Por José Jaime Ruiz
@ruizjosejaime
Se dice que nadie aprende en cabeza ajena y tal vez eso sea verdad. El gobernador Samuel Alejandro García Sepúlveda está cometiendo los errores de sus predecesores: el exorbitante pago a los medios de comunicación televisivos, el gasto superfluo en redes sociales y la renta de algunos columnistas para tratar de (contra) argumentar lo insostenible: la fallas evidentes en su gobierno y en la comunicación social.
El problema de Rodrigo Medina de la Cruz fue creer que la televisión suplía a los medios impresos, como El Norte («Pagan un millón al día por imagen de Medina»). El bombardeo informativo y de imagen no sólo no fue persuasivo, al contrario, fue tan oneroso que, en términos de inversión comunicativa, fue un despilfarro. A pesar de ese derroche, la imagen de Medina de la Cruz «implotó» y explotó: los ciudadanos, en el 2015, lo sacaron a patadas del Palacio de Cantera y su candidata Ivonne Álvarez, sufrió una humillación electoral inédita para el PRI en Nuevo León.
Las expectativas por Jaime Rodríguez Calderón se fueron al pozo a las primeras de cambio. El “cobijagate” lo disminuyó; su campaña presidencial, lo destruyó; la corrupción de su gobierno, lo enterró. Se peleó con las televisoras locales y quiso hacer de las redes digitales su gran caja de resonancia, pero las redes son muy fluctuantes: así como dan vida, matan. El derrumbe del gobierno del Bronco hizo que los ciudadanos lo sacaran a patadas del Palacio de Cantera.
Samuel Alejandro apuesta por un modelo híbrido de un gasto enorme en publicidad. La compra de espacios y entrevistas a modo es parte de la realidad comunicativa de los medios quienes, como los políticos, también se juegan su credibilidad. Unos con sus electores, otros con sus audiencias: “el principio de publicidad se transforma en publicidad sin principios”.
El problema más grave de Samuel Alejandro es que no crea una narrativa sostenible. Inconsistente, la incoherencia de sus líneas discursivas lo delatan. Superado por las contingencias, carece de un proyecto comunicativo estructural. Cuando intenta una narrativa alcanzable (“hambre cero”), las redes lo trascienden con bromas macabras (“agua cero”). La crisis de García Sepúlveda alcanza a ser ya una crisis de gobernabilidad.
Al confundir la civilización del espectáculo con la cultura, Samuel Alejandro propuso un festejo (trágico-cómico-musical) del Día de las Madres que fue reventado por los grupos feministas, y con toda razón. El gobernador ya no puede asistir a un evento público de cualquier índole porque será abucheado. Sietemesino, le tocó parir –y repartir– chayotes. Como candidato, le pegó con todo al presidente Andrés Manuel López Obrador por el pacto fiscal y, como gobernador, se las da al texano Greg Abbott.
“Encontrándose en el centro del modelo, la comunicación política debe responder a estrictas condiciones de equilibrio en cuanto a la expresión de los autores y en cuanto a la representatividad de la palabra en relación con la realidad” (Jean Mouchon. Política y medios. Gedisa Editorial).
Samuel Alejandro ya entró en su etapa de declive, el eje Jalisco-Nuevo León es otro alucine de Alejandro Junco de la Vega. Desesperado, trata de echar toda la culpa de los feminicidios en Nuevo León a la Fiscalía General, cuando mantiene en el mismo puesto, como secretario de Seguridad, a Aldo Fasci.
Samuel Alejandro García Sepúlveda está moral y políticamente derrotado.