Por José Jaime Ruiz
En una entrevista reciente, el filósofo Slavoj Žižek comentó: “Nuestra vieja sociedad ya está muerta, simplemente hay quienes no lo saben y tenemos que recordárselos, hacer que miren hacia abajo y vean el abismo bajo sus pies”. Los convocantes y corifeos de la marcha del domingo podrían reflexionar sobre lo anterior o sacar al menos una moraleja, no lo harán, al perder creen que han ganado.
Claudio X González no cayó en la trampa de acudir al Zócalo, pero sí en desnudar la fuerza que tienen en las calles, una fuerza cuantitativa y cualitativamente menor. A toda la derecha del país la supera cualquier marcha de izquierda o reivindicativa de los derechos humanos. Los contingentes hacia el Zócalo son mucho mayores cuando existen marchas feministas o LGTBIQ+. Cualitativamente, la marcha del domingo perdió dignidad, representatividad y credibilidad al aceptar a personajes tenebrosamente corruptos como Vicente Fox, Margarita Zavala, Miguel Ángel Osorio Chong, Claudio X González, Elba Esther Gordillo, Marko Cortés, Alejandro “Alito” Moreno, Santiago Creel, Claudia Ruiz Massieu, Roberto Madrazo.
Contra sensu, la marcha dominguera no exhibió músculo, mostró debilidad. Si la derecha sólo logra que se manifiesten algunas miles de personas en la Avenida Reforma, el resultado es pobre. Si hay que evaluar cuantitativamente la manifestación, habrá que hacerlo desde las estadísticas del propio INE que aprueban la iniciativa. La derecha desplegó todo su poder de persuasión, económico e ideológico y la rentabilidad social obtenida fue magra. No deberían de caer en la nueva trampa que les tiende el presidente Andrés Manuel López Obrador: hacer no una sino varias marchas que desemboquen en el Zócalo porque tendrían que confrontarse con otras cifras cuando en el próximo informe de gobierno, el primero de diciembre, la Plaza de la Constitución esté desbordada.
No sólo la magra cantidad de asistentes, la desaseada calidad de muchos de ellos volvieron una marcha necesaria en una marcha ilegítima. Los mapaches históricos deslegitimaron la marcha, también el orador principal, José Woldenberg, un impresentable que apoyó el fraude de 2006 como abajo-firmante. No salió a marchar ni el pueblo ni la sociedad civil, marcharon los nostálgicos de la oligarquía, los políticos “regresionistas” que quieren recuperar sus privilegios y, lo peor, una masa ignorante de su manipulación.
A los marchistas los movió, más que su deseo de democracia, el odio como ideología y la acarreada manipulación. No fueron a defender a un INE que desconocen, ni siquiera marcharon en contra de la reforma electoral, lo suyo fue impugnar al presidente Andrés Manuel López Obrador y las políticas públicas de la 4T, de las cuales muchos de los marchistas se benefician. El saldo de la precaria marcha de la derecha oligarca, los mapaches y los manipulados aspiracionistas es que marcharon por nada. Si no se toma La Bastilla por asalto, en este caso el Zócalo, toda marcha se degrada. Al contrario de la consigna de la izquierda de antaño que rezaba “Somos muchos y seremos más”, la consigna de la derecha se desinfla: “Somos pocos y seremos menos”. Sí, el abismo bajo sus pies.