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Por Félix Cortés Camarillo

Dentro de cuarto semanas y un piquillo, los estadunidenses habrán decidido quién será su próximo presidente. Sin la vacilada de la A o de la E. Mucho más importante que eso es el hecho de que vamos a conocer una elección muy cerrada, con margen estrecho de diferencia entre Kamala Harris y Donald Trump.

Los especialistas en esas mentiras documentadas para el consumo popular que se llaman encuestas de opinión, se dedican todos los días a publicar cómo van los momios en esta signuar apuesta. Metodológicamente, establecen el llamado margen de error. Traducido a la parla humana eso quiere decir que como dicen cinco quieren decir diez y a la visconversa. Normalmente, el margen de error aceptado es entre tres y seis por ciento.

Con esa matemática, desde hace semanas las preferencias del electorado norteamericano han estado oscilando en ese rango, con inclinación a la candidata demócrata. Dos puntos arriba, un punto abajo, tres arriba. En las apuestas de galleros eso se llama cubrirse, apostando por ambos a la vez. Eso aquí no se vale, porque el que apuesta en los palenques puede sacar una pistola y armarla de tos..

Pues eso.

El presidente Joe Biden ha lanzado una advertencia seria el fin de semana. Sin tener dotes de adivino, el viejito señala que Donald Trump seguirá la vieja escuela que en México nos enseñó Lopitos: si gana, las elecciones son perfectas. Si pierde, son ilegales, y se combate su resultado  por cualqueir medio, incluyendo el violento. 

La premonción podría parecer fatalista si no tuviésemos el muy reciente ejemplo del 6 de enero de 2021. A quince exactos días de la toma de posesión del presidente Biden, pandillas invocadas y patrocinadas por Donald Trump, asaltaron el Congreso de los Estados Unidos en un intento criminal de anular las elecciones. El saldo de muertos, heridos y detenidos disminuye en importacia ante la magnitud del precedente: una de las sedes máximas del poder político fue asaltada violentamente.

Uno quisiera pensar, como siempre pensamos de los gringos, que sus mecanismos de orden y legalidad son casi perfectos. Que el policía de tránsito no acepta mordida ni te pone una multa indebida, que los jueces son rectos y que los jurados imparciales. Que la autoridad es respetada e inviolable por la virtud quáquera de no mentir, no robar y no traicionar.

Sólo que a veces no.

PARA LA MAÑANERA (Mientras me definen si son peras o los mismos olmos de antes): Transcribo: “Que nuestras diferencias no nos dividan, sino que sean la fuente de propuestas y de saluciones compartidas a los distintos retos que enfrentamos. Hoy, más que nunca, necesitamos tender puentes entre todas las fuerzas políticas, dialogar sobre nuestras divergencias y construir, juntas y juntos, un país más justo y solidario. Es tiempo de altura de miras. Es tiempo de construir nuevos horizontes y realidades. Es tiempo de mujeres. Sigamos dejando huella”. Esas son las frases finales del discurso que iba a leer y no pudo hacerlo Ifigenia Martínez, ex de Navarrete, quien murió la noche del sábado, a sus intensos 99 años. Ella debió haber leído ese papel como presidente del Congreso antes de entregarle a Claudia la banda presidencial, y antes de que ésta rindiera protesta de respetar y hacer respetar la Constitución de nuestro país y las leyes que de ella emanan. La señora Martínez murió la noche del sábado. Los subrayados son míos. La lectura debe ser de Claudia Sheinbaum, cuyo afecto manifiesto por la doctora que falleció la noche del sábado, le obliga.

felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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