Por José Jaime Ruiz
Para la destrucción no pesó el adulterio, pero sí el abandono voluntario, los excesos, sevicia e injurias graves que hicieron imposible la vida en común.
Cuando los panistas perdieron la categoría de alfa, los priistas los domesticaron. La Vieja Cúpula contaba con bastantes alfas: Fernando Canales, Tere García, José Luis Coindreau, Kana Fernández, Carlos Domínguez Ahedo, Mauricio Fernández, Gustavo Valdés Madero. Polvo de aquellas pirámides, el rebaño albiazul cuenta con betas al servicio de los alfas priistas: Zeferino Salgado, Carlos de la Fuente, Víctor Pérez, Mauro Guerra, Hernán Salinas, Raúl Gracia. No solo domesticados, dominados por Francisco Cienfuegos y Adrián de la Garza, quienes ejercen su potestad sobre la femineidad panista desde un machismo alfa.
La modalidad de La Nueva Cúpula panista terminó en castración política: no crearon nuevos cuadros, los suyos, incluyendo los que detentan puestos de elección popular, son empleados, es decir, se emplean como siervos políticos de sus líderes. Igual sucede en el PRI, donde el grupo de alfas no se quedó en el partido, como sucedió con La Vieja Cúpula panista, sino que se abrieron paso en otras organizaciones, como Morena.
Para la destrucción del matrimonio del PRIAN no pesó el adulterio, pero sí el abandono voluntario, los excesos, sevicia e injurias graves que hicieron imposible la vida en común. Cuando los panistas despertaron, el PRI tenía agandallado todo, o casi. Los panistas creyeron que su esfera de poder se daba en el Congreso y el Poder Judicial (Arturo Salinas). Ya se dieron cuenta que no es así. Siendo panista, Chale de la Fuente recibe órdenes de Paco Cienfuegos; el mismo dirigente del PAN, Hernán Salinas, tuvo que bajar la cabeza y apoyar a Cienfuegos bajo la mirada implacable del busto de Plutarco Elías Calles. Ningún presidente del partido había avergonzado tanto a los panistas.
El problema fue el botín de Coahuila. Marko Cortés criticó las migajas para, posteriormente, reventar el acuerdo de la alianza en Nuevo León.
Tímidos, nunca estentóreos, Marko Cortés y los panistas de Nuevo León se “equivocaron” en la papelería para formalizar la alianza del PRIAN en el estado. Esa “equivocación” les costó ir por separado en las elecciones locales. Tal vez así se cobraron la sevicia e injurias graves que les asestaron en Coahuila y las que padecen los panistas desde hace lustros en Nuevo León.
Es demasiado tarde, la sumisión de los panistas a los priistas les costará a ambos las elecciones. Adrián de la Garza, si se cumplen los dictados de los tribunales, perderá la alcaldía de Monterrey, como la perdió en su momento contra Felipe de Jesús Cantú. El avance de Mariana Cantú Rodríguez es inexorable. Presurizado y sin PAN, Adrián de la Garza está acabado. La otra batalla, la del Congreso, se inclinará a favor de Movimiento Ciudadano y Morena, sobre todo si este partido asume el Plan C, donde se va por todo.
De un lado se encuentra la propuesta de acabar con la vieja política, es decir el PRIAN, que enarbolan, quieran o no, Morena y MC y, enfrente los diluidos PRI y PAN. Dubitativos, los ciudadanos tendrán que escoger. La tonalidad gris está ausente, es negro o blanco, a pesar de sus modalidades, Morena y MC o PRIAN fragmentado. Imposible vacilar entre alianzas opuestas. Atracción o repulsión política, de ahí vendrá el voto. Complicidad ciudadana con quienes desmadraron Nuevo León o aversión al PAN y al PRI.
Matrimonio roto, terminaron los esponsales. La abominación ideológica y política entre estos dos partidos finaliza; asistimos a la ceremonia del adiós, sus funerales.