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Hablar mal del difunto

Por Francisco Villarreal

Uno de mis actores extranjeros favoritos es James Mason. No hay alguna razón. Igual detesto a otros excelentes actores sin algún motivo. No es problema mío sino de la farándula, que expone al actor a juicios sumarios del público… igualito que la política. Me quedé con las ganas de ver la última película de Mason, “El tren subterráneo de Asís” (algo así se llama), donde interpretó al obispo de Asís, don José Plácido María Nicolini, que convirtió su diócesis en el centro de una red de protección a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Al ver la ficha de aquella película estrenada meses después de la muerte de Mason, me sorprendió ver en el reparto a Alessandra Mussolini. La cantante, modelo, actriz, médico-cirujana, líder política y diputada al parlamento europeo, es nieta de Benito Mussolini. Mi sorpresa no fue por el parentesco, sino porque la película se trataba de la protección a los judíos de la persecución, y si algo ha determinado la carrera política de Alessandra es precisamente su antisemitismo. Es famosa también por su respuesta a una diputada activista LGTB durante un debate en 2006: “¡Mejor ser fascista que maricón!”. Años después, la camaleónica italiana, se “enmendaría” vistiéndose de arcoíris. ¡Vaya con doña Alessandra y su admirado fascismo vestido de derecha polícroma!

Si recordamos la trayectoria de los movimientos fascistas en el mundo, sus atrocidades, su inhumanidad, su desprecio por los derechos humanos y la vida humana en general, uno tiende a horrorizarse pero, al final, queda uno con una relativa tranquilidad porque suponemos que se aprendió la lección, que el consenso mundial es contra ese tipo de ideas. Ningún humano que adore a su perrito, coopere para la navidad de la señora de intendencia, vaya a misa o dé donativo en las colectas de la Cruz Roja, sería tan inhumano para ser fascista. Pero doña Alessandra es la prueba de que estamos equivocados y que, precisamente por confiar en que nadie puede sumarse a un movimiento social o político sustentado en el odio, hemos dejado que germinen y cundan movimientos sociales y políticos alimentados con graves patologías.

Detener a estos dementes no se puede hacer por decreto. Hay principios elementales que deberían inculcarse en la educación. Hasta Hitler trató de darle un sistema de valores a su movimiento impulsando la educación religiosa cristiana. El error, creo yo, es que se informa, no se convence. Además no se educa al niño en la dialéctica, no se le dan instrumentos para comprender y defender sus posturas. Se inculca la obediencia ciega a la autoridad, pero no se enseña que la autoridad la otorgan los valores universales no las decisiones verticales. Cualquiera puede venir, y bajo el principio muy cristiano de una autoridad superior indiscutible, tergiversar los valores humanos básicos para cumplirlos rompiéndolos. “¡Dios lo quiere!”, dijo la cristiandad cuando se lanzó a la Cruzada. Curioso, porque la frase fue pespunteada desde una carta de San Pablo, quien en realidad decía que Dios quería que TODOS los hombres (humanidad) fueran salvados, no sólo los cristianos.

La posición de Alessandra en un parlamento de primer nivel, nos demuestra que esas ideas que representa ya no son ni aisladas ni proscritas por la ley o por la moral. Son posturas abiertas, evangélicas y exitosas. Alarmante que su éxito se funde en la distinción de clases, castas, razas… lo que sea que estratifique a la humanidad en grupos por criterios de calidad. Y en esto pensaba yo el pasado 28 de diciembre, mientras devoraba un abundante plato de frijoles a la charra. Y sobre todo pensaba en la forma en la que se han posicionado estos movimientos. Al principio con discreción, luego con absoluto descaro. En otros países latinoamericanos, la presión ha sido abierta y violenta, incluyendo la intromisión de potencias extranjeras, sean gobiernos o economías. En México, por alguna razón que no comprendo del todo, ha sido más difícil. Aquí no se han armado golpes de estado a la carta, ni se han creado gobiernos de “directorio”, ni se han instalado gobiernos paralelos o para tontos, tampoco se han desplegado fanáticos con ansias de terrorista ¡y vaya que tenemos fanáticos! El fascismo transfigurado, que es ambidiestro y polifacético pero siempre totalitario, no ha usado su patente de corso en México. Todavía no.

