Por Félix Cortés Camarillo.
No es necesario verle el rostro ni su blusa bordada en chillantes colores a esta mujer de Zitlala, Guerrero. Leer su nombre es suficiente para evocar de inmediato esencias y ambientes que traen a la mente el nombre de Gabriel García Márquez.
Ella se llama Cirila Zapoteco Chinito.
Si ese nombre no es en sí todo un árbol genealógico, y el inicio de una historia de realismo mágico digna de premio Nobel, puedo jurarles que esta mujer es una víctima más de la realidad zombie que vive México.
Cirila acaba de sepultar los restos de su hijo, que fue “levantado” hace cuatro años en Chilapa. Recién le entregaron unos huesos que aparecieron en una de las 17 fosas clandestinas en un cerro de Zitlala donde se encontraron 30 cuerpos. El muchacho fue sepultado en Zitlala, donde nació, y se llamaba Rafael Grande Zapoteco, toda otra historia. Lo levantaron en Chilapa, en un sitio de taxis, supuestos miembros del crimen organizado. Chilapa es, en Guerrero, el segundo municipio en donde estos secuestros tienen lugar en todo Guerrero. Solamente es superado por Acapulco.
El último dato reconocido por la secretaría de Gobernación es que en México hay cuarenta mil ciento ochenta personas desaparecidas. Eso lo dijo en enero de este año Roberto Cabrera Alfaro, al entregar su oficina de Comisionado Nacional de Búsqueda.
Hay otros datos interesantes sobre el tema: en los últimos 20 años han desaparecido más de nueve mil niños en nuestro país. La autoridad cuenta con el registro por huella dactilar de 36 708 seres humanos muertos sin identificar. Hay 400 personas, esto es muertos, en calidad de desconocidos. Algunos tienen diez años sin identificar.
Cirila Zapoteco Chinito ya sepultó los restos de su hijo Rafael. Ya tiene, de alguna manera, cierta tranquilidad que no puede equipararse a la vida.
¿Nos hemos puesto a pensar en las otras Cirilas que sufren todas las noches en el país?
PILÓN.- Debiéramos mandar a callar los huehuetles y las chirimías que casualmente se tocan a ambos lados de la frontera entre México y Guatemala. La fiesta es un poco extemporánea por adelantada. A todo aquel que se haya creído el cuento ese de que la dignidad mexicana ha salido indemne del simulacro de combate con el orate de Donald Trump, le recuerdo que en 45 días el Señor –así, apréndanselo con mayúsculas– va evaluar si México y su gobierno está haciendo bien su tarea. Esa tarea consiste en que México entero, con su gente y todo, se transforma mágicamente en el famoso muro de contención a los migrantes que persiguen el sueño americano.
Le salió barato al wey.