Entre sincronizadas y refrescos, las rijosas tribus del PRD se pusieron de acuerdo en casa de Sheinbaum. Rosa Icela, Bejarano y Amalia Solórzano formaron parte de la conspiración.
El acta de defunción tiene fecha del 10 de junio de 2024. Ese día, el Instituto Nacional Electoral (INE) notificó a la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que habían perdido el registro y, con ello, su fuerza política. Los dueños de la marca, Jesús Ortega y Jesús Zambrano, intentaron que resucitara al tercer día. El tribunal electoral, sin embargo, desechó las impugnaciones con las que buscaban pepenar miles de votos y el PRD fue desconectado finalmente el 8 de agosto. Su historia se cierra luego de 35 años; publicó MILENIO.
Fiel a la tradición de izquierda, nació y murió dividido entre grupos que reñían hasta por un lápiz. La normalización de las tribus al interior del partido enfermó al PRD desde su infancia. A las causas de su fallecimiento habría que añadirle el daño que le hicieron sus dos grandes caudillos –Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador–, los pequeños círculos que se distribuían el poder, la incapacidad que tuvieron sus dirigentes para autorregularse y la corrupción que sedujo a las corrientes.
Como bien dice el investigador Víctor Hugo Martínez González: el PRD, ni revolucionario ni democrático. DOMINGA, la revista digital de MILENIO, presenta 20 postales de la vida y muerte del partido político de la izquierda en México.
El PRD nació como estandarte de la insurgencia cívica
Acta prestada
Tras el fraude electoral de 1988, Cuauhtémoc Cárdenas convoca a fundar “una organización plural”. Pero conseguir el registro enfrenta dos problemas. El primero: la ley electoral le otorga discrecionalidad a una comisión, controlada por Gobernación, para registrar a los nuevos partidos. “El PRD había emergido como el estandarte de la insurgencia cívica y Carlos Salinas podía oponerse al registro”, me dice René Bejarano, otro pionero del PRD. “Dejarnos fuera de la arena política era una posibilidad”.
El segundo problema: los notarios públicos no acuden a dar fe de las asambleas que organiza el partido para cumplir el requisito legal. Entonces dirigentes del Partido Mexicano Socialista (PMS) se convencen de que, ante el surgimiento del ‘neocardenismo’, lo mejor es ceder su registro como un gesto de unidad, pero también como una estrategia política. El domingo 14 de mayo de 1989, el PMS vota por su disolución, canta por última vez La Internacional, el himno del movimiento obrero, y cede su registro al PRD.
Los muertos del PRD
El 2 de julio de 1988, a cuatro días de las elecciones presidenciales, Francisco Xavier Ovando, un colaborador de Cárdenas que debe recoger los resultados de las votaciones en todo el país, es asesinado junto con su secretario Román Gil en la Ciudad de México. Para finales del sexenio, el otoño de 1994, AMLO denuncia el homicidio de 300 perredistas. Más de una década después, en noviembre de 2007, Marcela Nolasco informa que el PRD tiene documentados 696 asesinatos y habla de otros 900 perredistas perseguidos, presos y desaparecidos, desde 1988.
Emilio Ulloa, precursor del PRD, valida la cifra de 696 muertos y ubica a Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Puebla como los estados que concentran más crímenes. “En esos estados se ganaron las primeras alcaldías a sangre y fuego”, dice el político, quien quiere dejar bien claro que hubo más perredistas asesinados en el sexenio de Ernesto Zedillo que con Carlos Salinas de Gortari. “Ese güey nos trajo en chinga”, se queja y tiene razón: mientras que en la administración salinista mataron a 60 militantes por año, con Zedillo el promedio fue de 75 homicidios.
‘El Ingeniero’ contra ‘El Licenciado’
Cárdenas invita a su casa a Porfirio Muñoz Ledo para ver si alguno respalda al otro y declina como precandidato del PRD a la jefatura de la Ciudad de México. “No hubo manera de cómo ponerse de acuerdo”, recuerda Cárdenas. En el consejo local perredista discuten cómo elegir a uno de los dos políticos. Plantean una elección abierta y un debate público que sucede el jueves 27 de febrero de 1997, en el Polyforum Cultural Siqueiros de la Ciudad de México.
“Muchos cardenistas pensamos que Cuauhtémoc iba a perder”, me dice Inti Muñoz. “Acuérdate que en los debates le había ido mal”. Los moderadores les preguntan por qué creen ser el mejor candidato. “Porque en la calle todavía me dicen ‘senador’”, contesta con ocurrencia el licenciado Muñoz Ledo. “Bueno, a mí en la calle me dicen ‘presidente’”, le rebate el ingeniero Cárdenas.
