Por Félix Cortés Camarillo
Nunca ha sido un secreto, aunque en el último lapso de su poderío sea cada vez más evidente, que los mentores favoritos del presidente López son Luis Echeverría y Carlos Salinas. Con el primero tiene una afinidad ideológica que le conduce a un populismo demagogo y a compartir enemigos en la esfera del capital. Del segundo, copia, imita y perfecciona su habilidad para tejer urdimbres y armar complicidades. De ambos, aunque otros presidentes no son excepción, reproduce el ejercicio del poder unipersonal, que no acepta ni sugerencias u orientaciones, mucho menos contradicciones.
Cada mañana que escucho a Lopitos referirse a los neoliberales, corruptos y mentirosos estoy escuchando las referencias de Echeverría a los encapuchados de Chipinque. La mecánica de destapar sus corcholatas para sucederlo, evoca la dispersión de simpatías que Carlos Salinas sembró en su momento, el de él, abriendo una baraja en donde la caballada estaba flaca, evocando la frase de Rubén Figueroa. Cada vez que el tabasqueño dice “lo que diga mi dedito” viene mi memoria la frase de Salinas advirtiéndole a quien quisiera escucharlo: “no se hagan bolas”.
El mismo presidente López es quien se ha encargado de que se hagan bolas no solamente los aspirantes a sucederlo y la cauda de incondicionales; se tomado la atribución de sugerirle a sus adversarios las medidas que deben tomar, llegando a decir rotundamente quienes son los favoritos de la oposición, a quiénes deben apoyar y quien está detrás de ellos.
En esa confusa circunstancia, que además es susceptible de cambios radicales dependiendo a última hora del capricho del presidente, llegamos la última semana de incógnitas. A la etapa en que se definen lo que los cursis llaman “escenarios” sin tener idea de lo que la palabra significa. Yo les llamo simplemente opciones. Hay que recordar que esos escenarios fueron discutidos, aprobados y dicen que firmados por todos los ahí presentes luego de una cena con el presidente López en un restaurante medianón desde donde se ve el Templo Mayor, casa de la Coyolxhauqui.
Supongamos que una de esas casas de apuestas que en televisión se hacen ricas fomentando apuestas a los resultados de los juegos y ofreciendo específicos premios para cada alternativa, los momios. Eso es lo que pretendo hacer con mis cinco opciones para el resultado a la presidencia, acompañadas de sus posibilidades de premio.
- Gana Beatríz con el apoyo de Xóchitl; Claudia con el apoyo de YSQ; Samuel en el papel del Bronco renacido y Marcelo como candidato independiente, si se puede. Es la chica, paga 50 a 1
- Triunfa Xóchitl frente a Claudia y Samuel. Marcelo fuera. Pagaría 20 a 1.
- Gana Xóchitl con el apoyo de Marcelo y Beatriz, apretadamente. Claudia es segunda y Samuel hace coros. Paga 10 a 1
- Claudia barre, con los votos que le traen Marcelo y Samuel. Xóchitl viaja en turista. Paga 1 a 1
- Claudia barre. Marcelo se va a Gobernación a prepararse para el 30, Adán va a poner disciplina férrea en el Senado; Monreal hará lo propio en Diputados y a Noroña se le otorga, según lo firmado en la dichosa cena, mano para escoger puesto. Embajada para Velasco.
Esta apuesta no paga nada, es la cantada. De salir, más bien nos va a cobrar. Y mucho. Ahora, sería bueno recordar que la diosa Coyolxhauqui debe su condición de diosa desmembrada, porque perdió la batalla por el poder supremo contra su hermano, Huitzilopochtli, quien la decapitó e hizo pedazos como cualquier delincuente del México actual.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): El juego favorito de los mexicanos es la adivinanza sobre la dirección del dedo del presidente saliente. En esta ocasión, más que en ninguna otra, lo más importante es rescatar al Congreso para que se mantenga al margen de los otros poderes e impida la integración que Lopitos ha buscado persistentemente para hacerlos uno solo bajo su férula.
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