereses sin resolver, que ahora son la razón esgrimida por Rusia para explicar su decisión para buscar la anexión de Ucrania.

La situación actual respecto a las tensiones geopolíticas evidencian que la Guerra Fría aun no ha terminado y que todo pende de la doctrina de defensa bautizada como “destrucción mutua asegurada” que continúan profesando los verdaderos países en pugna, Estados Unidos y Rusia.

Al igual que la crisis de los misiles de los 60´s del siglo pasado, no es Ucrania la que importa, como no lo fue Cuba en su momento, sino mantener las esferas de control territorial y económico de las zonas naturales de influencia que consideran para si  ambos países y cuyo respeto es la garantía que pretenden para su seguridad.

Todo esto ocurre porque el orden que determinaron para el mundo de la posguerra los tres grandes, no fue suficiente ni concluyente para la estabilidad de un mundo bipolar como entonces, y menos ahora, para uno multipolar que ha ido acumulando tensiones por el disparejo efecto en bienestar para todos y en su sostenibilidad en los términos actuales.

Es buen momento para reconocer que el ecosistema artificial que hemos creado, de economías y culturas diversas sometido al consumismo, ya demostró signos de agotamiento y de su inviabilidad para ser estable en el largo plazo por más que deseemos suponer que no tiene límite alguno.

Esta nueva guerra, usando a cualquier país de excusa propiciatoria, es una muestra más de la fractura del sistema actual que no será la manera en que podamos acceder a un futuro compartido de paz y bienestar para todos.

Mientras tanto, aquí está el mundo degradándose más como si existieran las holguras y márgenes de maniobra para jugar con la paz y la seguridad. Tendríamos que ser idiotas para suponer que extender las fronteras de cualquier país a través del sometimiento mediante la violencia mejorará la condición de inseguridad que priva en la mente de algunos lideres mundiales, cuando la experiencia histórica demuestra que la fragilidad se hace aún más grave.

Está complicado que un mundo manejado en exclusiva por plutocracias sea capaz de flexibilizar los mecanismos de distribución de beneficios hacia todas los pueblos de la tierra restándole importancia a la política basada en zonas de influencia para que podamos encontrar un punto de suavización de las diferencias ideológicas a cambio de sobrevivir a otra hecatombe bélica de mayores alcances que no tendría sentido alguno.

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Vía / Autor:

// Carlos Chavarría

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Autor: lostubos
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