Por Eloy Garza González.
Pobre del país donde sus periodistas ocupen guaruras. Héctor de Mauleón, más intelectual que periodista, y más historiador que intelectual, ronda las calles con un guardaespaldas empistolado, un mayor del ejército en retiro, de puntería infalible y buenos reflejos. Héctor podría escribir la crónica de esa tarde, desde el momento en que entró al restaurant, en La Condesa, hasta el instante en que mira al delincuente tirado en la calle, desangrándose, dando el último suspiro. Su escolta guardando la pistola y explicando a su jefe, el periodista, cómo sucedieron los lamentables hechos.
Pobres de los guaruras que defienden periodistas. Acostumbrados a cuidar políticos, a empresarios encumbrados, los escoltas tienen que adaptar sus hábitos a estos jefes tan peculiares: rondar las calles a deshoras, entrevistar a presuntos culpables y víctimas de delitos, hurgar en el Archivo General de la Nación, analizar a los personajes públicos, devanarse los sesos por un adjetivo preciso, o un sustantivo determinado; todas esas prácticas que en teoría definen la vida de un periodista como Mauleón, quien combina su oficio con el intelectual e historiador. Porque así imagino, los días y las noches de Héctor de Mauleón: en duelo cotidiano con las palabras, en conflicto constante con los vocablos y la búsqueda afanosa de la verdad. ¿O no?
Pobres de los periodistas que ocupan el Twitter denunciando día y noche a López Obrador, y luego son víctimas directas o indirectas de un hecho delictivo. Los tuiteros delirantes que rodean a Mauleón, opositor incansable de Morena, pueden falsamente atar cabos, pensar que hay gato encerrado, que AMLO es el autor intelectual del incidente, que es un amago de amedrentamiento, un “estate quieto” a un adversario fifí del tabasqueño, cuando no es para nada cierta esa correlación de hechos. Pero la casualidad cae como anillo al dedo en esta época de polarizaciones radicales, de pugna abierta entre dos bandos extremos.
Pobre de México que vive una guerra soterrada; una guerra encubierta donde la suerte puede jugarnos tarde o temprano una mala pasada. ¿Y si el atraco le hubiera sucedido directamente a Mauleón? ¿Y si se hubiera quedado en su vehículo unos minutos más? ¿Si, Dios no lo quiera, las cosas se hubiesen salido de cauce? ¿Cómo hubiesen reaccionado las redes sociales, Facebook y Twitter, los enemigos de AMLO, los amigos de Mauleón? La radicalización del odio, la violencia verbal, no lleva a ningún lado, o sí, lleva a que en un instante cualquiera, por una combinación fortuita de factores, pueda estallar todo el rencor acumulado de ambas partes y derivar en un peligro social, a gran escala. Vamos a bajarle al lenguaje del coraje. Por el bien de todos.
@eloygarza