Las memorias de Pete Townshend abren una amplia y luminosa ventana hacia el mundo íntimo del rock a través de uno de sus mayores protagonistas.
La música de The Who permanece como fiel testimonio de un tiempo convulso, en eso radica su rabiosa actualidad, en la manera como estremece —y conmueve— sin compasión a quienes la escuchan, jóvenes o viejos, hombres o mujeres, en cualquier rincón de este mundo en llamas, como si hubiera sido escrita ayer; publicó MILENIO.
En su libro de memorias Who I Am (Malpaso, 2015), Pete Townshend recuerda el comienzo de la banda que en sus inicios, en 1962, se llamó The Detours y que dos años después adquirió su nombre definitivo para brillar en el firmamento de la generación extraordinaria de la llamada ola inglesa.
Formada por el vocalista Roger Daltrey, con c en el bajo, Keith Moon en la batería y Pete Townshend en la guitarra y los teclados, The Who adquirió su nuevo nombre en febrero de 1964, su alineación definitiva en abril y en junio tuvo su primer concierto en el Railway Hotel de Harrow, en Londres Oeste, ahí Townshend inauguró el rito de destruir sus guitarras, ante el asombro y aclamación del público. Una semana más tarde, en el mismo local, escribe Pete: “me quedé sin guitarras y derribé la pila de amplificadores Marshall. Poco amigo de quedar en segundo plano, Keith Monn se sumó a la fiesta pateando su batería. Roger comenzó a raspar el micrófono contra los platillos quebrados de Keith. Algunas personas contemplaron la destrucción como un ardid publicitario, pero yo sabía que el mundo estaba cambiando y estábamos mandando un mensaje. La vieja manera, convencional, de hacer música ya nunca iba a ser la misma”.
Con más de 100 millones de discos vendidos desde My Generation en 1965, The Who abrió “la carrera armamentista del sonido”. Pete fue el “primer guitarrista eléctrico del circuito en emplear dos amplificadores a la vez”. Con el tiempo alcanzarían el honor de convertirse en “la banda de rock más ruidosa de la tierra”.
El libro está poblado de referencias y anécdotas sobre los dioses del rock, están todos, o casi todos: Burdon, Paul McCartney, Elton John, Jagger, Bowie y, entre un gran etcétera, su gran amigo Clapton, con quien iba a ver tocar a su admirado Jimi Hendrix: “Era un chaman, al tocar parecía que un brillo luminoso y colorido emanara de las puntas de sus dedos largos y elegantes. Cuando fui a verlo, no tomé ácido, ni fumé (mariguana) o bebí, de modo que puedo informar en honor a la verdad que obraba milagros con la Fender Stratocaster, que tocaba invertida (Jimi era zurdo)”, escribe Townshend en uno de los varios párrafos que le dedica al genio de Seattle.
El libro no oculta nada: la conflictiva vida en familia, las infidelidades, la experiencia con las drogas, el alcoholismo que lo hermanó con Clapton, las circunstancias de la muerte de Keith Moon el 7 de septiembre de 1978 y de la de John Entwistle el 27 de junio de 2002, las desavenencias con Roger Daltrey, los proyectos en solitario, las aventuras en Estados Unidos, a donde The Who llegó en 1967 para participar en el legendario festival de música de Monterey, en California, su actuación en Woodstock en 1969, la gestación de álbumes como el conceptual The Who Sell Out o de la ópera rock Tommy, que da origen a la película homónima y cuenta la historia de un muchacho tonto, sordomudo y ciego que, lejos de las percepciones terrenales, alcanza a Dios.
Desde luego, Townshend habla de Quadrophenia y de su trabajo como artista y editor del prestigiada Farber, habla de su pasado, su presente y su futuro. En una entrevista reciente se refirió a la separación y el reagrupamiento periódico de The Who, que para él debe “embarcarse en una gira de despedida en la que pongan punto final a su trayectoria”.
En The New York Times dijo: “Me parece que hay una cosa que The Who pueden hacer, y es una gira final en la que toquemos en todos los territorios del mundo y luego nos arrastremos hasta morir”.
Who I Am es un libro de 569 páginas, más un pliego con fotografías, cada una de ellas es una amplia y luminosa ventana hacia el mundo íntimo del rock a través de uno de sus mayores protagonistas.