Por Obed Campos.
Agua y Drenaje de Monterrey se llama la empresa paraestatal, pero “descentralizada” (que sabrá Dios que diablos signifique ese enredo) que supuestamente es la encargada de surtir el vital líquido y encargarse de los desechos en Nuevo León.
Hasta ahí todo bien, si no fuera porque esta empresa, que llegó en un momento a ser de clase mundial cuando la dirigía el legendario panista Jesús Hinojosa, haya caído en los últimos dos sexenios y medio, más bajo que las cloacas de Monterrey.
Y todo porque a los políticos se les olvida que su deber es trabajar por la ciudadanía y no competir a ver quién la tiene más grande… la cuenta de banco, me refiero.
Pero como le decía, Agua y Drenaje, en cuanto a servicio al ciudadano, apesta. Su director, Gerardo Garza González, bien podría poner un negocio de venta de aguas frescas en la Macroplaza y a probablemente le podría ir mejor de lo que le va en la paraestatal.
Ah, y eso que no va a haber tiempo de hablar de las prebendas al sindicato, uno de los más caros del país, que hasta los recibos de la luz les paga a sus agremiados.
El caso es que el mal servicio de la otrora gran empresa se ve en la baja calidad, por no decir chafa que son los nuevos medidores.
Me dicen que vinieron a sustituir a los medidores de bronce con unos de plástico de manufactura barata que se viven rompiendo y adivine quién los paga: Sí, el usuario.
Total, que en Nuevo León, mientras se vea a las dependencias como pozos del agua bendita, nunca va a cambiar el sistema de gobierno, con Alí Baba al mando de 400 mil ladrones.
Sedición
Jaime Rodríguez Calderón está a tiempo de parar a su hermano incómodo, Adex, de los mismos apellidos, quien en su afán protagónico y de activismo deja muy pero muy mal parado al Gobernador.
Todo mundo sabe que Adex es muy violento en sus actividades en redes sociales, pero lo de ayer cae en la sedición.
En un post de Facebook llama a linchar a empleados de la Comisión Federal de Electricidad que le cortaron el servicio a una señora enferma por un adeudo de 80 pesos.
Puede que el hermano incómodo tenga razón. Pero llamar a la violencia no es nada correcto.