Por José Jaime Ruiz
A Luis Carvajal y de la Cueva inicialmente le fue bien por su “natural labia”, por su “extraordinaria facilidad de mentir” y “por su imaginación amplificadora” (Historia del Nuevo Reino de León. 1577-1723. Eugenio del Hoyo). Canalla y gandalla, don Luis quiso allegarse la Nueva Vizcaya y la Nueva Galicia (Jalisco, entre otros estados actuales) torciendo las Capitulaciones de los terrenos del Nuevo Reino de León.
Los términos señalados al nuevo reino fueron: “desde el puerto de Tampico río de Pánuco y en las minas del Mazapil, hasta los límites de la Nueva Galicia y Nueva Vizcaya y de allí hacia el norte, lo que está por descubrir de una mar a otra, con que no exceda de 200 leguas de latitud y otras 200 de longitud, que se llame e intitule el Nuevo Reino de León”.
“De la lectura cuidadosa de este párrafo, se desprende que Carvajal interpretó a sus conveniencias este capítulo… de tal manera que vendría a invadir los tres reinos entonces existentes: Nueva España, Nueva Galicia y casi la totalidad de la Nueva Vizcaya. Es cierto que la vaga y errónea geografía de las ‘Capitulaciones’, basada seguramente en los informes amañados dados por Carvajal, conducía a tan monstruoso absurdo; pero las intenciones de la corona están muy claras: ‘hasta los límites de la Nueva Galicia y Nueva Vizcaya, y de allí hacia el norte lo que está por descubrir…’. Es decir, las ‘Capitulaciones’ no lo autorizaban a entrar en tierras anteriormente conquistadas, ni a invadir los reinos ya formados, ni mucho menos a ejercer jurisdicción sobre las poblaciones ya establecidas, que fue lo que trató de hacer e hizo Carvajal…” (obra citada).
Generaciones abajo, el nuevo Nuevo León del doctor Samuel Alejandro García Sepúlveda perdió la vena conquistadora de don Luis y el estado se entrega a los intereses leoninos del gobierno de Jalisco. Siglos atrás Luis Carvajal quiso allegarse a la Nueva Galicia; días ahora, Nuevo León es una extensión de Nueva Galicia: los negocios del transporte, la comunicación social (el Metro MC, por ejemplo), la importación del narco.
Hay de jaliscienses a jalisquillos: una de las avenidas más importantes de la metrópoli tiene el nombre de José Eleuterio González “Gonzalitos”, un prohombre en la medicina; Bernardo Reyes, siendo de Jalisco, fue quien le dio identidad a Nuevo León (y engendró al regiomontano universal, Alfonso Reyes), incluso suyo es el legado de convencer a Porfirio Díaz de restaurar, mínimamente con Colombia en Anáhuac, la frontera con los Estados Unidos; el filósofo Agustín Basave Fernández del Valle dio carácter ideológico conservador a Nuevo León, una sociedad sin ideas y vituperada por José Vasconcelos.
Simple historia o karma político, tantos ilustres jaliscienses en la historia de Nuevo León como para que el doctor Samuel termine siendo reverente al deslustrado jalisquillo… Enrique Alfaro. Con tan deleznables intereses y mañosas enseñanzas, a la vuelta del tiempo y rendición de cuentas mediante, el doctor Samuel podría quedar como personaje de una canción de José Alfredo, y todo por replicar el estilo Jalisco. O tal vez se refleje en Luis Carvajal y de la Cueva, no por su arrojo, sino por su “natural labia”, por su “extraordinaria facilidad de mentir” y “por su imaginación amplificadora”.