Por José Francisco Villarreal
Hace años, un compañero de trabajo nativo del sur del estado, me contaba historias de su pueblo. Casi todas eran dignas de una tragedia o por lo menos un corrido. Me decía que eran comunes las rencillas entre familias. Que muchas veces ni siquiera los involucrados sabían el origen del pleito, pero eran muy diligentes para mantenerlo vivo. Me contó de un caso insólito de un hombre a quien le faltaban ambas piernas y que, al toparse en la calle con un rival ebrio, se impulsó con los brazos, le cayó encima y le atravesó el corazón con un puñal. Los Capuleto y los Montesco quedarían como payasos comparados con estas feroces venganzas. No sé si mi amigo exageraba o era rigurosamente cierto, sólo espero que con los años hayan aprendido a dirimir sus disputas en una partida de dominó y tomando un buen choneño.
He dicho alguna vez que el odio en un individuo no es natural. La gente se cansa de odiar. Analizando las supuestas causas del odio acaba uno comprendiendo que son ridículas, que toda diferencia puede ser resuelta conciliando posturas o bien marcando límites para que el ejercicio de una posición se distinga de la otra, pero no afecte a terceros. Los criterios no se imponen, se proponen. Es la convicción y honestidad lo que les da solidez y credibilidad. Llevar las diferencias al odio ciego, visceral, reactivo, es contraproducente. Sobre todo en temas políticos, donde los odios irreconciliables se justifican con la patria, el pueblo, la libertad. No se elige a funcionarios para que escupan veneno desde sus puestos y curules, se eligen para que ejecuten la voluntad del pueblo.
Yo no sé en qué están pensando los verdaderos militantes del PAN, el PRI y el PRD. Escucho que sus líderes nacionales vuelven a confirmar sus votos matrimoniales con “Va X México”. La coalición política más absurda que yo recuerde, además regida por un tipo que sólo está defendiendo los intereses de un grupo de empresarios, nacionales y extranjeros. Que insistan en esa coalición es muy su rollo. Fueron advertidos que es un error por afines y adversarios, y las consecuencias son evidentes. Ahora sólo les resta esperar a que los estados ganados por la coalición morenista defrauden al elector. Así perdieron los vapormexicanos. Allá sus militantes si se tragan el cuento de que perdieron por culpa de los morenistas y no por la incompetencia e intereses de sus líderes.
Ahora amenazan con rechazar todas las reformas constitucionales que proponga el presidente López. En otras palabras, Claudio X ordenó a los líderes de su club que a su vez ordenen a sus legisladores, boicotear el Congreso de la Unión. ¿De veras? ¿Los Capuleto contra los Montesco? No me voy a permitir ser soez, porque en Nuevo León ya tenemos ocupadas todas las mentadas de madre para asuntos muy prioritarios. Pero lo que amenazan, y todo indica que van a cumplir, es inadmisible en una democracia que ellos dicen defender y en la que quieren proclamarse ridículamente como mártires.
Aunque es común que diputados y senadores güeros, morenos y prietos legislen a coro con las indicaciones de sus partidos, no sólo es una falta grave, también es una traición al elector, es decir, a la Patria. La nación no se construye con postulados partidistas sino en el debate honesto y respetuoso dentro del Congreso. La nación de un partido no es la nación a la que todos aspiramos. Ahora que, el sólo hecho de anunciar una línea rígida para hacer evidente un boicot que ya existía, es una ofensa imperdonable a los electores. El ciudadano no votó por los líderes de los partidos, y mucho menos por un junior empresario. Al anunciar un rechazo a su obligación legislativa, antes incluso de recibir cualquier iniciativa, se están negando a cumplir con un deber que juraron cumplir y hacer cumplir al aceptar su cargo. Entendería que en el debate rechazaran una iniciativa con argumentos, aunque fueran tan absurdos y venales como en la reforma eléctrica. Pero que rechacen una reforma que ni siquiera existe todavía, es abandonar deliberada y cínicamente un deber al que se obligaron con sus electores, no con sus líderes. No sé si exista una regulación en este caso, pero debería existir. Porque en el juramento, aquello de que el pueblo o la nación “os lo demande”, se oye muy bonito, pero, ¿y cómo se lo aplicamos a estos pérfidos holgazanes?
Lo más peor de todo es que las fisuras internas que estos títeres de Capellio X Capuleto están causando, pueden eventualmente estallar dentro de las cámaras. Ni los ciudadanos ni los militantes confían en ellos, y lo comprobaron durante las elecciones pasadas. Hasta el militante más ingenuo sabe que Capellio X no tiene nada que perder. Los partidos subordinados al sedicioso empresario ya han perdido demasiado. No lo festejo, como en el pasado tampoco he festejado la desaparición o el descrédito de partidos, aunque no comulgara con sus ideas. Además, ahí tienen a don Dante listo para reclutar disidentes… y a Morena también.
Confieso que ya había escrito mi artículo para hoy, y era sobre los vampiros, el agua y las mentadas, pero las declaraciones de estos “líderes” lacayos, este odio revanchista, desesperado e irracional, es de veras alarmante (Capuleto Vs Montesco). Parece que intentan repetir la hazaña de aquel mutilado que asesinó a su ebrio rival, sólo que en este caso ni la 4T es tan ingenua, ni Morena y sus cuates andan borrachos por sus triunfos… Todavía no.