El 2 de marzo de 1997, en una elección donde votan más de cien mil personas, la mayoría militantes perredistas, Cárdenas gana la candidatura del PRD con más del 70% de los votos. Acompañado de AMLO, el Ingeniero acude a casa del Licenciado quien, rejego, acepta encabezar la lista plurinominal para diputados. El Licenciado admite su derrota ante los medios, pero a ellos les reprocha que ninguno lo haya declarado ganador en el debate.
Jesucristo Superestrella
La tarde del 6 de julio de 1997, Cárdenas ganó la jefatura capitalina con el 47% de la votación y el PRD obtuvo 38 de las 40 diputaciones locales. Era una derrota inédita para el Partido Revolucionario Institucional (PRI). El priista Óscar Espinosa Villarreal, el último regente priista de la ciudad, escribió en su libro autobiográfico una pequeña anécdota de aquella victoria para la izquierda: mientras monitoreaba las votaciones en compañía de Zedillo, al ver los resultados éste soltó su risa guasona y le dijo:
“Ésta nunca la hubiéramos ganado, Óscar. ¡Ni con el mismísimo Jesus Christ Superstar de candidato!”.
Así fueron las disputas entre las tribus y el carrusel de votos
El fobaproa
Cárdenas, entonces jefe capitalino, está en su casa reunido con Rosario Robles, su secretaria de Gobierno; con AMLO, dirigente del partido; y con Porfirio, entonces coordinador de los diputados perredistas. Ernesto Zedillo les manda a decir que, si votaban a favor de que los contribuyentes paguen con sus impuestos la deuda bancaria conocida como ‘Fobaproa’, él ordenaría que se apruebe un millonario crédito que necesitaba el gobierno del Distrito Federal para acabar obras públicas. “¡Que se pudran!”, resumió Porfirio la postura perredista.
Ese 12 diciembre de 1998, mientras medio país celebra a la Virgen de Guadalupe, los diputados priistas y panistas votan a favor del Fobaproa. Días después, el 30 de diciembre, Cárdenas recibe una llamada de Francisco Labastida, secretario de Gobernación.
Llama “por indicaciones del presidente” para avisarle que no se aprobarán los 7 mil 500 millones de endeudamiento solicitado, pero hay una posibilidad: que AMLO ya no acuse más a Zedillo de ser el padre del Fobaproa; y que Porfirio le hable con más respeto a los diputados de los otros partidos. Más tarde, el propio Labastida cierra la rendija e invita a Cárdenas a volver a hablarlo en enero próximo.
La leche Betty
Tenía su denominación de origen en Cuautitlán. “Allá la vendían en bolsa, sin medidas sanitarias”, me cuenta Bejarano en 2022. “Pero no era leche: era una fórmula láctea comprada en Estados Unidos. Ni siquiera necesitaba refrigerarse”.
El fallecido Miguel Bortolini, un exdiputado de la corriente bejaranista, conoció al dueño de la marca Súper Lechería y se asoció para crear la Leche Betty. Según Bejarano, Bortolini empezó a distribuirla para suplir el desabasto que representaba el retiro de Liconsa en algunas colonias de su distrito. Pronto creó la Unión de Abasto Popular y empezó a repartir semanalmente 300 mil litros en bolsas amarillas y negras, con el logo del PRD. Si bien la vendía a 2.30 pesos, condicionaba la leche por votos.
“Ese mecanismo de ofrecimiento le dio presencia a Bortolini”, dice Bejarano, quien vio cómo otros de su corriente imitaron la estrategia: Martí Batres, en la entonces delegación Benito Juárez; Virginia Jaramillo, en la Cuauhtémoc; y Elva Martha García, en Iztacalco. Pero se les cayó el clientelismo cuando Carlos Ímaz y Dolores Padierna, ambos de corrientes antagonistas, contendieron por la dirigencia capitalina del PRD.
A decir de Bejarano, con tal de golpear a Padierna, Ímaz y Rosario filtraron un estudio de la Profeco donde se concluía que la Leche Betty presentaba bacterias coliformes, 300 veces mayor a la cantidad permitida. “Un estudio de la Facultad de Química de la UNAM contradijo a la Profeco, pero la tunda ya estaba en los medios”, dice Bejarano un tanto resignado.
El carrusel
El 14 de marzo de 1999, el PRD celebra elecciones para sustituir a AMLO, quien ha dejado con antelación la dirigencia. Amalia García y Jesús Ortega encabezan las planillas favoritas. Durante todo el día ambos equipos se acusan de acarreo, de mañas como ‘el carrusel’ –votar varias veces por un mismo candidato en diferentes casillas con credenciales falsas– y de mucha, mucha compra de votos.
