Por Francisco Tijerina Elguezabal
Hasta los sentimientos buenos, si se exaltan en demasía, son capaces de conducirnos a errores deplorables. // Jaime Luciano Balmes
Nadie le niega el legítimo derecho que tiene Francisco Javier “El Abuelo” Cruz de aspirar a ser alcalde de Monterrey, muy su gusto y su antojo.
Lo cuestionable son los tiempos, las formas y las capacidades.
Porque seamos serios y sobre todo prácticos. Así como figura pública y famoso, pues hace rato que el futbolista dejó de serlo; nos acordamos algunos viejos, no todos, de él y su paso por las canchas futboleras, pero párele de contar.
¿Pensar que con aquella vieja historia vestido de pantalones cortos y playera va a arrastrar votos? No, no hay manera.
Pero más allá de ello, ¿cómo por qué tendrían los regiomontanos que votar por “El Abuelo”? ¿Qué propuestas, qué diagnósticos, qué soluciones tiene? Porque los problemas todos los conocemos, el punto aquí es convencernos de que sabe y puede resolver las cosas.
Ya ve, por andar votando por un famoso cómo nos va con el alcalde ausente, escondido, que cierra calles y hace banquetotas, que secó los árboles de los parques regiomontanos e hizo un puentesote por el que no pasa nadie, pero conecta dos parques.
Cada quien sus antojos, pero una cosa es que “El Abuelo” traiga ganas de unos tacos de “El Primo” y otra que pretenda conducir los destinos de la capital del estado.
