Por Félix Cortés Camarillo
La persecución incesante del poder judicial en general y de la Suprema Corte de Justicia en particular por parte del presidente López, va mucho más allá de la oligofrénica obsesión del mandatario por aniquilar la división de los poderes de la Nación. Poco se dice que detrás de muchas posturas obtusas de Lopitos hay un fenómeno innegable: se está acabando el dinero.
La solicitud de la Suprema Corte de Justicia de un incremento del cuatro por ciento a su presupuesto para el año próximo ha sido desechada de entrada por el presidente. Un incremento a cualquier gasto que sea mayor al índice de inflación que el país está sufriendo aparece ante cualquier juicio sereno y cuerdo meramente lógico. Si el índice de inflación está por encima del cuatro por ciento, aunque Lopitos tenga otros datos, pedir un incremento a los gastos de un cuatro es indiscutible.
El asunto es que no hay dinero. El que había, se está acabando.
La administración de los recursos de un estado la ejerce su gobierno. Nadie le puede pedir a un gobierno que opere como una empresa y rinda beneficios y ganancias del dinero que se le encargó gestionar, pero sí que ese manejo sea justo, inteligente, y socialmente benéfico.
El personal estilo de gobernar de López Obrador ha obligado a que el gasto privilegie sus áreas consentidas y perjudique a todas las demás.
Partiendo de esa base, al presidente le importa que México permanezca en el submundo de los combustibles fósiles y gaste en un tren peninsular que es su capricho. Luego, las partidas para la refinería de Dos Bocas o el Tren Maya crecen sin freno alguno. Al presidente de México no le interesa la educación, la cultura, la ciencia, la impartición de justicia, el deporte, la salud o la seguridad. Por eso el dispendio de los bienes nuestros van al sector energético –Dos Bocas- turístico –Tren Maya- y las fuerzas armadas metidas a constructoras y administradoras de todo, desde los puertos y las aduanas hasta un hotel en el aeropuerto Felipe Ángeles, acosta de todos los renglones mencionados.
Hay dinero, que se está acabando, para los programas de beneficencia social: las pensiones de adultos mayores, el apoyo a los ninis y sembrando vidas. Y aquí aparece un problema que nadie quiere ver y que no es exclusivo de México.
La población del mundo se está poniendo vieja. En todo el mundo, la expectativa de vida de los mayores se ha incrementado y el número de nacimientos viene en decremento desde hace décadas. Cada día que pasa hay un anciano más que apoyar, lo que es justo, y hay menos adultos que trabajen y paguen impuestos, lo que es inevitable. Y ese es un problema que tienen los Estados Unidos, Europa entera, otros países desarrollados.
Sobre todo México. Vamos a un país futuro de ancianos pobres.
Y nosotros entretenidos con los pleitos internos de esas pandillas de forajidos que se llaman partidos políticos.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Como dice Protágoras en el diario EL HORIZONTE de Monterrey, no hay que ordeñar las vacas antes de tenerlas. El gobernador de Nuevo León anunció como un hecho una gigantesca planta de energía eléctrica fotovoltaica de Ibedrola en García para pasarle corriente a la grandota planta Tesla. La generadora de energía “está en estudio”. Por cierto, alguien le debiera dar clases de matemáticas al gobernador, a ver si entiende que “billion” en inglés quiere decir mil millones de algo. “un billón” en español, quiere decir un millón de millones. Cuestión de un cero. Ni los libros de texto gratuitos del señor Marx Arriaga. Samuel confunde con frecuencia los términos. Cuando le conviene.
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