Al final de la elección caótica, García le gana a Ortega por menos de 5 mil votos. Por “desorganizado y fraudulento”, concluye José Barberán, titular del Servicio Electoral del PRD, el proceso se anula y se designa a Pablo Gómez como interino hasta la nueva elección. Elección que vuelve a ganar Amalia por 12 mil votos, pero el desgaste del proceso derrota al partido, cuya popularidad se desploma a sus históricos 15 puntos.
Misión: convencer a AMLO
En el verano de 1999, la directora de comunicación social de la Asamblea, Rosa Icela Rodríguez, calcula que, ante el efecto de Vicente Fox, el único candidato del PRD que puede conservar la jefatura capitalina es AMLO. Lo habla con Bejarano y viajan hasta Tabasco para convencerlo.
López Obrador anda en su gira. Quiere ser candidato a gobernador. Después de escuchar la propuesta pide una sola condición: que todas las tribus lo acepten. Entre sincronizadas y refrescos, las tribus se ponen de acuerdo en la casa que aún compartían Ímaz y Claudia Sheinbaum.
Pero aún no empieza la precampaña, y Pablo Gómez, Demetrio Sodi y Marcos Rascón ya acusan a AMLO de no cumplir con los cinco años de residencia en el entonces Distrito Federal.
“Andrés Manuel no quería registrarse, tuvo que convencerlo doña Amalia Solórzano, la mamá del Ingeniero”, me cuenta Rosario.
La candidatura de López Obrador vuelve a ponerse en riesgo cuando el Partido de Acción Nacional (PAN), el PRI y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) impugnan su residencia ante el instituto electoral de la ciudad y ante el tribunal.
Rosario y Bejarano, cada uno por su lado, me cuentan cómo fue que el PRD consiguió que AMLO acreditara lo que parecía imposible: con dos llamadas telefónicas. Una a la consejera electoral Rosa María Mirón, quien terminó por abstenerse, y otra al magistrado Juan Martínez Veloz, quien operó dentro del tribunal.
El nacimiento político de AMLO fue el ocaso de Cuauhtémoc
Los caudillos se distancian.
Todo empezó en las elecciones del 2000: AMLO, que compite por la jefatura, se niega a acompañar a Cárdenas a sus mítines de la campaña presidencial. Bejarano, coordinador de campaña de López Obrador, me dio una didáctica explicación sobre el distanciamiento:
“Cuauhtémoc iba en picada, su candidatura no nos convenía”. El desencuentro más serio entre los caudillos sucedió el 22 de junio, durante la visita de Cárdenas a la UNAM. “Al tratar de coordinar esa visita con Andrés Manuel, me encontré con que él se negaba a asistir a ese encuentro”, relata Cárdenas en uno de sus libros.
“Hubo que insistirle a través de varios enviados y fue hasta poco antes de la hora prevista para el mitin que aceptó asistir, resistiéndose hasta el último minuto a hacer uso de la palabra. Dio un corto saludo, pero ya era claro ante el PRD que él llevaba las cosas por su lado y yo por el mío”.
El 2 de julio, mientras Cárdenas quedaba en tercer lugar en las elecciones presidenciales, AMLO ganaba la jefatura de la capital por 4.5 puntos. Para Bejarano aquella noche “fue el nacimiento político de López Obrador y el ocaso de Cuauhtémoc”. Pero también el nacimiento de una enemistad.
‘El cochinito de Rosario’
Le llamaron así porque un exempleado de Publicorp contó que los sobreprecios que cobró la empresa al Gobierno del Distrito Federal, por contratos de publicidad, “no fueron un error de primerizos, sino una estrategia de ahorro para financiar el futuro político [de Rosario Robles]”.
Se calcularon 6 mil millones de pesos sin comprobar durante su gestión. Más de 20 años después, Rosario me dice que mucho de ese dinero fue a dar a la campaña de AMLO en forma de obras, pagadas con dinero público. Obras que, según Bejarano, construía Carlos Ahumada, el empresario argentino que corrompió a más de un perredista, empezando por Rosario.
Los videoescándalos (1)
El 14 de mayo de 2002, Claudia Sheinbaum, secretaria del Medio Ambiente, declara desierta la licitación de los tres primeros tramos del Segundo Piso de Periférico. La razón: las propuestas técnicas “rebasaron las estimaciones del gobierno capitalino”.
