Por Félix Cortés Camarillo
Estoy que me lleva el tren.
Fiel a su probada estrategia de distracción persistente, alejando el interés de los medios y la gente de los asuntos esenciales, el presidente López volvió a las andadas la semana pasada a propósito del Tren Maya. Sin dejar de atacar colateralmente al organismo Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, y a todo aquel que a sus denuncias o posturas se acerque, su punching bag de preferencia, arremetió en contra de un grupo mexicano de jóvenes intelectuales, mayormente actores y cantantes, que hicieron pública una grabación en video en el que con todo comedimiento se dirigen a él y le piden que reconsidere su capricho, que ellos no le llaman así, soy yo, del Tren Maya.
Con toda la boca llena de razón, estos hombres y mujeres que ilusoriamente creyeron que el presidente López está para que aceptar sugerencias, consejos u opiniones que se aparten del ovino elogio que suele escuchar cada mañana, exponen con claridad simple los daños que el proyecto del dicho trenecito ya está causando en el territorio maya. Además de la criminal tala de árboles que ilegalmente ha emprendido el presidente en la zona, los quejosos hacen referencia clara al irreversible daño que las obras que ya están en curso causan al sistema hídrico subterráneo que los mexicanos desconocemos, olvidamos o nos vale madre.
Porque es necesario reconocer que, si bien el presidente López y sus compinches no tienen consideración alguna por el patrimonio de los pueblos mayas que en forma de agua yace bajo la calcárea costra de sus territorios, los que nos quejamos de esa barbarie vemos la viga en el ojo ajeno pero ninguna molestia en el propio. Los datos son crueles.
Solamente en el territorio del estado de Yucatán, hay alrededor de ocho mil cenotes, la mayoría ocultos. Algunos de los más hermosos, dejados al descuido de todos, son lugar frecuente de visitas turísticas tan dañinas como el tren que nos aqueja. Baste decir que a unos pasos de la carretera que va de Cobá a Tulún hay un cenote abierto que se llama, oficialmente, Car Wash: ahí solían ir a lavar sus carros los taxistas. Al tomar muestras de las aguas de los cenotes, el 80 por ciento demuestra alta contaminación. En una sola expedición de salvamento, los buzos sacaron del fondo de ellos siete toneladas de basura, entre las que encontraron llantas, colchones, botellas de plástico o vidrio, pañales.
El asunto no para ahí: los raquíticos entes que se dedican a la defensa del medio ambiente, como el Centro Mexicano del Derecho Ambiental, fundado hace 28 años vinculado a lo que establecía el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, no merece atención alguna. Tampoco merecen atención los ambientalistas atacados con violencia mortal: siete en Campeche, 8 en Chiapas.
Sí, yo estoy de acuerdo. El presidente López con su capricho ferroviario es el gran depredador del territorio de los mayas que tanto dice venerar. Pero nosotros somos sus depredadorcitos cómplices.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): con todo respeto, señor presidente, el otro día repitió usted el sermón de que no va a indemnizar a las compañías de electricidad privadas que resultarían dañadas por su proyecto de reforma energética. Sugerencia: ¿por qué no ya de una vez pausamos las relaciones con los Estados Unidos?
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