Por Félix Cortés Camarillo.
Yo que había jurado no jugar con fuego,
tropecé de nuevo y con el mismo pie…
Jorge Massías, Con la misma piedra
Su asume, no sin razón, que la mayor equivocación del presidente López, fundamentada exclusivamente en su capricho de cerrar todo lo que tenga el tufo de la administración o las administraciones anteriores, fue la cancelación del proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco.
Cierto, hay la sospecha de cochupos, moches, trastupijes y piquetes de ojos en la obtención de los contratos y concesiones, en la adquisición anticipada de terrenos colindantes con el proyecto por quienes tenían información privilegiada antes de que se conociera. Es cierto, la ubicación en zona pantanosa para un aeropuerto no es la idónea, pero ya estaba discutida y aprobada, y como acuñó Cristina Pacheco hace seis lustros por lo menos, aquí nos tocó vivir.
Por añadidura, en el proyecto aprobado por todas las partes se había invertido una cantidad de millones de dólares que ahora serán demolidos. Se había emitido también bonos de inversión que los mexicanos vamos a tener que pagar unos veinte años por la cancelación. Del aeropuerto de Santa Lucía me da hueva escribir.
¿Cuál es la misma piedra con la que el presidente López se tropieza de nuevo? La construcción de la refinería en Dos Bocas, Tabasco, municipio de Paraíso. Claro, ya nos enseñó Francisco José, hijo de un Hernández Llergo, que Tabasco es un edén.
En la raíz del error esta la obcecación del presidente en desconocer la tendencia mundial: dentro de muy pocos años –para estos cálculos, como dice el tango, 20 años no es nada– la mayoría de los automóviles del mundo serán movidos por energía eléctrica u otra alternativa futura y mejor. Ya hoy, por las energías solar, eólica, del flujo del mar o lo que sea.
Pero el anuncio de ayer es patético: dice que en tres años tendremos una nueva refinería, diseñada, construida, vigilada y operada por mexicanos: los de Pemex y los de la Secretaría de Energía. Las tres empresas extranjeras que acudieron a la licitación para hacer Dos Bocas dijeron en sus posturas que, a ese costo, ocho mil millones de dólares, en ese plazo, tres años, hacer una refinería que entregue 340 mil millones de barriles al día es imposible. El presidente afirma que ha conversado en las refinerías con los técnicos que construyeron la última refinería mexicana hace 40 años, y que están dispuestos a aportar su experiencia.
A la antigüita, pues.
PILÓN.- Los productores de ese mediocre espectáculo televisivo que se llama conferencia mañanera de prensa del presidente se esfuerzan por superar sus propias marcas. Hace un par de meses metieron al escenario a una señora que se dijo periodista para expresar su admiración por el elán y la resistencia física del presidente López y lo equiparó a un maratonista kenyano. No mamen.
Luego –o antes, no lo sé– apareció Nino Canún para agradecerle al presidente su intervención, para que él regresara a los medios. Vale.
Pero ayer se volaron la barda. Apareció, con telonero y todo, don Ricardo Pablo Belmont Cassirelli, un peruano que ha hecho carrera y dinero como empresario de canal 11 y conductor de programas en Lima. Además, fue alcalde de la bella capital peruana de los balcones y perdió la presidencia de la república en elecciones frente al Chino Fujimori.
Pero fuera de esta introducción, don Ricardo se lanzó a matar: como un Jesús cualquiera transformó el agua en resinoso vino, multiplicó los peces y elevó al Mesías a un escalón más arriba del que hoy tiene. Le llamó “la gran esperanza para América Latina”.
Quítate, Perón, que ahí te va López Obrador. Y tú que te pensabas el rey de todo el mundo, mi querido Fidel, vas a la banca. Ché Guevara, boludo, qué te pensabas.
Esa genuflexia supuestamente intelectual tiene un precio, que ya se pagó.
Lo peor de todo es que el presidente López compró la idea de este Belmont y se echó un rollo de política de altos vuelos con pretensiones.
Y bajó a darle un abrazo, en el ruedo, al alternante.
¡Aguas!