Sí se ha creado un ambiente sumamente hostil entre grupos sociales. Sembrado por una oposición bastante tonta, y abonado por un presidente bastante astuto. Si acaso he notado que, ¡por fin!, la blandengue oposición replantea estrategias. Sin dejar de gastar pólvora en infiernitos contra don Andrés, ha estado lanzando bombas hediondas contra el movimiento moreno quien, a su vez, aunque mantiene una razonable unidad alrededor del mandatario, ya acusa grietas por la ilusión, objetivo u obsesión de una candidatura presidencial. Pero el sembrar discordia y atajar posiciones desde cualquier bando no es una lucha por la democracia sino por controlar puestos estratégicos para meter mano a las elecciones del 2024 con la impunidad tradicional y sitiar al gobierno que resulte. Como escribía hace poco, don Andrés ya se va, ya no tiene caso jugar con la fantasía de una destitución o un golpe de estado; ni cadalso ni calabozo.

De pronto, por inspiración divina, parece que empiezan a entender que la lucha no es contra don Andrés, que la verdadera pugna está entre mantener este proyecto de régimen o retomar el proyecto de régimen anterior. Lo malo es que se ha gastado mucha saliva y neuronas en formar un bloque sin más ideología que el odio contra un hombre (un recurso muy fascista), pero no se ha planteado nada nuevo, sólo el regreso a un régimen conocido por su desmesurada corrupción en todos los órdenes, no sólo el económico. Ese régimen en el que todos fuimos víctimas y todos fuimos cómplices. Se ha intentado sistemáticamente desprestigiar a este régimen, pero poco se ha logrado con pura retórica, muy lejana al lenguaje de la gente. No todos los mexicanos reaccionamos como esquizofrénicos. Es más, nos da miedo la masa desbordada… ¡Hasta nos apanicamos con una muy justa marcha feminista! En todo caso, y ya entrados en la política peripatética, hay dos marchas, ambas con acarreos (voluntarios o no), que deberían ser la base para definir estrategias o para poner barbas a remojar.

Por más que lo declaren, este régimen no ha sido el desastre que proclaman. Lo ha sido en lo social, y precisamente generado por una pugna política no por una administración pública. Lo ha sido al desmoronar la credibilidad de líderes de opinión y medios de comunicación. De este desastre no nos repondremos fácilmente. De hecho, los medios masivos de comunicación convencionales, no creo que se recuperen jamás. Ni los partidos tradicionales, cuyo desprestigio ha sido mayúsculo, y que en lugar de replantearse, purificarse, incluso auto inmolarse, imitan a los tres monos sabios y no ven, no oyen, no dicen sobre su descomposición. Ni ven, ni oyen, ni dicen la verdad por más obvia que sea.

El “fascismo” tan peculiar de México no ha sido derrotado. Es una religión de odio, y no se cura con razonamientos ni con ideología. Espero equivocarme, pero me da la impresión de que el extremismo diestro mexicano, sin estrategias efectivas, tendrá que buscar la manera de cumplir con su cuota en la escalada mundial de ese tipo de movimientos. Porque no creo que sean espontáneos y mucho menos nacionalistas. Como el odio es su motor, y el odio no tiene siquiera que justificar la violencia, son capaces de todo para imponerse en el poder, desde la derecha o desde la izquierda. Esto no es cuestión de ideologías ni de democracia sino un tema de sicoanálisis. Ni siquiera en acuerdos políticos podemos confiar ya. “Timeo danaos et dona ferentes”, escribió Virgilio. “Teme a los griegos hasta cuando traen regalos”, dijo que dijo Lacoonte a los troyanos.

El problema es que la oposición dejó pasar el tiempo y no construyó acuerdos para instalarse en un cogobierno efectivo. Antes hubieran sido triunfos, ahora serían derrotas. Perdieron la oportunidad de ser contrapesos del poder para convertirse en vulgares obstáculos de la administración pública, cadillos pues. A estas alturas, no veo la manera de reivindicar a quienes han ampliado el espectro de sus enemigos naturales (políticos) para incluir a los beneficiados por este régimen, una mayoría popular. Pero como pensaba en todo esto mientras planeaba la cena de fin de año y digería un abundante plato de frijoles a la charra, y además era día de los inocentes, me lo tomé a broma. Más que nada para no angustiarme en los días más deprimentes de un año que agonizaba. Ya tendré todo el “feliz año” 2023 para angustiarme, y el 2024 para comprobar si tengo o no razón. La única certeza que me ha dejado el 2022, me temo, es que, como dijera Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Una sociedad dividida, dispersa, enfurecida, radicalizada por inducción unos y por puro gusto otros, proclives todos a abrazar el evangelio de la ferocidad… No es bueno hablar mal de los muertos, pero hay que decirlo: el 2022 ya apestaba a cadáver confuso y furioso meses antes de morir. El daño está hecho. Nosotros somos otros, pero además, ¡qué pena y qué miedo!, también somos otros nosotros.

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Vía / Autor:

// Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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