Por Félix Cortés Camarillo
Que seas feliz, feliz, feliz. Es todo lo que pido en nuestra despedida, expresa bellamente con su música Consuelito Velázquez.
El que lo dice a propósito de nosotros los mexicanos, es el presidente López cada que le preguntan sobre la violencia en nuestro país que –nada más el otro día– se cargó a dos precandidatos a la alcaldía de Maravatío, Michoacán. ¡Qué pena!, dijo, pero los mexicanos están felices, felices y felices, según Lopitos. Y pregúntenles a las encuestas de popularidad, agrega, montado en los 70 puntos porcentuales que le venden sus cercanos. ¿Felicidad?
Cada uno de nosotros tiene una particular definición de la felicidad. Por lo general, la identificamos con haber encontrado satisfacción primero en el ámbito afectivo. Y te vas a la cama con alguna extraña, pero muy atractiva opción de lo que tenías. Si tengo amor, soy feliz. A la mañana siguiente, despertamos con la otra realidad, que no está desvestida y medio roncando; y como dice el poeta, la panza es primero: no hay lana y hay que comer, por lo menos el desayuno.
Sales a la calle. En tus viejos tiempos de inmigrante pobre, te ponías una mano adelante y la otra detrás, pensando cuál de las dos te tendrías que quitar primero en pos del triunfo.
Sabes, aunque no lo sabes, que de pronto una pandilla de nosequetratficantes detendrá un auto, generalmente robado o –mejor– una motocicleta con dos encapuchados a bordo. Alguno de los tripulantes comenzará a disparar con armas largas. Por lo general, tienen un objetivo específico, y luego de matar a quien tenían que matar, se largan. Pero, ante la ausencia de sicarios preparados, han reclutado a una bola de muchachitos pendejos, pero necesitados de dinero fácil, que tiran por doquier. Procuras estar fuera de la línea de tiro.
Regresas con el escaso refrigerio. La dama en cuestión se llevó, además de sus calzones, lo que quedaba de tus pertenencias. Vas y buscas justicia. Obtienes risas del Agente del Ministerio Público: “Cada mañana es lo mismo”, te dicen. Y la misma, tercia el actuario.
Viene a tu memoria entonces que hace seis años, más o menos, votaste por Lopitos. Ése que dice que hoy estás tremendamente feliz. Y lo creíste. Como a la pelipintada que se llevó tu cartera. Hoy, en su despedida, Lopitos te dice que debes agradecerle tu felicidad, porque los mexicanos estamos felices, felices, felices. Incluyendo a los que votaron entonces por la esperanza.
No pudo ser, después de amarnos tanto, tanto. Por todas esas cosas de la vida.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Hay marcas –se dicen records– en los que no tenemos rival. Dos precandidatos a alcaldes del mismo municipio, Maravatío, en Michoacán, asesinados en menos de diez horas, es de admirarse.
felixcortescama@gmail.com