Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Todos somos aficionados. La vida es tan corta que no da para más”
Charles Chaplin
Con el tiempo y los años dejas de pelear las grandes batallas y el mundo se vuelve mucho más simple, porque disfrutas aún más los pequeños detalles, esos triunfos que se convierten en el ánimo personal en enormes victorias.
No es falta de fuerza o vocación, porque también una parte de esa sensación de bienestar proviene del saber que cuentas con el conocimiento, la experiencia, la paciencia y prudencia, la agudeza y el colmillo para ganar algún combate, porque evidentemente es necesario saber elegir tus peleas, pero a tu favor está el costal de vivencias que te ayuda a hacer más con menos, a no desgastarte en vano, a ser preciso, conciso.
Con los años aprendes a cambiar cantidad por calidad, te regodeas saboreando, paladeando, disfrutando de instantes más que de jornadas completas.
Te nutre el alma una charla, un abrazo, el reencuentro con un amigo, un mensaje en tu teléfono, una canción, un recuerdo, un sabor y le comienzas a dar dimensión a las cosas y a valorar lo realmente importante.
De a poco, ese carácter agrio y amargo que tenías hace poco va transformándose en observación y comparación, en recordar que así como hoy los ves, alguna vez fuiste y muchas veces peor, y te ríes hacia dentro, sabedor que dentro de algún tiempo les ocurrirá lo mismo y te comenzarán a comprender.
Un buen vino, una película, un café, un libro, una tarde sin hacer absolutamente nada, simplemente rememorar la vida, se convierten en una fiesta interminable.
Una buena comida, los hijos, son suficientes para sentirte en paz, bien.
Echar la vista atrás, aceptar los errores, perdonar y sobre todo perdonarte por aquellos que cometiste, son un ejercicio increíble para el alma y la plenitud.
No, no estoy tan viejo, vivo con intensidad los últimos años de mi vida productiva y lo hago con plena conciencia; aún tengo fuerza para afrontar retos y aceptar desafíos, pero hoy lo hago de una forma distinta, más pausada, más tranquila, más sosegada.
He entendido que más que los triunfos, lo verdaderamente importante es el disfrutar de cada instante, el paladear cada segundo, porque para eso nos sirve la experiencia, el haber probado de los buenos y los malos vinos, el haber cruzado tormentas y vivido los éxitos.
Vivo, pleno, contento más no satisfecho aún porque creo que aún tengo algo por dar, algunas peleas que iniciar, algunos trabajos por hacer, algo por enseñar.
La perspectiva cambia y cuando estamos a punto de cerrar el 2023 no me centro, como siempre lo hice en los años anteriores, en hacer el balance de los últimos doce meses; hoy, miro la vida al completo y me doy cuenta de que poseo el enorme tesoro de poder saborear miles de momentos en los que simple y sencillamente he sido feliz.
¡Gracias! ¡Feliz año nuevo!
Diciembre 2023.