Por Eloy Garza González.
Yo guardo en mi casa una pequeña placa que dice: “Sorpresa y Primavera, Monterrey N.L.”. Para quien quiera saberlo, esta fue una de las primeras tiendas departamentales que se fundaron en Monterrey. Fue en el año de 1891, y se levantó en la calle Del Comercio, actual calle Morelos.
En 1926 el enorme local se quemó, con pérdida total, pero lo reconstruyeron en los años 30. Sin ánimo de hacer polémica, pero esta tienda me parece tan importante como la construcción del propio Palacio de Cantera.
La Sorpresa de Monterrey era una sucursal de la primera tienda departamental en México que se fundó en el Centro Histórico, en lo que ahora es la esquina de Madero y Palma y antes fue la esquina de Plateros y La Palma, número 7 y 8. Ahí comenzaba el primer cuadro de la ciudad, en un paseo o boulevard que terminaba en el Jockey Club, donde ahora está el Sanborns de los Azulejos.
Si algún lector quiere saber más del tema, basta que lea el maravilloso poema de Manuel Gutiérrez Nájera: La Duquesa Job o consiga en Internet una copia del Plano del Perímetro Central y Directorio de la Ciudad de México que trazó en 1883 el aventurero rumano Julio Popper Ferry.
La Sorpresa de Monterrey no era una tienda exclusiva para fifís. Su letrero principal rezaba: “Gran establecimiento de ropa. El más espacioso local de la Ciudad. El surtido más completo y abundante. Lujo, medio lujo y corriente”. Se exhibían ornatos y mantelería, ropa blanca, moda para damas, adornos, guantes y artículos religiosos.
La Ciudad de México y pocos años más tarde Monterrey, entraban así al comercio de moda al estilo de las grandes ciudades europeas, que ilustró muy bien el novelista Émile Zola en su novela: El paraíso de las damas.
La misma tienda decía: “cada 15 días se reciben mercancías de Europa y novedades de París”. Llegaban por Tampico a Monterrey y por Veracruz a la capital del país.
Al lado de La Sorpresa en Monterrey, había una sastrería llamada Los cien mil paletos, es decir, los cien mil pueblerinos. Por su parte, frente a La Sorpresa en la Ciudad de México, estaba la casa de modas de Madame Pascal, La Parisiense, mercería y sedería y el Círculo Francés que también fundaron los propietarios originales de La Sorpresa: la familia Fourcade y Goupil junto con los Clarion (sin “d” al final). Por razones inexplicables, el edifico que albergaba a La Sorpresa está actualmente abandonado.
Cada vez que veo esta plaquita que guardo en mi casa, me imagino a nuestros antepasados eligiendo gasas de seda, miriñaques, lino y encajes. Resurgen coquetas las damas que eran nuestras abuelas, y vanidosos los caballeros que eran nuestros abuelos: el mío se ponía una funda en el mentón, para que no se le maltratara su barba cuidada. Todo un fifí como su nieto.
@eloygarza