Por Félix Cortés Camarillo
Un hogar típico en los Estados Unidos de hoy gasta en sus insumos indispensables al mes alrededor de 400 dólares más de lo que gastaba en abril, cuando todo el mundo creyó que la pandemia del COVID 19 ya nos había pelado los dientes. Eso, en lenguaje peatonal se llama inflación y el índice de este factor económico para nuestros vecinos y socios ronda ya el 9 por ciento, mientras el crecimiento de su producto interno bruto anda para este año coqueteando con el dos por ciento. Es obvio que la invasión rusa de Ucrania ha elevado el índice de inflación y el bajo crecimiento. Ayer, en promedio, la gasolina costaba en promedio más de un dólar cincuenta el litro.
El uno arriba y el otro abajo marcan índices poco usuales desde la crisis económica del 2008. Rusia, con todo el gasto de su invasión de Ucrania y con todo el ahorro de su retiro sorpresa de la estación espacial internacional, presume crecer su economía este año al 6 por ciento Las cifras récord de crecimiento que China marcó hace veinte años alrededor del 12 por ciento ya son soñadoras memorias.
A costa de madrazos, los ciudadanos nos hemos vuelto expertos en cuestiones económicas, como la Bartola de Chava Flores. Cabe mencionar que el presidente López en discurso muy prescindible dijo del dos de febrero de este año, a las ocho de la mañana y con todas sus letras, que el PIB mexicano crecería en 2022, 2023 y 2024 al ritmo del cinco por ciento anual. Espero que él lo recuerde, porque a nosotros no se nos olvida, como no podemos apartar del pensamiento que la inflación anda por el 8 por ciento; hasta ayer por la mañana.
A las horas en que esto escribo, cerca de las 14 del miércoles, a nadie ha tomado por sorpresa el anuncio de Jerome Powell, director del Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos –el equivalente a cualquier banco central de un país, como el Banco de México– de aumentar la tasa de interés interbancaria que es la que cobran al mover dinero de un banco a otro los que los mueven. En lo que va del año se ha movido esta tasa cuatro veces y ayer se aumentó, por segunda vez consecutiva, en tres cuartos de punto porcentual, en lugar del medio punto que se esperaba. Lo que significa, en términos reales, que el dinero va a ser más caro. Y todavía puede haber otro aumento en lo que queda del año.
La Reserva Federal de los Estados Unidos sube la tasa de interés, hace el dinero más caro, para reducir la inflación, que ese es su trabajo; que las cosas cuesten menos que el dinero para que la gente pueda gastar lo que tiene que gastar. El peligro inmanente es la recesión.
Si el dinero está caro, los intereses altos en una economía que está basada en el consumo a crédito, hay el peligro de que se dejen de comprar casas, automóviles, viajes, todo a crédito, porque todo va a ser más caro. Y entonces la economía se estanca o va en reversa.
Ahí le hablan, gobernadora del Banco de México, que me dicen no gana más que el presidente López aunque lo merezca: dócilmente, el Banco de México subirá en un par de días las tasas de interés que se pagan en México para que los que tienen millones los inviertan aquí porque pagaremos más que en los Estados Unidos, o en Brasil, Rusia, Abu Dhabi o el mejor postor.
De todas maneras, Juan te llamas. Si a los Estados Unidos les va mal, a nosotros nos va a ir peor. No lo duden.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Ahora resulta que la cuarta simulación está descubriendo cosas que los que conocemos el aeropuerto internacional de la Ciudad de México ya sabíamos de la Terminal 2: que se está hundiendo, que está mal hecha, que huele a pestilencia, que es insuficiente. Precisamente por eso se diseñó el aeropuerto de Texcoco, precioso modelo de aeropuerto moderno.
Ahora, todos esos descubrimientos, unidos a los baches en la pista 23 izquierda 3 derecha y su contraparte servirán para que todos los vuelos se vayan obligadamente al aeropuerto consentido de Santa Lucía. Pésele a quien le pese.
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