La realidad es que Carlos Ahumada, un empresario arribista de origen argentino, pareja de Rosario, ha ganado el concurso, pero por órdenes de AMLO se ha cancelado porque no le da “buena espina”.
El propio Ahumada escribió en su libro que empezó a urdir su venganza desde ese día. Una colaboradora de Rosario me contó que todavía horas antes de que se dieran a conocer los primeros videos, Robles intentó avisarle a López Obrador. “Lo persiguió por Tlalpan, pero Andrés no se detuvo”.
Los videoescándalos (2)
“En 2003, Joel Ortega se peleó con Octavio Flores, su sucesor en la delegación Gustavo A. Madero. Ese pleito provocó que Joel denunciara algunos negocios de Octavio y, entre ellos, salió un fraude con Ahumada. Yo diría que con ese pleito empieza la historia de los videoescándalos”, me dice Bejarano, uno de sus principales protagonistas. El fraude era haber cobrado obras de desazolve sin haberlas hecho. “La denuncia por fraude aceleró el plan que confabularon Rosario y Ahumada”.
El resto es fama: Bejarano, Ímaz y Ramón Sosamontes son exhibidos en la oficina del empresario argentino con fajos de dinero. El golpe a AMLO está dado. Rosario declara que ella no es ninguna Mata Hari. Las disculpas no le alcanzan y termina expulsada del PRD.
“¡Voto por voto, casilla por casilla!”
El ‘fraude’ de 2006
A las dos de la mañana sonó su celular. Alejandro Encinas despertó y se sobresaltó al reconocer el número. Era Joel Ortega, el jefe de la policía capitalina, y lo sacaba del sueño para avisarle que decenas de elementos del Estado Mayor Presidencial habían tomado la banqueta de Palacio Nacional. El hecho había alebrestado a la militancia perredista que, desde mes y medio atrás y por órdenes de AMLO, se habían plantado con casas de campaña sobre Paseo de la Reforma y la plancha del Zócalo, esto en repudio a un presunto fraude en la elección presidencial.
Era el lunes 13 de septiembre y todavía a esas fechas se ignoraba si habría ‘el grito de Independencia’ en el Zócalo y quién lo daría: Fox, a quien le correspondía, o López Obrador, que ya andaba en esas de autoproclamarse presidente legítimo. La única certeza aquella madrugada era que el Estado Mayor estaba provocando a la gente del plantón y los ánimos eran una mecha corta.
“Ese fue el momento más difícil que viví como jefe de gobierno [de la Ciudad de México]”, me confía Encinas. “Esa vez mandamos a los granaderos para que formaran un cinturón de paz entre el Estado Mayor y el plantón. Mientras le hablé a Carlos Abascal, el secretario de Gobernación: ‘Son chingaderas’, le dije. Bueno, no le dije con esas palabras, pero sí le reclamé. Yo creo que le midieron porque, así como empezó todo, así se replegó el Estado Mayor. La prensa no lo supo, pero estuvimos a nada del estallido social. ¡A nada!”.
Cuando Mancera persiguió a Marcelo Ebrard
Juanito
Bejarano le llama ‘La hiperconspiración’, a la candidatura de Rafael Acosta, ‘Juanito’, a la delegación de Iztapalapa en 2009, porque se trató de una operación electoral donde todas las tribus contrarias a la corriente hegemónica Nueva Izquierda se unieron para desaparecer del mapa político a René Arce y sus cercanos.
“Estaban acumulado mucho poder dentro del PRD, mientras el ‘obradorismo’ se empequeñecía”, me dijo el marcelista Vidal Llerenas hace un tiempo. “Todos cerramos filas y le echamos montón”. Juanito se rebeló luego. Pero Marcelo Ebrard, jefe de gobierno de la ciudad, lo dobló cuando le dijo que podría meterlo a la cárcel por falsificación de documentos.
El día que ‘Juanito’ cedió Iztapalapa
La encuesta
Todavía horas antes de que se hicieran públicos los resultados de la encuesta que definiría entre AMLO o Marcelo Ebrard al candidato presidencial de la izquierda para 2012, sentados en una cafetería de la colonia Roma y con sondeos propios en mano, Jesús Zambrano y Jesús Ortega trataban de persuadir a colaboradores de Marcelo para que éste se declarara ganador.
“La diferencia es de 1.8 pero Andrés Manuel la está manipulando a su favor”, le dijeron a un marcelista. “Tenemos una encuestadora que puede avalar el triunfo de Marcelo”, le propusieron a otro. “Rompámosle la madre a Andrés Manuel”, le plantearon al propio Marcelo. “Pero Marcelo no le hizo caso al canto de las sirenas”, diría luego AMLO. El candidato sería nuevamente López Obrador.
La traición
Marcelo recibió una llamada de su amigo Héctor Serrano, quien había sido su secretario de Gobierno, un día antes de que Miguel Ángel Mancera rindiera protesta como el nuevo jefe de gobierno. “Llamo para despedirme”, le soltó sin devolverle el saludo. Marcelo no entendió. “Mancera me invitó a su gobierno”, le dijo.
“¡Qué bien! ¿Entonces por qué te despides? Somos un equipo”. “Es que sólo me invitó a mí”. Marcelo seguía entender. “¿Cómo?”. “Sólo te llamé para darte las gracias por el trabajo que me diste. Mañana empiezo con Mancera. Él es mi nuevo jefe. Fue un gusto. Por ahí nos encontramos”. Serrano colgó.
Meses después, Mancera perseguiría a Marcelo por la mala construcción de la Línea 12. La deficiente planeación y la falta de mantenimiento desembocaría en la caída de un tramo elevado en mayo de 2021.
La historia de la Línea 12
Del peñismo a los pactos por México
Ayotzinapa
Preciso, el PRD no murió este año. Murió entre el 26 y 27 de septiembre de 2014, cuando uno de sus alcaldes, José Luis Abarca, el de Iguala, participó en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, que cimbró al país. Fue Abarca quien le dio la orden a la policía municipal de atacar a los normalistas. Si sigue en la cárcel no es por el caso de los estudiantes, sino por el homicidio de un perredista de Iguala, Arturo Hernández. Esa denuncia la interpuso Bejarano.
Peña y Mancera, la misma chingadera
María Rosete, cabecilla del ambulantaje capitalino, escogió una de las mesas del Café Toscano y esperó a que Marcelo Ebrard llegara a la cita que él mismo le había solicitado. Marcelo no tardó mucho en aparecer, pero traía cara de estar pasando por un muy mal día. Era el 5 de mayo de 2015. “Dice María que pensó que era por el problema con el PRD”, me platica una persona cercana a Rosete.
Con “el problema del PRD” se refiere a que el partido, ante las instancias electorales, le había quitado a su correligionario Marcelo toda posibilidad de candidatearse para las siguientes elecciones. Ni siquiera podía hacerlo por Movimiento Ciudadano, que le había ofrecido una diputación.
Pero el problema de fondo era que Mancera y Serrano habían convencido a Peña Nieto de que Ebrard había filtrado la información del caso de ‘la Casa Blanca’ y querían meterlo a la cárcel, sí o sí. Marcelo y Rosete estaban a media conversación cuando una Suburban negra, con vidrios polarizados, se estacionó frente al Toscano.
De la camioneta se bajaron dos tipos que a leguas eran militares. Uno de ellos se dirigió sin alardes a Marcelo, quien se había levantado de la silla, también sin perder la calma.
“Lo está esperando el presidente en Los Pinos”, me platica la fuente que eso fue lo que Rosete alcanzó a escucharle decir al militar. “Dígale que ya hablé con Miguel Ángel [Osorio], que esta noche salgo a París”, y que eso fue lo que le oyó decir a Marcelo, quien se despidió apresurado de Rosete y sí, se fue a París.
Pacto por México
Mientras AMLO construía su propio partido, Morena, y a él se le unían las corrientes perredistas hartas de un Nueva Izquierda que había validado que Peña Nieto gastara más de 5 mil millones de pesos en su campaña de 2012, el dirigente perredista Jesús Zambrano acudía al Castillo de Chapultepec para firmar un acuerdo político con los líderes nacionales del PRI y el PAN –opositores históricos del PRD– y con el actual presidente Peña. Le llamaron ‘Pacto por México’, fue firmado el 2 de diciembre de 2012 y según buscaba “profundizar el proceso democrático” del país.
Mientras Morena le gana al PRD algunas alcaldías y diputaciones en la Ciudad de México en las elecciones de 2015, el gobierno peñista consuela al perredismo cediéndoles la gubernatura de Michoacán y millones de pesos en recursos. Mientras Morena postula a AMLO como su candidato presidencial, el PRD decide por primera vez sumarse a la campaña del panista Ricardo Anaya. La apuesta le sale contraproducente al partido y pierde los militantes que no había perdido.
La última del PRD
Llegamos a 2024. Mientras Morena va con Sheinbaum, el PRD va con Xóchitl Gálvez. Otra vez la cagan: Morena gana nuevamente la presidencia y hasta logra la mayoría del Congreso, mientras el PRD es notificado que ha perdido su registro; comunicó MILENIO.
Imagen portada: MILENIO.